Sucedió
en Triana (1740-1800)
En el
libro “Triana, la otra orilla del flamenco" contamos algunos sucedidos fundamentales en
nuestro barrio durante la época denominada preflamenca que reproducimos
aquí:
-Olavide
reglamenta los baños en el río. La Velá de Santa Ana, la primitiva y gran
fiesta del arrabal, sufre periodos de censuras y prohibiciones.
-El año
1742 abrió los ojos a la luz de Triana Marcos Hiraldez de Acosta, que llegaría
a ser considerado ilustre figura de la ciencia médica andaluza. Catedrático de
Método, su benemérita actuación fue providencial durante la terrible epidemia
de 1800.
-En 1762
se suprimen los fuegos artificiales. Triana es un barrio donde laboran
numerosos coheteros.
-El
terremoto de 1775 afectó a todo el caserío trianero soportado por una muy
castigada cimentación. Y como el templo de Santa Ana quedó muy afectado no
faltó púlpito desde donde se le echara la culpa de la ira de Dios “al libertino
barrio y sus pecados”. Diez años después Triana padecería una epidemia de peste.
-El
mismo año del terremoto, nace en la calle Castilla Alberto Lista, gran figura
intelectual de la Ilustración Española, maestro de Bécquer y Espronceda...
“Feliz el que nunca ha visto/ más río que el de su patria,/ y duerme a la
sombra del árbol/ donde de niño jugaba...”, sentenciaría en un poema poco antes
de morir en 1848.
-La hoy
conocida como Casa de las Columnas, que fuera sede de la Universidad de
Mareantes, se convierte en casa de vecinos el año 1780.
-Carlos
III dicta leyes en 1783 que pretenden dignificar la existencia de los gitanos;
esto es, si pasan por el aro de las normas oficiales. Lo cierto es que iban
dirigidas a cierta clase de individuos que nada tenían que ver con los censados
en Triana.
-En 1784
eran El Arenal y Triana lugares ideales para la instalación de escenarios
teatrales. En Triana, en una nave de Los Remedios, se establece una compañía de
títeres y un grupo de cómicos dirigido por María Solís, tonadillera y
especialista en el baile del fandango, para alentar el ánimo de sus agobiados
vecinos. Aquí permanecen durante varias temporadas cerca de un público
aficionado, cálido y fiel.
-En 1786
llegan a Sevilla las primeras tres cigarreras, eran francesas y traían la
misión de adiestrar a las empleadas nativas en las faenas auxiliares para la
elaboración del rapé, cuyo consumo hacía furor entre los elegantes. Sin
embargo, el cigarro se impuso y hubo que contratar a cientos de mujeres. Nació
el mito y parte de él fueron muchas mujeres, gitanas o no, de esta orilla del
cante. La estampa de las cigarreras con sus llamativos mantones y su rodete en
el pelo, embarcando en las falúas del Puerto Camaronero camino de la fábrica,
quedó como un cuadro de costumbres.
-Grandes
inundaciones arruinan aún más el caserío; una de estas terribles plagas
fluviales, la de 1796, acaba con el primer barrio satélite del arrabal
trianero, el de San Sebastián, antiguo núcleo de pescadores que se amparaba en
los muros del convento de la Victoria y donde, por cierto, vivían entonces
cuatro familias dedicadas a la herrería.
Ángel Vela Nieto