miércoles, 31 de agosto de 2011

Adios al mes de Agosto y a Calzados La Valenciana





Después de una larga ausencia del Barrio, casi  todo el mes de Agosto, acabo de llegar y tras descargar un voluminoso equipaje me dirijo a la calle Castilla para recoger algunos cuchillos que dejé para que los afilaran en Cuchillería Castilla. Mi sorpresa fue mayúscula cuando al llegar al Edificio Los Leones me encuentro con que nuestro particular “Monumento al Zapato”, representado por un boto de Valverde del Camino, una Flamenca y un zapato de Domingo de Ramos, ha desaparecido.

Os aseguro que la fotografía que encabeza este artículo la realicé el mismo día que fui a llevar los cuchillos, era a principios del mes de agosto y fue como si presagiara el cierre de este establecimiento cincuentenario.
Ahora, en el local que ocupaba Calzados La Valenciana, tendremos una tienda oriental con apertura los 365 días del año y 14 horas diarias.

Le deseamos a Juan Morón una feliz y merecida jubilación con el deseo que ese zapato, que durante tantos años ha coronado el rótulo, no haya desaparecido y algún día podamos volver a contemplarlo en algún lugar destacado de Triana.

De momento, muerto el mes de agosto, nos queda seguir soñando con el mes de septiembre que seguro nos traerá una buena noticia para Triana.

José Luis Jiménez

martes, 30 de agosto de 2011

DESDE EL MONTE PIROLO: S.O.S.


No es que me quiera matricular en un curso de patinaje artístico sobre hielo, ni de saltos de trampolín o de natación sincronizada, ni a la ruta del Quetzal con Miguel de la Cuadra-Salcedo o curso intensivo de monopatín de competición y pida saber los teléfonos de las oficinas de la matriculación, no, no es eso, es otra cosa. 


                                  Mi bata de siempre ha sido muy de ella hasta el punto que cuando vivíamos en Triana tenía cerrado con llave los cajones de la cómoda. Cuando varias veces nos mudamos además de los cajones de la cómoda tenía cerrado los del aparador y cuando nos fuimos a Monte Pirolo la única habitación cerrada con llave era la suya y no había manera de entrar, ella se encargaba personalmente de asearla. Subía cosas, almanaques con santos, estampitas, hojas de periódicos con fotografías de Semana Santa, retratos. ¿Tendrá el síndrome de Diógenes?, pensaba yo, pero por otra parte me tranquilizaba  porque  ha sido y es más limpia que los chorros del oro.
Siempre en todas las mudanzas nos acompañaba una cruz arbórea que ya era por mí conocida desde que tenía uso de razón, pero solo la cruz  sin el Cristo, la pregunta era siempre contestada: “Esa cruz la tenía tu agüela con un Cachorro y me la regaló cuando me casé, se le partió un brazo porque pesaba mucho y se lo pegué, pero un día limpiándole el polvo se cayó y se destrozó y me quedé con la cruz, siempre la llevo conmigo”. Dentro de cuatro años, mi bata, cumple un siglo, con los aplomos hechos polvo -impedida- pero con la cabeza perfecta.        
Al entrar en su cuarto entre sus cosas había una caja de zapatos y dentro, entre algodones amarillentos por el paso del tiempo, estaba el Cachorro totalmente fracturado, brazos, piernas y torso, incluso parte de la ropa  que lo cubría. Es de barro cocido y hueco. Lo he restaurado con muchísimo mimo, lo he puesto en la cruz, pero no sé su historia ni su autor y me gustaría saberla.


         El stipe o estaca que se clavaba en tierra mide 80 cms y el patibulum o crucero que  es, como le pasó a Jesús, el madero que  obligaban a algunos  reos a llevarlo a cuesta desde el lugar de la condena hasta el sitio de la ejecución, mide 52 cms,. El Cachorro de mano a mano son 39cms y de la cabeza a los pies 41 cms.,  para un crucificado casero las medidas son extremadamente grandes.





         Podéis observar lo detalles anatómicos que  están cuidadísimos y muy semejantes a la imagen procesional, tanto en el rostro, torso, brazos, manos, piernas y pies, incluso la ropa está muy bien conseguida. Sé de otro nada más pero tampoco el propietario -Eugenio Gil, trianero nacido en la calle Fabié y actualmente en las oficinas de la empresa Pagés donde en su despacho lo tiene colgado- sabe nada de la historia, dice que le han dicho que los hacía por encargo un ceramista llamado Paco García que vivía en el Corral de los Carros de la calle Pureza. Igual que yo también lo ha tenido que restaurar y no  sabe la edad aproximada que pueda tener el conjunto. Son casi iguales, con las mismas medidas, pero les varía el gesto y la coló, incluso la   cruz y la cartela son distintas, en la suya constan las palabras latinas de Iesus Nazarenus Rex Iodeorum y en la  que yo tengo solo las iniciales, I.N.R.I. ¿Sería posible saber la historia?

                                                                  A. Fernández de Cachero M.



lunes, 29 de agosto de 2011

VEO VEO: DE VUELTA

De las tierras que visito me suelo traer muchas fotografías, hermosos momentos, charlas con gente amable y un par de kilos de recuerdo, esos que los gimnasios y las dietas tanto ansían destruir en poco tiempo, pero borrar lo vivido no me gusta y menos con prisas. 
Al día siguiente de volver de cualquier viaje me lanzo a la calle y compruebo que casi todo sigue igual, lo normal, porque es corto el tiempo de ausencia, acaso un local que ha cambiado, una calle en obras, poca cosa…
Va terminando agosto y algunos rincones huelen a viejos sudores, a culos de litronas, a secas alcantarillas y orines rancios, pero pronto tienen que llegar las primeras lluvias, esas que limpian el ambiente y el cuerpo, porque con el calor no te importa mojarte, para mí marcan más el inicio de un nuevo año, de otra época por empezar, con sus soñados cambios, que las indigestas uvas que con tanto dificultad viajan entre trozos de turrones.
Voy por Pagés del Corro, camino de la Plaza de Cuba, por la acera más lejana al Puente, prefiero la otra, pero el sol manda, el blanco colegio de Aníbal González resplandece como una mole de merengue helado, la casa que acaban de arreglar justo enfrente, la del estanco, ha quedado de maravilla, ambas, de esquinas redondeadas para abrir el espacio al caballo que anda a la doma trianera, más allá un bloque de albero y poco antes de llegar a la calle Troya siento que alguien me mira desde un balcón, junto a una regadera y un cubo de cinc, guiño juguetón, pícaro, cómico, fresco, no me digas que no es pa enrollarse.


Rafael Martín Holgado.

miércoles, 24 de agosto de 2011

EL DEDO DE RODRIGO: "DOBLE CRIMEN"


                                 La mayoría de los políticos confían en nuestra mala memoria, y con tal esperanza prometen reparaciones o compensaciones a largo plazo cuando hacen algo a contracorriente del interés general. Es el caso del siempre recordado cine Avenida de verano. Se ha cumplido una década desde que el mandante municipal, en este caso la mandante (Soledad Becerril, si no ella alguien de su equipo del que era responsable), no opuso resistencia al cierre de una terraza cinematográfica que por historia y, muy especialmente, por el servicio terapéutico que daba a una comunidad necesitada, tendría que haberse protegido como un bien cultural o etnológico.
         Una constructora había adquirido el solar. Ya tenemos al malo de la película y pronto tendríamos al compinche adecuado. Hubo un fuerte movimiento de resistencia; recuerdo una jornada de la que se creía su última cartelera que se convirtió en sonora protesta... “El cine Avenida no se cierra”, se había escrito sobre el mismo telón, mientras una fina lluvia caía para refrescar (era septiembre)  nuestras candentes ideas. Pues al cabo de todo se cerró, pero eso si, con la foto y promesa oficial de que en el complejo de viviendas o urbanización habría una zona ajardinada que en su época del año sería “il nuovo Avenida” (Cinema Paradiso). Y qué contento quedó el de Urbanismo de la señora Becerril, o ella misma, no recuerdo quien nos bendijo con aquella vacua promesa.
         Invito a todo el que no haya contemplado la dichosa urbanización a que la vea ya acabada después de ocho años de abandono... y sin cine, claro. Las fachadas son un auténtico horror del que ya nos hemos quejado alguna vez; vaya construcción en plena Cava histórica por la que transita, desorientado, el bus turístico... Pues ya se puede visitar también “la zona ajardinada”, lo que ocurre es que nadie la verá. Pero a quién pedimos explicaciones ahora, ¿a la señora Becerril?, ¿a quien fuera su delegado de la cosa? Dónde vamos en  busca de la promesa del nuevo Avenida... Ni aquellos lo recuerdan ya, como ocurre con todo lo que se dice pensando lo contrario, ni los que desde hace poco gobiernan el Ayuntamiento sabrán nada del asunto.
         Por lo visto, nadie de allí ni nadie de aquí; nadie de la prensa -que sólo entiende de las prisas del hoy- ni entre los cinéfilos veraniegos recuerda ya al que fuera el más popular de los cines al fresco; el más disfrutado y el último en la ciudad entre los clásicos con vocación de superviviente. Mas llegó el “malo” con sus mortíferas maquinarias de matar ilusiones y lo arrasó. Quedaba la promesa política... Si, si. Nosotros ya escribimos en su momento que no creíamos en ella, y que de ser cierta no sería un cine como el Avenida, sino un frío sucedáneo. Pues ni una ni otra.
         ¡Ah, las promesas de los representantes del pueblo! Y cómo nos falla la retentiva a todos. Nos quedamos sin el cine Avenida y nos endosan, además, el más terrorífico de los edificios. ¿Que cómo se llama la película de hoy... vuelvan a leer el título.   

Ángel Vela Nieto


lunes, 15 de agosto de 2011

EL DEDO DE RODRIGO: INSOMNIO AGOSTEÑO


                  Pues hasta ahora el terrible verano que nos vaticinaban los vendedores de aparatos de aire acondicionado -qué lejos los ventiladores Numax- no está resultando tan devastador; más bien discurre como todos los sufridos, quizás más liviano y considerado con las carnes humanas que otros. Lo que ocurre es que ahora no tenemos cines de verano al lado de casa salvo los pocos afortunados que viven cerca de la Diputación, y la televisión nos aburre y por eso le echamos más cuenta al termómetro; antes, ya con el No-Do nos refrescábamos y hasta podíamos quedarnos helados con las cosas que decían que pasaban en una España que no conocíamos.
         Y como no es cosa de tener el aparato del aire encendido toda la noche, mientras nos quedamos dormidos, a veces en trabajoso intento, hacemos estación mental en una sucesión de pensamientos que, por querencia lógica de calendario, nos lleva a las cosas de aquellos veranos de las terrazas cinematográficas. Hasta trece cines llegaron a funcionar simultáneamente en este lado del río. En torno a los clásicos de todas las calores de posguerra, calores de chinches y sandías, de picadillos y polos de nieve, de azoteas y techos de estrella... pues girando alrededor del Avenida, Alfarería, La Estrella, San Jacinto... tenían grata presencia los que abrían cada junio con más o menos voluntad de eternidad, aunque muchos de estos también llegaron a lucir el distintivo de “clásico”; entre ellos Los Rosales, San Telmo, Gran Vía, Evangelista... que alternaban con el Valencia, Tejares; luego el Giralda, Santa Cecilia, San Gonzalo, Astoria y Emperador en su versión veraniega...
         Cines, cines, cines... como canta Luis Eduardo Aute, cines por toda la geografía del arrabal; allá donde blandiera su aire salvaje un descampado, allí una pantalla, cabina y taquilla. Las gentes de más edad, padres de familia, acudían al que le cogía más cerca, a “su” cine, era la primera cartelera que se consultaba y rara vez se alejaban demasiado, salvo para ver “Lo que el viento se llevó” o “El último cuplé”, de “estreno en Triana”; porque, como en el centro de la ciudad, aquí también se “estrenaban” las películas y así se anunciaban como gancho, detalle nada banal, pues viene a recordarnos la identidad “capitalina” de este arrabal de barrios.
         Y recorremos con la memoria cada uno de ellos, tan parecidos en su morfología y atractivos. Porque hemos de dejar claro que aquellos eran verdaderos cines de verano, éstos de ahora son desalmados sucedáneos. Había que darle la entrada a un portero uniformado como un heladero, pisar albero regado, contemplar las lucecitas de colores que adornaban la terraza y enmarcaban la pantalla para hacer grata la vista durante la espera, y respirar el aroma de las plantas y árboles que cercaban la terraza y que, al par que ahuyentaban a los parásitos, perfumaban el ambiente; no tenían veladores enemigos atacando por la retaguardia; al cine se venía comido de casa o preparado con un discreto bocadillo de tortilla y un bucarito de agua para la sal de las pipas y los altramuces (“chochos”, le decíamos) o, también, para la digestión de los higos chumbos degustados en la puerta; el ambigú para lo justo, nada de ruidos “terrestres” en el parnaso.
         Se iba al cine para disfrutar de la película y poder contarla al día siguiente en los corros de la plaza del Altozano, para incrementar el conocimiento en la materia -la cultura más amiga-, para gozar a piernas sueltas de un mundo en technicolor al que estábamos invitados durante la sesión. Y se salía con el rostro del galán puesto y el corazón temblando por la estrella de turno. ¿A que nada de esto ocurre ahora en los actuales y mal llamados cines de verano? Ya no hay cines ni actores como aquéllos, ni es posible soñar chascando un “serranito” y metiendo el tenedor a tientas en la ensalada. La vulgaridad también se apropió del paraíso.
         Bueno, hay que dormir...

 Ángel Vela Nieto

martes, 9 de agosto de 2011

HACIA EL CALLEJÓN DE LA INQUISICIÓN


¿Dónde está el río?
Tan lejos, detrás de ese largo pasillo de negro pasado, de olores rabiosos a chamusquina, has empujado la reja y esperas a que el tiempo pase, no hay más luz que atrapar.

Fotografía: David M. Nicaise
Texto. Rafael M.H.

domingo, 7 de agosto de 2011

DIÁLOGOS CON TRIANA: SANTA ANA


SANTA ANA

Hay una Iglesia en Triana, con aires de Catedral. Dicen que fue un gran Rey sabio, quien la mandó levantar. Por una promesa que hizo, si le libraba de un mal, la Señora Santa Ana, y así la hizo llamar.

- Si mis paredes hablaran, cuánto podrían contar. Cuantas veces mis campanas, doblaron para avisar, que algo pasaba en Triana, para bien o para mal. Cuantos trianeros  sellaron, su alianza ante mi altar. Cuantos se hicieron cristianos, en mi pila bautismal. Cuantos vinieron llorando, hasta mi puerta a rezar.
Un tesoro hay en mi pecho, vestido de filigranas, que es la razón de mi vida, del que me han hecho guardiana. Entre mis muros de albero, para siempre cobijada, al resguardo de mi techo, está la Señá Santana.

Son Días Señalaítos, y el Altozano se adorna, para celebrar la fiesta, de Triana y su patrona. La gente luce sus prendas, y se empapan en colonia, y hay faroles sobre el Río, donde crecen las bignonias. Y se forma un raro almizcle, con el olor a avellana, a buñuelos y a pestiños, a almendra y sardina asada. Va una gitana cantando, con un traje de colores, los ojos verde aceituna, y un canasto de alfajores.

- ¡Que se me están acabando, no los puede haber mejores!

 Me acerco y le pregunto:

- ¿Dónde has comprado esas flores, que te adornan el cabello? Que las quiero pa mi madre, pa que las luzca en su pelo, como sólo ella sabe.

- Hay un quiosco de flores en esta calle, chalán. Pero éstas las he cogido, del patio de mi corral. Del arriate de mi prima, más finas son que el cristal. Te voy a regalar una, pa ponerla en el ojal.

¡Ya ha empezado la Velá! ¡Ya repican las campanas! ¡Ya están tocando cornetas y llorando las sonantas! Roja aparece la Luna, y recita emocionada, que en estas noches serenas, ¡Cómo reluce Triana!


                                                                         Alberto Fdez. Cachero Merino


viernes, 5 de agosto de 2011

EL TRANVÍA DEL BARRIO LEÓN


-Soy amarillo, de madera. Las ventanas bajan o suben según el termostato de los viajeros. Se me olvidaba, soy el tranvía que va desde la Magdalena al Barrio León.
 Mi trole, atado con una cuerda a mi cuerpo, recoge la electricidad desde un cable que va de un poste a otro, o colgado en el centro de la calle.
Es una pena que me quitaran… Uno de mis conductores, Juan, el tranviario de Tomares se puso muy triste cuando me guardó en la cochera que estaba un poquito más para el Altozano que las Hermanitas que cuidaban viejecitos…
 Tú, Juan, tenías muchos amigos entre los viajeros… Incluso los esperaba si no habían tenido tiempo de ponerse la gabardina, cuando llovía, o de dejarle a su mujer el dinero para la plaza…
 ¿Quién dice que los tranvías estorbaban? ¿No seríais, vosotros? Yo jamás me metí con nadie, y os llevaba hasta la plaza desde la Magdalena o desde el Barrio León, y con todo el gusto de mi motor eléctrico.
 ¿Recuerdas el reloj Dogma que te trajo un jugador del Betis para tu hijo? No recuerdo ya su nombre, pero tu hijo lo tuvo hasta que se casó.
 Tu hijo, Juan, como tú, se llenaba de orgullo cuando se montaba en tu tranvía y lo paseabas dos o tres vueltas desde el principio al final y viceversa…
 ¿Qué ocurre? ¿Me paro…? Juan, mira a ver si se me ha salido el trole del cable…
Era eso, ¿no? Cachisssss… Bueno, no había prisa. En todo caso el secretario del Jefe de Contabilidad de Hacienda que algún día, el hombre se quedaba un poco traspuesto esperándome…
 Y ahora quieren poner muchos más tranvías… ¿Pero están locos? Si eso no son tranvías, Juan, si eso parecen trenes de Alta Velocidad…
 ¿Y las jardineras? ¿Te acuerdas? La gente se montaba en mis estribos para no pagar. Otros sí pagaban y ¡qué fresquitos que iban…¡ No recuerdo si tu hijo se montó en mi jardinera, aunque creo recordar que sí, con tu mujer… Su madre, claro… Rosario… ¿Sabes que me gusta mucho el nombre?
 Había un sastre cerca de la Torrecilla que le hizo el primer traje a tu hijo. Era muy amigo tuyo. Hoy, como existen los grandes almacenes… Vas y sales vestido con un traje nuevo… Pero entonces… El sastre con la metro colgado del cuello medía y decía: Ciento uno… Todos, muy asustados, respondían: Maestro, ¿Vd. ha tocado bien? Porque yo venía con  los dos…
 Qué tiempos, qué modos, que mujeres… Qué gambas en La Torrecilla… ¿A qué tú no sabías que esas gambas las iba a cocer Manolo? Si, hombre, el marido de tu nieta sobrina Loli…

En fin, Juan… Cada uno realizamos perfectamente nuestro trabajo…
Pero, me da una pena…

Juan, donde quieras que estés, un abrazo de tú tranvía…


Juan de Tomares


martes, 2 de agosto de 2011

CAPILLA DEL CARMEN


Fortaleza de TRiana del color del tiempo, contra el cielo la farola expira con los brazos abiertos y se eleva la torre como un viejo faro, preparado siempre para la llamada a la oración o un cante por soleares:

barandilla del puente
 no te asomes niña
  pa corré está el río
  y pa esperarte adivina

Fotografía: David M. Nicaise
Texto: Rafael M.H.

lunes, 1 de agosto de 2011

DESDE EL MONTE PIROLO: HOY QUIERO ESCRIBIR Y HABLAR DE TRIANA


  El que escribe habla, no con la boca pero si con los dedos en un teclado. El que lee  escucha no con los oídos pero si con los ojos. Y  el  cerebro le da forma a la idea según lo escuchado o leído. Da igual.
Aproveché la portada del libro escrito por Ángel Vela, Triana y su Velá,  para dar las gracias -en un comentario- a todos y cada uno que en sus  correspondientes medio de difusión hablaron y escribieron tirándoles flores a Triana y como no, de paso, a su Velá de SantAna. No quiero yo hacer nacionalismo con Triana y todo el que quiera ser o se sienta del barrio y lo programe aunque sea en una pegatina en la luneta trasera del coche bendita sea su alma y allá cada uno con su forma de entender sus gustos y tradiciones, pero a Triana lo que hay que llevarla es en los adentros, en las entrañas y que te duela.
A mí me duele Triana, Sevilla, Andalucía y España porque soy español, andaluz, sevillano, pero ante todo trianero y los tópicos suelo guardarlos en la papelera y el tipismo también, no obstante miro con simpatía al que no lo guarda, si no hace daño, cada uno tiene la  cultura que ha mamado, la que puede y la que quiere tener.
Me pone de las neuronas tantos y tantos programas televisivos que tienen a Andalucía como escaparate de todos los dislates y sucesos, tanto por arriba como por abajo  -yo a los palacios subí/ y a las cabañas bajé, dijo Zorrilla en su Don Juan- entiéndase el silogismo, normalmente los de por arriba van de cosas del corazón y los de por abajo de vergüenza tercermundista, casi todos andaluces y casi siempre con Andalucía de por medio y sobre todo Sevilla y la Costa del Sol con preferencia Marbella. No entiendo como no pasa nada en Teruel, o en  Burgos, o en Cáceres, en Madrí, en Barcelona o en Orense por poner un ejemplo. ¿Es que todo se concentra en este bendito rincón del clavel, la navaja, la pandereta, la grasia y no el óle sino el olé, y el vamos a callarnos miarma y que no falte de ná?.
Cuando los que bajan vuelven a sus puñeteras tierras llevan tal cólico de arte de lo típico y de lo tópico que al ver eso, sus puñeteras tierras, se llevan dos o tres días con vómitos y cagaleras, como debe de ser.
¿Y por que bajan?. Pienso que están por las instalaciones de los platós dando más vueltas que un perro perdío en un pueblo, meando todo el día de aburridos y de pronto una voz: ¿Quién quiere ir a Sevilla a un reportaje?. Y se forma la de Dios dándose empujones y arañazos. ¡Yo!, ¡No yo!, ¡Que voy yo!. Peor que un gallinero de gallinas cluecas. El que tiene la suerte de venirse para aquí ya se sabe, dietas de manuntención, hotel y garbeos por Sevilla en la nuits de matute, de gañote para ser más exactos, que para eso llevan la cámara, o Marbella para solearse  y solazarse a gusto. Y si no hay reportaje se lo inventan. Pena me da de ver andaluces que suben a hacer el coro pensando vanidosamente que son famosos. La fama es otra cosa y se gana con constancia, valentía, trabajo y mucha suerte. Y pena me da que las autoridades andaluzas no cojan el rábano por las hojas y digan que hasta aquí hemos llegado, levantando una gran voz de protesta, quizás le convenga a las autoridades andaluzas y a las que no lo son tener a casi toda España entretenida con las tragicomedias andaluzas del dame pan y dime tonto. Pues que  su pan, en mala leche migá con sopas gordas,  se lo coman.
Y si me duele Andalucía y Sevilla en particular, imagínense Triana y reconozco que cuando tocan esa tecla la sensibilidad me puede. Y no es que se tenga siempre que hablar de Triana tocando las palmas que  todo en Triana no es miel sobre hojaldre, pero se puede tocar la tecla  sin hacer sangre, muchas veces una sola palabra o una sola frase se clava como una puñalá trapera en el costado.


No es lo mismo escribir o hablar de Juan de Triana, Gordito de Triana, Naranjito de Triana, la Cruz Roja de Triana, Marifé de Triana, El Pasmo de Triana, Don Cecilio de Triana, Finito de Triana, La Esperanza o la Estrella de Triana, La Pastora de Triana, El Corpus de Triana… donde tú sacas pechojierro, que hablar o escribir de las que se apoyan en el quicio de una mancebía, de un  artista loquito, macandé perdío por el alcohol o la jeringa, o de una corralera o de la querida de un importante, dando la de cal –ojaneta al principio- de que es o eran muy graciosos, simpatiquísimos, guapísimas, cariñosísimas, buenísimagente y al final –la de arena- es o eran de Triana, es que Triana es Triana, y te lo dicen  sabiendo que tú  eres del barrio para que te jodas.
Y eso me duele, joé. Y me duele, ahora que con la caló y las vacaciones me dejan leer, que en los libros, en los recuadros, en los artículos haya menciones como las de a una tal María la del Bigote que vendía chucherías y con su habla de Triana sabía un inglés rasposo aprendido para poder cobrarle a los embarcados porque había sido una mujer de la vida, ésta era la de arena, después venía la de cal, eso sí, tenía unos ojos muy bellos. Que lástima de María que no la hubieran podido enviar sus padres a un colegio de élite, a la Universidad y los veranos a Irlanda a perfeccionar el idioma, seguro que no sabría lo que era un embarcado ni un puesto de chucherías a la vejez.


Y me duele, joé. Me duele Consuelo regentando una mancebía, en su madurez, en la plaza del Pozo Santo porque cuando tenía quince o dieciséis años una celestina, enviada por uno de blasones o caudales a Triana, en un coche de caballos la recogió y cuando Consuelo entró en el coche le dijo: “¡Ea, ya sacabó la jambre!”, cuando la pedazo de mamona y el pedazo de mamón si sabían que había hambre tenían que haber llenado el milord o el landó de teleras de Alcalá, queso, salchichón y chorizo der güeno y haberlo repartido en el corral de Triana donde vivía Consuelo. Ésta es la de arena , la de cal es que Consuelo era muy buena y cuando murió, el escritor -la conoció  la primera vez que fue de putas- fue a su entierro.
Y me duele, joé. Que un libro cuente que la mayor parte de los lupanares estuvieran en Triana cuyos dueños, clérigos sinvergonzones, estaban muy pendientes, no de los rezos y deberes que les imponía la Santa Madre Iglesia, sino que el negocio marchara viento en popa. A Dios rogando y, nunca mejor dicho, con el mazo dando.
Y me duele, joé. Que los blasones y los dineros se aprovecharan del hambre que había en Triana, que si por un lado daban trabajo, salario del miedo, triplicando sus capitales, por otro, estos donjuanes de pacotilla, no querían dejar –todo el día de cacería con billetes en vez de escopeta y celestinas por secretarios para recoger las piezas- que un conejito se empelara bien para pasar el frío que da la pobreza. Y me duele que lo cuenten, que no digo que no sea verdad, pero en Sevilla además de Triana había otros barrios. Y me duele que lo cuenten escritores a los que tanto admiro y son de aquí, de Sevilla. Es la historia y está ahí, pero se puede mencionar a los personajes y obviar su procedencia que no viene ni a que ni a cuento.


Por eso me simpatizan tanto los Pareja-Obregón y muchos otros, que tanto y bien hablan y cantan de y a Triana y Don Rafael de León que tiene canciones inspiradas por romances en Triana y menciona el milagro pero nunca al santo. Las generaciones que no vivieron el hambre y la pobreza del barrio solo saben: “Cuando paso por el puente, Triana/contigo vida mía/ con mirarte solamente, Triana/me muero de alegría… y diez mil más como ésta, pero no saben, por ejemplo, quien fue la Ruiseñora, la cantan pero sin adivinar quien fue ni como fue. Ni María de la O.  Ni falta que les hace. Y eso es güeno. Mu güeno.
A estas alturas todavía no sé si lo que contaron o como lo contaron, si lo que cuentan o como lo cuentan, es envidia o caridad, por eso me he vuelto majareta de alegría cuando, por la parte que le toca a Triana y es mucha, en las Tres Mil han hecho pleno en los ciegos, en los cupones. ¡BINGO!.

                                                                       A.Fernández de Cachero M.
                                                                                  Julio-11



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