lunes, 31 de marzo de 2014

EL CHUZO DE MARCHENA




TRIANA Y "OCHO APELLIDOS VASCOS"


Desde este blog celebramos el éxito que está obteniendo la película española “Ocho Apellidos Vascos”, fundamentalmente por la difusión que se hace de nuestro Barrio que aparece en el film con unas buenas vistas del entorno del Puente, donde precisamente  termina, con final feliz ,  esta historia dirigida por Emilio Martinez Lázaro.

Apuntar que la escena de la película donde se conocen los protagonistas  está rodada en el Centro Al-Andalus de Mondragón  donde, para ambientar la escena y simular una especie de caseta de feria típica sevillana, instalaron un enorme fotograma del  Puente de Triana que han tenido a bien dejar de forma definitiva.

En eventos de este tipo es donde se pone de manifiesto la importancia, y de ahí nuestra insistente  y agotadora crítica, de la imagen que Triana debe mostrar hacia el exterior. No es de recibo el estado en que se encuentran en la actualidad elementos tan importantes como la zapata de la calle Betis o el propio Puente que necesita algo más que el lavado de cara que recientemente le dieron a la maltrecha  barandilla; todo esto sin entrar en otros aspectos como el estado de edificios tan emblemáticos como la Casa de los Mensaque o el reluciente asfalto de la calle Pureza.

Son muchos millones de personas los que por diversos motivos pueden llegar a ver esta parte de Sevilla que está siendo tan poco considerada por quienes nos gobiernan en la actualidad pese a que sigue siendo el objetivo de muchos directores del séptimo arte, no en vano nuestro Barrio, como ya dejó claro Ángel Vela, es “Un Barrio de Cine”.

Anuncian una segunda parte de esta película; quién sabe si Rafa y Amaia, los protagonistas de la misma, terminarán viviendo junto al Guadalquivir, pero seguro que es un buen momento para recordar a nuestro delegado y su gran séquito de colaboradores del Distrito que Triana merece una impecable imagen del entorno del Puente, del Altozano y, por supuesto, de ese murallón de la calle Betis que tanto nos representa y del que todavía no sabemos dónde están los azulejos que encargó. ¿Terminará  el mandato con algún  “proyecto impactante” de verdad?



Jose Luis Jiménez

viernes, 28 de marzo de 2014

EL DEDO DE RODRIGO


La Cabaña

       Codeándose con el “Bar Altozano”, pero con otro aire más franco y veraniego, sentaba sus reales la bodega y cervecería “La Cabaña”, un centro más de reunión en la Triana de posguerra. Situado en el primer edificio de Pureza, en la acera que se funde con el Altozano, fue uno de los locales más populares. Marisqueros ambulantes ofrecían allí su apetecible y democrática mercancía de fósforos con bigotes (gambas y camarones) para acompañar el rubio caldo que con tanta generosidad se despachaba sobre el húmedo mostrador, disfrute parroquial al son del palilleo y las palmas de sus asiduos, currantes en salas de fiestas que lucían aquí sus repeinadas cabelleras y sus modernas camisas de colorines. En “La Cabaña” disfrutaban aficionados como el padre y el tío de Naranjito, junto a profesionales del flamenco. Fieles a La Cabaña eran el bailaor Juan Montoya, que solía llegar acompañado de amigos artistas; la llamativa María Jiménez, vecina cercana, que traía desquiciada a media parroquia; Nicolás, el carnicero, quien llevó allí muchas veces a Lola Flores, y no eran extraños en la casa Salvador Távora, Chocolate y Chano Lobato el tiempo que éste vivió en Triana. Mención aparte para los singulares personajes Manolito El Rubio, Paco Béjar y Miguel de la Isla -intérprete éste muy distinguido de las sevillanas-, quienes con el llamado Chico de la Rumba, personaje vinculado al flamenco y al mundo del toro, formaban parte esencial del ambiente. También Manolo Caracol apareció más de una noche por aquel atrayente umbral de Pureza.

        A “La Cabaña” le llegó su hora en la devastadora década de los sesenta. Enrique Carrillo recordando el lugar en la revista “Triana”, cita a Antonio Silva como regidor de la cervecería, un vinatero de Villanueva del Ariscal, honrado trabajador al que pocos habían visto reírse. Adolfo, propietario más antiguo, murió en trágicas circunstancias. Asimismo, durante un tiempo estuvo en manos de un umbreteño llamado Carlos Ruiz.

Ángel Vela Nieto. De "Triana, la otra orilla del flamenco (2)"




domingo, 23 de marzo de 2014

EL FAROL DE MARCHENA


LOS NEGROS CURROS


Ya hemos comentado ampliamente en este blog acerca de los negros que habitaron nuestro arrabal y que llegaron a constituir la colonia más numerosa de la ciudad en el barrio de Portugalete. A mitad del siglo XVI Sevilla llegó a tener 6500 esclavos negros y otros muchos que ya serían libres y que llegaron a fundar  diversas cofradías, concretamente en Triana bajo la advocación del Rosario fundaron una hermandad que fue la génesis de la actual del Cachorro.

Durante el siglo XVI, una gran parte de los negros esclavos llegaron a vivir en la casa de sus amos y los libres, que vivían de ejercer los oficios más modestos, la picaresca y la delincuencia, habitaban en las viviendas más humildes de los barrios extramuros como  el barrio de la Calzada, Triana y El Arenal; de esta manera, al cierre de las puertas de la ciudad,  se evitaba su indeseable presencia en la misma. Los clérigos y los nobles eran las clases que más esclavos poseían siendo especialmente apreciadas las negras que con frecuencia eran concubinas de sus amos.

La presencia de estos esclavos data de cuando los musulmanes compraban negros en África para venderlos a los mercaderes cristianos y en el siglo XIV procedente de las  incursiones castellanas en las costas africanas, ocurriendo el mayor tráfico  a partir de la segunda mitad del siglo XV con las redadas que los portugueses llevaron a cabo en las costas africanas de Guinea. La mayoría de los esclavos terminaban en Sevilla previo paso por Lisboa. El incremento de la población negra de esclavos sufre un fuerte descenso a partir de  la mitad del siglo XVII, coincidiendo con la epidemia de peste en la que murieron en Sevilla cerca de 60.000 personas, siendo los negros uno  los colectivos que más sufrió dicha mortalidad.

Pero muchos de estos esclavos pasaron desde Sevilla hasta América, inicialmente como sirvientes de los castellanos que embarcaban. En 1501 se produce la primera autorización para introducir en las Indias esclavos negros, pese a que el 22 de junio de 1497 los Reyes Católicos, a instancias de Colón con objeto de poblar La Española, ordenan la deportación a dicha isla de todos los delincuentes condenados a destierro. Igualmente se ordenó un indulto general a todos los condenados , excepto traidores y herejes y algún que otro delincuente, para que quedaran exento de toda pena con la condición de emigrar a la Española y servir allí bajo las ordenes de Colón.  Finalmente se consiguió que la mayoría de los pobladores fueran personajes del hampa sevillana entre los que se encontraban un buen número de negros.

A principios del siglo XX, el antropólogo cubano Fernando Ortiz durante una conferencia titulada “Los Negros Curros”, define a unos característicos habitantes negros del barrio del Manglar, extramuro de La Habana, que desaparecieron a mitad del siglo XIX  y cuya memoria se mantiene viva en La Habana a través del folklore y carnaval. Chaquetillas de terciopelo, camisas blancas de manga ancha con pechera adornada, pañuelos de algodón a la espalda, en la mano, al cuello o sobre el sombrero, pantalones acampanados y floreados. Con un andar lento  y mecido y una forma de hablar donde la zeta predominaba en expresiones del tipo “arremangarse”, “jalarse”, “gachón”  o “zumbarse”, los negros curros  alardeaban y mostraban su vanidad y arrogancia.

De vida criminal, pendencieros, siempre con un cuchillo escondido y temidos retadores; así define Fernando Ortiz a este grupo social que llegó a la Habana desde la Sevilla de extramuros, donde el trianero barrio de Portugalete poseía la mayor población de negros.


José Luis Jiménez

martes, 18 de marzo de 2014

EL DEDO DE RODRIGO


Villa Troya


         Situada en la esquina de la Cava de los gitanos (Pagés del Corro) con la calle Troya desde el mes de mayo de 1923 que es cuando el palentino Heliodoro Ramos Mancebo abre su libro de cuentas. Es el tiempo en que es refugio del padre de El Pati cuando no estaba sudando en el Muelle o debajo de un paso en Semana Santa; uno de sus primeros parroquianos. Llegado el momento, se hace cargo del gobierno del mixto establecimiento, taberna-ultramarinos, los hijos del fundador, Manolo, Heliodoro y Joaquín; los tres fueron uno, como los mosqueteros de Dumas, durante más de cuarenta años. En el patio vecinal de la que era accesoria “Villa Troya”, vivió el torero Zapaterito, yerno del célebre Minuto, y, también, el viejo cantaor Tragapanes con su familia.

         El cónsul de Triana de la “Peña Er 77”, Ángel Bonilla, nos acompañó cuando visitamos el establecimiento al día siguiente del cierre. Joaquín, el último de los hijos del palentino Heliodoro, mantuvo abierto hasta el postrer suspiro, ayudado por su cuñado, el penúltimo Curro Puya. Nos contó Joaquín la historia de “Villa Troya” para nuestra sección de El Correo de Andalucía (4-8-1996), y de su mano nos tomamos la última cerveza de un grifo “Cruzcampo” exhausto y definitivamente jubilado.

         Curro Puya nos contó que su tío Rafael cuando llegaba con sus amistades a la Cava (el popular Miguel El Potra entre ellos) colgaba en “Villa Troya” un billete de veinte duros y organizaba un “concurso” de cante y baile entre los gitanitos aficionados.

        Después los íntimos, con El Juani, El Titi, Juan El Piqui, El Papi, gitanos que en el sentimiento de Joaquín eran lo mejor del mundo, se juntaban hasta la honrosa retirada con la mejor de la sonrisa en los labios. Y mientras en “Villa Troya” se despedía la fiesta, daba los buenos días a los que se templaban el estómago antes del tajo en el Muelle, la Algodonera, la fábrica de tabacos o en La Hispano Aviación. Y luego llegó la televisión, el primer aparato de la zona. Pero la modernidad traería el desastre; el popular colmao sin sus gitanitos quedó en una esquina para la nostalgia.

           Y en “Villa Troya” también paraba El Vega; su nieta, Esperanza Fernández, lo recuerda en un emotivo tango: “…arréglate que nos vamos/ a tomar café a Villa Troya…”.


Ángel Vela Nieto. De "Triana, la otra orilla del flamenco (2)". 

jueves, 13 de marzo de 2014

EL DEDO DE RODRIGO

El Morapio

          Negocio familiar que desde 1959 estuvo situado en la calle Pelay Correa, 79, en el patio terrizo de un corral de vecinos que sirvió de terraza con el adorno natural de una parra. La taberna “El Morapio”, antes conocida como bodega “El Piquislabi”, estaba revestida, empapelada, de recortes de prensa, carteles y añejas fotografías taurinas y flamencas. Fue uno de los lugares más flamencos de Triana, donde acudían los artistas después de actuar en los teatros sevillanos, seguros de que allí encontrarían otro espectáculo -único- y un estimulante caldo de puchero. El bailaor Paco Vega recreó su ambiente en la obra “Triana Viva” (1994), recordando las madrugadas de Viernes Santo cuando los gitanos de Triana se reunían a la espera de la salida de la Esperanza y continuaban después en una juerga interminable. “El Morapio” constituyó el penúltimo refugio de los noctámbulos juerguistas en busca del primer café y copa de aguardiente de la naciente mañana para seguir en el limbo de la fiesta. Allí, Miguel El Bengala, tío de Curro Vélez, suegro de un Habichuela y abuelo de un Ketama; la raza se bifurca… Allí, Antonio Mairena guiado desde su pueblo, tras los primeros cantes, por Ricardo Miño y Manuel Molina, el día que mejor cantó el maestro en Triana… Allí La Tina, La Posaera -antigua bailaora de cafés-, La Remedios, La Pastorita, Antonio Maya, El Coco, El Herejía… todos del barrio para el cante y el baile más genuinos. Y allí la más rica y reparadora pringá…

          En octubre de 1972 sirvió de escenario para el programa televisivo “Rito y geografía del cante”. En uno de sus acogedores rincones acristalados cantó sus fandangos Gordito de Triana y tuvo espacio gozoso el tango en la voz de Carmen Montoya y Manuel El Titi, a los que dedicaron su baile de patio de corral Carmen de Diegueles (familia de La Negra), Pepa La Calzona, El Morito y el propio Manuel El Titi; magia trianera en estado puro… En Triana yo he nasío/ y en Triana me crié,/ y en la orillita del río/ encontré yo mi querer. También dejó en El Morapio sus soleares trianeras Manolo Oliver ante un embobado espectador al que se conocería por El Cabrero.

          En 1973, una noche de la primera Feria en esta orilla, estalló en “El Morapio” una gran fiesta en la que participaron Lola Flores y El Pescaílla, Curro Romero, Álvaro Domecq, Juan de la Vara, Rancapino, Terremoto y El Niño de la Calzá mezclados con arte de la tierra. El empresario Pepe Casas, gran aficionado llevaba a aquel rancio patio a sus artistas y, entre ellas, a la muy popular vedette Gracia Imperio, mujer decidida y generosa a la que le gustaban los fandangos de El Gordito de Triana; algunas veces se establecía un premio al mejor fandango entre el citado Gordito, Antonio El Sevillano y El Niño de Aznalcóllar; al final se repartían el dinero como buenos hermanos en el cante. Son muestras de lo que supuso para la fiesta este colmao donde, además, paraba todo el bronce humano de Triana, con mujeres que bailaban como los ángeles.

           El 15 de septiembre de 1976 se celebró en su patio el bautizo de uno de los hijos de Manolo el de La Bella y dio tiempo para que bailara y cantara medio mundo flamenco trianero: La abuela, madre de La Bella, con el popular Joseliqui; La Bella con El Gringo... día inolvidable por los que lo disfrutaron.

           Los años setenta fue lugar de reunión de políticos y estudiantes, progresía aficionada que conformaba una extraña mezcla con los habituales parroquianos. En este tiempo, Manolo el del Morapio, a quien entrevistamos junto a La Bella, su madre, una mañana de hace algunos años y que se llevó allí toda la vida, ejercía ya de regidor del negocio. Desapareció el patio del Morapio en la primavera de 1989. Esperaba la piqueta que -esaboría- acabó con la fiesta. Señalemos la particularidad de que en el Morapio tuvo vivienda su propietario Juan Montilla, cobijo que, con el negocio, heredó su sobrino Manolo (Manuel Moreno García, nativo de la Cava), quien tuvo devoción por él hasta el punto de que cuando aquel enfermó iba diariamente al Polígono San Pablo, última residencia de Montilla, para velar por sus postreras necesidades. Estaba bien dotado de mundología Juan Montilla, acogía y ayudaba a los artistas, veteranos o no, en malos momentos; Rosalía y La Posaera estaban siempre al calor de su afecto.

        Ricardo Miño habla en sus recuerdos de “El Morapio” de principios de los setenta: “A esa hora -las claritas del día- solía estar el dueño, Juan Montilla, sentado en un rincón ante su mesa de camilla, junto a la cantaora Rosalía de Triana; también Manolito, el hijo de La Bella, que era el encargado, y la que llamaban La Sorda, que preparaba el café”. El vástago de Ricardo y Pepa Montes le dedicó unas bulerías en su primer disco.

 Ángel Vela Nieto (del libro " Triana, la otra orilla del flamenco ". 2º. tomo) 

viernes, 7 de marzo de 2014

EL CHUZO DE MARCHENA


UNA PERSECUCIÓN AL FLAMENCO EN SU PROPIA CUNA.


El último pleno de la Junta Municipal del Distrito Triana aprobó por unanimidad poner  el nombre de “Naranjito de Triana” a un certamen flamenco que dicen que se celebra en la Velá de Santa Ana. O los miembros de la Junta no tienen claro lo que es un certamen o no tienen ni idea de lo que es Flamenco, o tal vez  ninguna de las dos cosas.

¿Alguien recuerda que en los últimos años se haya disfrutado de un certamen flamenco en la Velá?  Es cuestión de repasar los programas para observar que no hemos tenido ningún  evento de este tipo ni nada parecido en las últimas Velás.

Lo único que si ha demostrado este gobierno municipal es su predisposición para cerrar locales donde se celebran actuaciones flamencas. Tenemos las recientes órdenes de clausura en Triana de Casa Anselma, T de Triana o el Clarín de Triana. Y como colofón  tenemos que destacar el cierre de la Peña Flamenca Torres Macarena,  un local que llevaba abierto desde hace cerca de 40 años y que constituía todo un referente del Flamenco en Sevilla.

Este es el respeto que está demostrando el grupo popular, con Zoido a la cabeza,  por el Flamenco ¿Tiene algún sentido dotar de nombre a un certamen que no existe cuando día a día están demostrando que el Flamenco le importa un bledo?

En septiembre del año 2013, la dirección del distrito de Triana me pidió, de una manera informal, algunas propuestas de cómo fomentar el Flamenco en el arrabal    dentro de lo que podría ser  una especie de plan turístico en Triana con el Flamenco como eje fundamental.

A los pocos días entregué este texto para que sirviera de guion:

EL FLAMENCO COMO VALOR TURISTICO DE TRIANA

La marca “Triana”

La recurrente apuesta  por Triana dentro de los planes globales del turismo sevillano viene terminando, una y otra vez,  en agua de borrajas. Sin entrar en un análisis profundo de los motivos, no podemos concluir diciendo que es por falta de presupuesto económico ni por falta de convencimiento. Es evidente que la marca “Triana” suena, incluso a nivel internacional, pero pocos forasteros serían capaces de establecer razones  tangibles que permitan establecer criterios contundentes que sean la base de un soporte “comercial” eficiente  para un desarrollo turístico adecuado. Parece claro que lo primero es poner sobre la mesa las razones por las que Triana debe ser un referente turístico internacional; razones que tienen que partir de aquellos que mejor conocen el arrabal y que tras un adecuado guisado sirvan para confeccionar un “plan turístico” eficiente. En definitiva se trata, ni más ni menos, que derramar ante el mundo todo el contenido, razones intangibles incluidas, de la marca “Triana”.

Las razones fundamentales del proyecto turístico de Triana

Sin lugar a dudas “EL Flamenco” debe de constituir una de dichas razones fundamentales para el desarrollo turístico de Triana y que, al igual que el resto de las razones (la cerámica, los toros, la gastronomía, los monumentos, las hermandades, La Velá, etc), sea un catalizador perfecto para potenciar la industria turística. Queremos destacar este punto porque nos parece fundamental mostrar al Flamenco en el entorno de Triana; como en este estudio preliminar indicaremos,  se trata ni más ni menos que todas estas razones turísticas se catalicen y potencien entre ellas para que el resultado final sea contundente y eficaz.

El esquema del proyecto global  y su desarrollo.

Imprescindible se antoja  la colaboración, en todos los niveles, de los comerciantes y vecinos del Barrio.  No solamente por la percepción positiva que los  visitantes se lleven de los anfitriones sino porque sin la colaboración y aporte de ideas de los trianeros, comercios incluidos, difícilmente perdurará este proyecto.
La colaboración y compromiso del mayor número de entidades y administraciones públicas permitirán que este proyecto se convierta en algo permanente. La supervivencia de un proyecto siempre juega a su favor y, en nuestro caso, la apuesta debe ser que Triana se convierte en todo un referente turístico internacional.
La aportación al proyecto de los artistas (ceramistas, flamencos, poetas, pintores, toreros) y estudiosos del barrio  permitirán dotarlo de la esencia necesaria para que el resultado final sea lo deseado.

El empeño y  la mejora día a día son garantes del éxito del proyecto. Esto se traduce en un necesario mantenimiento y cuidado, con la inversión necesaria que estos aspectos conllevan. El objetivo final debe ser alcanzar y mantener un alto grado de excelencia.

Máximo aprovechamiento de todo el caudal artístico, histórico monumental  y museístico, teniendo en cuenta que el entorno debe de jugar un papel fundamental. Ni uno solo de los monumentos, iglesias, noticias históricas, artistas u obras podemos dejar de tener en cuenta porque la suma de todos ellos harán que el proyecto sea espectacular.

Algunos apuntes acerca del proyecto Flamenco

Tal y como hemos apuntado el Flamenco constituye una de las razones fundamentales de este proyecto. Sin embargo conviene tener siempre presente, para que no se pierda de vista jamás, cuáles han sido las contribuciones de Triana al mundo del Flamenco. Es la primera tarea por tanto la de describirlas, defenderlas y divulgarlas adecuadamente.
Estudiar la Triana actual para sacar el máximo aprovechamiento de sus espacios con objeto de establecer las mejores estrategias. En este punto parece fundamental el efecto catalizador de cada una de las acciones sobre las demás que redundarán en la globalidad del proyecto. A modo de primer apunte y casi como tormenta de ideas,  quiero dejar algunas propuestas en este apartado:

a)         Misa flamenca: una buena manera de escuchar flamenco en Triana sería interpretar la Misa Flamenca dentro de, por ejemplo, la Iglesia de  Santa Ana. El efecto conjunto de dos razones, monumento y flamenco, potencian el resultado. Esta Misa Flamenca ya existe y es cuestión que con un grupo de artistas se vuelva a montar y ensayar para que se pueda interpretar al menos una vez al mes.

b)           Escenas flamencas: la mejor manera de mostrar un patio de vecinos trianero podría ser recrear, por ejemplo, la “Asamblea General” de Serafín Estébanez Calderón en un corral de la calle Castilla o en el propio Paseo de la O. Este documento fundamental e irrefutable de la importancia de Triana en la génesis del Flamenco, totalmente desconocido para los visitantes , podría tener una interesante puesta en escena que, en el entorno adecuado, constituiría una atracción turística inédita. Aquí también se pone de manifiesto el efecto positivo de la unión de dos razones turísticas.

c)            Concurso de saetas: con la llegada de la Semana Santa la organización de un concurso de saetas en el entorno de las iglesias trianeras parece que se convierte en un acto fundamental. Este concurso es un evento flamenco muy seguido en muchos municipios andaluces y en Triana, con una adecuada coordinación con las hermandades, podría ser todo un referente.

d)           Las calles y lugares flamencos: lugares como ” La Cava”, El Zurraque, La Plazuela, Monte Pirolo. El Altozano, etc. hay que mostrarlos y marcarlos como uno de los hitos flamencos de Triana. Una especie de ruta flamenca marcando y referenciando dichos hitos permitirán a los visitantes conocer el barrio y acercarles físicamente su historia flamenca.  El  novedoso sistema “Past View” puede resultar interesante.

e)           Festival flamenco: no hay pueblo o territorio  flamenco de importancia que no disponga de su festival de verano: El Potaje de Utrera, El Gazpacho de Morón, La Reunión de La Puebla de Cazalla, La Caracolá de Lebrija, El Festival de Mairena, etc. Triana tiene que tener una cita anual veraniega con el Flamenco. El Hotel Triana o el Patio del Colegio Reina Victoria son lugares apropiados para el evento. Orden y organización no pueden faltar.

f)            Concurso de cante ( baile o guitarra): como prolegómeno del propio festival Flamenco o de la propia Velá de Triana, incluso como acto de la Velá, no puede faltar en Triana un concurso para aficionados. Con unas reglas y dotación económica adecuada se puede llenar casi una semana flamenca. Los espacios escénicos pueden ser desde el Salón de Actos del Reina Victoria o de los SAlesianos, al Castillo de San Jorge o incluso algún local o patio particular de Triana.

g)         Exposiciones: no pueden faltar dos o tres exposiciones flamencas a lo largo del año. Carteles flamencos, discos,  mantones,  ropas de baile o instrumentos flamencos. EL espacio ideal el Castillo de San Jorge o el Centro Cerámico.

h)           Conferencias y  mesas redondas: al menos una vez al mes debe ser el objetivo. Una conferencia o mesa redonda sobre asunto flamenco  que debe de concluir con la ejecución de cante, toque o baile. Espacios escénicos pequeños y con medios de proyección y audiovisuales adecuados.

i)             Películas y videos de temas flamencos: la proyección de una película con temática flamenca que se puede concluir con una mesa redonda parece una actividad que debería de ofrecerse con alguna regularidad. Rito y Geografia del Cante, colecciones privadas de aficionados, algunas series comerciales y películas antiguas de temática flamenca nos permitirán mantener esta actividad sin demasiada inversión.

j)          La programación de la Velá: incluir dentro de la programación de la Velá el mayor número de actividades flamencas posibles. Incluso promover las actuaciones flamencas en las propias casetas.

Termina este estudio con una estimación  económica detallada  de la inversión, que cifrábamos en 110.500 euros anuales y unas conclusiones donde poníamos de manifiesto que una coordinación eficaz y la colaboración imprescindible de los que puedan aportar sus conocimientos y arte en el proyecto culminaran con éxito los objetivos marcados.

Un breve y escueto agradecimiento con un ya te avisaremos fue la respuesta de este distrito que definitivamente apuesta por una persecución en toda regla de todo lo que suene a Flamenco en esta cuna del mismo.

José Luis Jiménez

martes, 4 de marzo de 2014

EL DEDO DE RODRIGO


LUGARES FLAMENCOS DE TRIANA


La vieja calle San Juan


          Merece un epígrafe esta vieja calle, la calle de la libertá, que recuerda el cancionero flamenco. Su formación como vía habitada es del siglo XVIII, partiendo de la Cava Nueva (de los gitanos) para desembocar en el campo, mirando a San Juan de Aznalfarache. Y por esa orientación se llamó así, San Juan (1815), después de rotularse Béjar y antes de definirse como Evangelista a mediados del XIX. Se trata de la arteria matriz de los célebres Callejones y fue solar de labradores, clérigos y tejareros que convivieron con las familias gitanas que laboraban en sus herrerías por los callejones adyacentes y los que moraban los patios de vecinos del primer tramo, que era el habitado; más allá tapiales de tejares y almacenes hasta abrirse al camino de “Los Gordales” hacia San Juan en la que durante el XIX llamaron “la choza del Botijero”.

           El escritor Manuel Chaves Nogales radiografió la calle Evangelista: “Genuina residencia de gente de color, goza de cierta leyenda trágica. Viven en sus casuchas miserables casi todos los gitanos de Sevilla; hay algún que otro refugio para gente maleante”. Una vieja letra de las que recoge Demófilo evoca el legendario lugar: Cayesita e San Juan/ le han puesto los esertores/ caye de la libertá. Es la calle de los Cagancho, los Vega y los Montoya, donde también moró el romancero mayor del reino, el trianero Juan José Niño López, donde convivieron herreros y jornaleros del barro, los Vargas y Lérida con los Canela, y donde no faltaron las tabernas y hasta algún carabinero desnortado. En la casa número siete nació La Lole, hija de La Negra y Juan Montoya y, más allá, existía el corral de la familia del Herejía y su hermano El Juto. En estos dos hermanos se condensa la característica principal de los gitanos flamencos de la Cava, bailen o canten, cada cual siente de manera única. “Triana Pura” fue la postrera muestra de esa identidad.

La Plazuela



            Nombre común de la plaza de Santa Ana o Sacra Familia. Con su resto de caserío del XVIII y XIX abandonado por las familias que lo habitaron hasta los años sesenta, su puerta del templo de la reforma de 1690 y su reseca y tosca taza de fuente. Fue enclave predilecto del clasicismo de Triana; espacio interior donde en su discurrir rinden pleitesía urbana las calles Pelay Correa y Rodrigo de Triana. La plazuela de Santa Ana que quedó en el título de una historia de Estébanez Calderón (1847), sirve de escenario de espectáculos flamencos en noches de Velá de la Patrona. Aquí debutó “Triana Pura y Pura” para mostrar el arte de la Cava de los gitanos; aquí cantaron Oliver y El Arenero cuando eran prodigiosa novedad pública, entronando ante la puerta de los pies de la catedral trianera la dulce soleá del barro, y aquí cantó y pregonó la fiesta de julio Naranjito de Triana.

            En los años cincuenta y sesenta, cuando en ella vivía Luis Caballero, la taberna del Vélez, que evoca El Pali en sus memorias, acogía el cante al encenderse las gargantas, o el baile en el momento en que los pies se elevaban haciendo compás y tenían que saltar de la silla. Hoy, cotidianamente, es lugar tapero, como media Triana. Lejos quedó aquella plazuela de la vida, de la gracia y la desgracia que canta una cierta farruca: La Pili nació en Triana/ entre fandangos y olés,/ y al verla se acabó el cante/ y echaron tos a correr./ Se emborrachó con vinagre/ y la plazuela explotó./ ¡Ay, Pili, Pilili, Pilili,/ hasta el pavimento se desintegró.

            Pedro Ricardo Miño en su disco “Piano con duende” (2003) incluye un tema titulado “Una fiesta en la Plazuela”. También La Lole se acuerda de la emblemática plaza en su trabajo “Metáfora” (2007) y titula así, “La Plazuela”, al primer cante del cedé.

Ángel Vela Nieto (del libro " Triana, la otra orilla del flamenco ". 2º. tomo) 


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