sábado, 31 de agosto de 2013

EL DEDO DE RODRIGO



                                           Manolito León


            Hermano de Rafael Niño de Triana, bailaor y maestro de baile. Marcha a Madrid junto a su hermano que tomará su camino como cantaor. Manuel se instala en la calle de la Madera pensando más en dar clases que en bailar ante el público y pronto, por su innata listeza, se hace con las riendas del ambiente. José Blas Vega, maestro de la investigación flamenca, después de señalar que por su casa pasaron aventureras, cupletistas famosas y las bailarinas más populares de la época, inserta en su libro de los cafés cantantes de Madrid el artículo que le dedica en 1913 el célebre escritor Eduardo Zamacois y que por su riqueza descriptiva e interés reproducimos.

      Zamacois hace primero referencia a su casa junto al café La Marina y a un burdel: “Allí vive un hombrecito, ya cuarentón, seco y pequeño de cuerpo, pajizo de rostro, muy andaluz en el hablar y con algo señaladamente femenino, blando y untuoso en todos los gestos, mudanzas y actitudes de su amable y mezquina persona. Este hombre es el famoso profesor de baile Manuel León Fontanilla, a quien el mundo de los teatros, del flamenquismo y los cafés-conciertos llaman Manolo a secas, sin que nadie lo confunda con otro homónimo de su profesión, lo que atestigua su popularidad y la buena ranciedad de sus servicios. Yo lo conocí, hace bastantes años, en su academia de la calle de la Madera; acababa de venir de Sevilla, su tierra, y sus vivaces ojuelos mostraban la alegría y la optimista inclinación al trabajo de la juventud. Pero estos saludables ardores fueron extinguiéndose, y hogaño Manolo, usado por el tráfago de sus múltiples negocios, y descolorido por el comer sin sosiego y el mal dormir, con sus zapatos de tela, su pañuelo anudado al cuello y la mimosidad de sus actitudes, parece una vieja.

              “El maestro Balzac hubiera querido estudiar a este tipo admirable –sigue el discurso de Zamacois. El mundo pintoresco de las aventureras y cupletistas nadie lo conoce como él. A las muchachas que pretenden dedicarse a la farándula, él las enseña a bailar y luego las contrata. Si un caballero desea acercarse a una artista y, para conseguirlo, recurre a Manolo, éste, servicial y mundano, dispone la entrevista. Si una desnudable riñe con su protector y quiere vender sus muebles o sus mantones de Manila, él se los compra; si necesita dinero a rédito y las garantías que ofrece son suficientes, él se los procura; si, por el contrario, sus asuntos prosperan y necesita adquirir algunas joyas, él dirá dónde puede comprarlas más baratas y mejores. Y así, a lo largo de los años, en este sempiterno tejer y destejer de los caprichos amorosos, en esa petulancia fanfarrona de la riqueza que paga sin regateos y de la necesidad que vende a cualquier precio, en ese hilo de plata que, en el derivar de la vida, va dejando tras sí lo mismo la bonanza que la miseria fue donde las manos hábiles y guardosas de Manuel León Fontanilla ganaron fortuna”.

             Y concluye: “Hoy los negocios del bailarín trianero marchan gallardamente; hoy su casa de la calle Jardines es un verdadero hostal de la alegría, donde se canta flamenco, se enseña a bailar y se sirven vinos andaluces de marca. El café que ostenta en su fachada, pintada en rojo, el clásico nombre de Antiguo Café La Marina, ocupa la planta baja del edificio, la academia de baile está en el principal”. A todo el edificio se conocía como casa de Manolo el Marica, remarca Blas Vega.

              Al hablar de su hermano Rafael anotamos el nombre de los padres de Manolito León, Rafael León Pineda y Antonia Fontanilla, joven matrimonio que en 1870 eran padre de un niño que había nacido el año anterior, un Manolito León que vino al mundo en una casa de vecinos de la Cava Vieja (número 14) y que en el censo vecinal de 1895 se dice que tenía veinticuatro años, viviendo con su madre, ya viuda, y sus cinco hermanos; su Rafael era el benjamín de la familia. Manolito León supo bandearse en el baile y en la vida.


Ángel Vela Nieto (Del libro “Triana, la otra orilla del flamenco”).   

miércoles, 28 de agosto de 2013

UN MUPI IMPACTANTE



Pues ya tenemos en El Altozano lo único que nos faltaba: un MUPI. En plena moda de inventar vocablos con las iniciales de la frase que los define ya hemos conocido un nuevo artefacto que han venido a situar en nuestra plaza principal. Como MUPI (mobiliario urbano para la presentación de información) han venido a definir a este  elemento que, en este caso contiene un inútil plano con el que - supuestamente-  los turistas que llegan despistados a Triana podrán orientarse y conocer todos los encantos del arrabal.

 El plano es general de la ciudad y, en este punto, sufre una ampliación parcial a mayor escala que se corresponde con una parte de Triana. En la parte inferior destaca un directorio con los principales monumentos de la ciudad numerados. El número 1 es la “Catedral y Giralda” y el último representado se corresponde con el “Pabellón de Marruecos", designado con el número 47. Comenzamos a buscar qué número le han asignado al Puente de Triana y vemos que no aparece en el directorio. Tiene tan poca importancia el Puente que hasta el nombre lo han tapado con el símbolo de “usted está aquí”. Se ve que alguien ha pensado que el Puente de Triana no merece estar en la lista de destacados. En cambio sí que aparece con el número 42 el “Centro Cerámica Triana”. Para los que no lo tengan claro este centro es el que llevan inaugurando varios años, la última fecha la dieron en mayo y dijeron que se inauguraba antes de terminar el verano; claro que no dijeron de qué año.  Ya mismo veremos a los forasteros enfilando San Jorge y preguntando en Casa Manolo por el aún fantasmagórico Museo de la Cerámica;  al menos podrán degustar una cerveza con tapa.


Pero el vulgar plano ni tan siquiera contempla los últimos cambios de nombres de calles, por ejemplo Juan de Lugo cambiada por Torrijos y ésta que ahora lleva el nombre de  Cristo de las Tres Caídas. Completan los principales monumentos trianeros La Iglesia de Santa Ana, la Capilla de los Marineros, La Basílica del Cachorro y el Castillo de San Jorge. Esas son todas las rutas, corrales y monumentos destacados que tiene el Barrio.

El chisme en cuestión se enmarca en el Plan Turístico de Sevilla. Lo que desde el Ayuntamiento vienen llamado como una “iniciativa estratégica con el objetivo de diversificar y ordenar la oferta turística de la ciudad” y que vienen anunciado desde hace más de un año. Y yo me pregunto  ¿eso es todo lo que han hecho para potenciar el turismo en Triana durante este verano? El anterior nos engañaron con el “Proyecto Impactante” de los azulejos de la zapata –seguimos sin saber dónde están dichos azulejos-, desde hace más de dos años nos están dando pares y nones con el Centro Cerámico de Triana y este verano nos instalan un “MUPI IMPACTANTE”. ¿Hasta cuándo seguirán riéndose de nosotros?

Y mientras tanto el Delegado del distrito en la web “Sevilla Ciudad” – dicen que pagamos por esta web a ABC la friolera anual de 527.000 euros-  sigue anunciando limpiezas de manchas de aceite, arreglos de adoquines, vallados de parques y podas de árboles. Más que un delegado de Triana parece que tengamos a un jefe  de mantenimiento;  sólo le falta el casco y el mono azul. 

¿Qué vamos a esperar de quién ha colocado un directorio de monumentos en pleno Altozano ocultando al Puente de Triana?


José Luis Jiménez

domingo, 25 de agosto de 2013

EL DEDO DE RODRIGO

     

Con él llegó el escándalo


            Triana, que en los siglos pasados no se privó del disfrute de la ilustrada amistad del teatro en escenarios propios, mantuvo un público adicto a las artes de la escena muy bien considerado por las compañías de actores y los mismos autores que no pocas veces la utilizaron como fuente de inspiración (ejemplo decimonónico fue “La Perla de Triana”, Nogués y Cansino, 1884 estampa musical de insistente representación). Al efecto, ilustramos este comentario preambular transcribiendo el enunciado de un programa musical del mes de febrero de 1778 que rezaba así: “María Solís, dama primera de la Compañía Cómica Española de esta ciudad, ofrece con sus compañeros a tan respetable y afecto público de Triana, para el jueves 12 del presente mes, la gran comedia intitulada Lo que puede la aprehensión”.

       Triana ya era mención en la voz teatral. Así en el siglo XVIII López de Castro escribió “Los Hechizos de Triana”, y el autor Fernández de Bustamante la obra “Mágico Diego de Triana”. Con la llegada del Romanticismo y el costumbrismo sevillano se escenifica “Una noche en Triana”, de Connges. En el XIX los sainetes de temas locales “Una moza en Triana” y “Dieciséis leguas de Sevilla en Triana”, de Bretón de los Herreros, son otros ejemplo de inspiración trianera.

              Para el fenómeno cinematográfico, Triana fue como un pueblo cualquiera de Sevilla. Las gentes, antes de ser testigos del invento, habían oído hablar de sus excelencias por las proyecciones que, desde 1896, se estaban celebrando de manera experimental en locales de espectáculos públicos del apartado y extraño centro de la ciudad. La primera tuvo lugar en el Café Suizo de la calle Sierpes. Ese mismo año llegaron a la capital andaluzas los hermanos Lumiére en visita de promoción de su proyector; dos años después, en 1898, los representantes de los inventores galos rodarían el primer reportaje de nuestra Semana Santa conteniendo las más antiguas imágenes movientes del trianero Cristo de las Penas.


Ángel Vela Nieto (De “Triana, un barrio de cine”).

viernes, 23 de agosto de 2013

PEDAZOS DE TRIANA EN VEJER DE LA FRONTERA


Cuando se visita una ciudad con la cámara fotográfica en la mano, no queriéndose perder ni un solo detalle de la misma,  es inevitable comparar e incluso trasladar algunos de esos detalles hasta nuestra ciudad de origen;  máxime cuando la industria del turismo es de lo poco que nos va quedando en nuestro querido arrabal y, tal y como se van desarrollando los acontecimientos, vemos la escasa o nula importancia que le prestan nuestros gobernantes. 



Contemplar pausadamente un destino como Vejer de la Frontera te llena de admiración y –por qué no decirlo- de envidia sana. Un municipio de menos de 13.000 habitantes que sobrevive gracias a la industria turística; pero no de cualquier manera sino con un alto grado de excelencia. Poniendo en valor su impresionante arquitectura donde la muralla árabe y el laberinto que forman sus calles, salpicadas de buganvillas y de bellas casas con típicos patios, forman un conjunto de incalculable valor histórico y artístico. Apoyándose del Flamenco como un ingrediente fundamental para despertar el interés de los visitantes, para ello cuentan con la “Noche Flamenca en las Murallas de la Segur” que este año ha cumplido 41 años y del “Concurso de Flamenco para aficionados Ciudad de Vejer”  que cuenta ya con dieciseisava edición. A todo ello hay que añadirle la posibilidad de disfrutar del litoral marítimo a menos de quince minutos en coche.  Y como colofón una buena oferta de establecimientos hoteleros y de restauración con un alto nivel de calidad a un precio razonable.

Retablo de la Virgen de la Oliva de A. Kiernam realizado en Cerámica Santa Ana

Pero a la vez que descubrimos bellos rincones, plazas, arcos y pozos perdidos en los interiores de las típicas casas vejeriegas, también pudimos recrearnos con diversos retablos cerámicos de sello trianero. La Virgen de la Oliva, patrona de Vejer, es la imagen más venerada de la villa y es precisamente en este mes cuando se celebra una velada en su honor. De todos los retablos mencionados destacamos el que se ubica en la Iglesia del Salvador, firmado por Antonio Kiernam en 1954 que  , según consta en la leyenda del mismo, fue sufragado por el Ayuntamiento de la ciudad.  Podrán imaginar la emoción que nos produce encontrarnos de repente, al doblar una estrecha callejuela, con estos pedazos de Triana tan repartidos por todo el mundo y que forman parte de la historia y del legado artístico de nuestro barrio. Sólo falta que se terminen enterando los que gobiernan la ciudad para que de una vez por todas tengan la vergüenza de abrir el Museo de la Cerámica de Triana.

Arcángel. Miguel Ángel Cortes y "Los Mellis"

Y después de mucho andar, subiendo y bajando las cuestas de Vejer,  al llegar la noche pudimos relajarnos  en las Murallas de la Segur donde Arcángel, Jesús Méndez, Carmen de la Jara, José Canela, Rocío Fantoba y la bailaora “La Piñona”, acompañados de sus respectivos cuadros flamencos, nos hicieron disfrutar de una extraordinaria velada flamenca donde los ecos de la siguiriya, en la voz de la sorprendente y joven Rocio Fantoba, y  de la soleá apolá, en una interpretación muy personal de Arcángel, nos transportaron de nuevo  a Triana.


Rocio Fantoba, ganadora del anterior Concurso Flamenco para Aficionados Ciudad de Vejer, y Juani de la Isla

Tanto la cerámica como el Flamenco, dos indiscutibles valores trianeros  que quieren borrarnos de la memoria artística del arrabal, sirven para que muchos destinos turísticos mantengan la única industria que en la actualidad deja un atisbo de esperanza para sobrevivir en un país  que los políticos han esquilmado.
Al menos nos queda la esperanza que la que parece será la próxima presidenta de la Junta de Andalucía mande un poco de aire fresco para este Barrio que lleva años desangrándose. Sólo pedimos lo que de justicia nos corresponde.

José Luis Jiménez





miércoles, 21 de agosto de 2013

EL DEDO DE RODRIGO



Nacer de barro

            La mujer de Juan, el alfarero, se había puesto de parto. Era entonces Triana, primeros años de los cuarenta, o sea, de la que resultaría interminable posguerra, un tejar infinito, una sucesión de hornos y mantillos, de atardecidas de cielo ahumado, de jornaleros de negra faja salpicada de sol a sol, de humedad y fiambreras. El tejar donde el joven Juan laboraba en su torno, convirtiendo con sus manos siempre mojadas pellas de barro en tejas y macetas, estaba situado en la llamada Cava de los civiles, frente al colegio de las monjas -su comedor y su reloj público- a escasos metros del cuartel del “todo por la patria”, que había dado nombre a esa mitad de la calle Pagés del Corro; era el tejar de Ana Galocha, miembro de una familia dedicada desde varias generaciones atrás al mundo alfar.

            El tejar se situaba al fondo de un profundo solar limitado por los muros de las casas paredañas, el corral del Cura y una casa de vecinos, el número 5. La vivienda del maestro del tejar era allí la única existente, modestísimo y alzado habitáculo de una sola habitación a la que se accedía ascendiendo por unas escalerillas metálicas que se decía había llegado del desguace de un barco noble… sí, de un yate que había pertenecido a la Casa Real, nada menos. Lo cierto es que la mujer del alfarero se había puesto de parto; no era la primera vez, tenía ya una hija; para Juan era su quinto vástago. Y es que ambos se habían unido después de enviudar, así que cuando se casaron ya llevaban una prole bien sonora. Pero el que llamaba a la puerta del mundo era el primero del matrimonio. Se hacía la noche de un julio sofocante y decidieron, para alejar a los niños del “espectáculo”, bajar a la parturienta al mantillo al abrigo de la boca de un horno viejo e inutilizado después de depositar una carga de virutas, colocar encima el colchón y cercar el urgente “paritorio” con unas sábanas.

            Al mantillo –espacio terrizo, ancho y llano, donde se soleaban las piezas elaboradas- daba la trasera del telón del cine Avenida con su imagen traslúcida de fantasmagorías y sus voces y músicas atrayentes y benefactoras, era la señal de que el mundo continuaba su camino ajeno a “la película” que se empezaba a rodar tan cerca. Avisada la matrona y la mejor amiga de la pronta mamá, una vecina esposa de un capataz cofradiero íntimo del alfarero, el nuevo trianero llegó entre las dos funciones del Avenida, así que lo primero que escuchó, amén de su propio llanto, fue la sintonía del NO-DO y, enseguida, la fresca voz de Sarita Montiel que, con dieciséis años –de ella era la película que aquella noche se proyectaba-, se iniciaba como actriz cinematográfica, un debut para otro “debut”. Los cinco niños de la casa durmieron esa noche sobresaltados por tanto trajín, y madre y recién nacido pasaron juntos la noche envueltos en un confuso sueño bajo todas las estrellas.

Aquel recién nacido, tan de Belén de barro, traía su mensaje divino: de cómo con amor pueden convivir, como verdaderos hermanos, hijos de tres matrimonios distintos en una habitación partida en dos. Esperaba a la mamá la pesadilla de tener que cuidar a un bebé atendiendo a cinco niños más y en circunstancias poco amigas, pero quien pensaba en eso...


            Ángel Vela Nieto

viernes, 16 de agosto de 2013

EL DEDO DE RODRIGO


Costa Triana


            Sí, no cabe duda de que esta playa sin mar, pero con río, tiene sus atractivos, aunque este río sestee y nos despiste de su vida anterior, de su plenitud, pero ahí está con su oferta de agua para baños que algunos aprovechan; no tantos como antaño cuando todos los jóvenes se abrazaban a él como a un generoso camarada bienhechor, y hasta había –y no pocos- que clavaban en su falda maternal su cabeza desde las mismas barandillas del puente, trampolín que en tiempos ofrecía todo un espectáculo gratuito.

            Desde que el Seat 600 y la tele irrumpen en la cotidianidad, el veraneo se revoluciona. Las visitas a las playas se hacen cotidianas y las ausencias a los cines de verano también; un nuevo estilo de vida se va a imponer y los patios y corrales de vecinos se “culturizan” y distraen con lo que les cuentan desde lo que se llama la pequeña pantalla y los entusiastas viajeros de la calle. El cine perdió su indiscutible autoridad y el conocimiento se pragmatiza; los sueños del cine, los paisajes del cine, los rostros del cine ya no monopolizan el saber y la curiosidad universales. La silla de enea de la terraza cinematográfica se cambia por la butaquita casera o el skay del seita. Los rostros de la televisión se hacen de la familia, y todo lo que nos dicen será distribuido después por las aceras y las tiendas como se contaban las películas del Avenida, Alfarería, La Estrella o San Jacinto.

            Y así ha ido el veraneo evolucionando hasta la eliminación del cine, mientras se ensanchaban las pantallas caseras y los asientos del coche. Pero lo primero va contra lo segundo porque éste no se mueve por simpatía; exige una paga y dicen que estamos en crisis. Así que resta la posibilidad de veranear en Triana y, como ocurría antiguamente con determinadas playas, cada año se ve más gente disfrutándola. Y es que costa Triana presenta su atractivo intacto. Todo es salir de casa y notamos como unos brazos te estrechan… no es la calor, es lo que te quiere tu barrio y lo que te agradece que lo hayas elegido para pasar tu agosto. Además, su última oferta es la de otro paseo marítimo, el de la nueva calle San Jacinto. Que no nos falte de ná, como canta Manuel Melado.

            La crisis tiene sus ventajas. Una de ellas es que ya no cierran tantos bares como hace unos años. Antes te sabías de memoria las barras cerveceras de guardia, y hasta tenías que andar un rato para alcanzarlas. Ahora raro será que el bar, “tu” bar, no te esté esperando a la hora que sea; así que aprovechando el mal gusto de los que todavía se van a la vera de los mares el mes de agosto, lleguemos a la hora que lleguemos, siempre seremos los primeros; se acabó por este gozoso periodo estival, el coger el vaso por encima de las cabezas de la apretada primera fila y de tenerte que tomar la cerveza -firme como un militar- sin poder expresar tu satisfacción en esa clásica postura de apoyo acodado. Puedes tener la suerte añadida de que el pelmazo de la reunión esté entre los ausentes; nunca te sabrá mejor la “cruzcampo”.

            Además el mes de agosto nos sirve a los veraneantes en Triana para consolidar nuestra amistad con el camarero o dependiente que nos atiende durante el año, y hacerla más íntima; hay sitio para la conversación y no hay mejor cerveza que la que te sirve un amigo.

            “Bienvenido a Triana beach”.




Ángel Vela Nieto   

miércoles, 14 de agosto de 2013

EL RETABLO QUE NO RELUCE



La fotografía que encabeza la entrada es el único retablo cerámico que adorna la fachada del futuro Museo de la Cerámica y reproduce a Santa Ana enseñando a leer a la Virgen según un cuadro de Murillo que en la actualidad podemos contemplar en el madrileño Museo del Prado. La fotografía es reciente y, pese a que la apertura del museo la anuncian como inminente, podrán comprobar como cuelga un cable que presumiblemente alimentaba eléctricamente al farol. Ya hemos denunciado en este blog el deplorable estado que presenta la fachada de tan emblemático edificio, pese a que las obras están recepcionadas y ya debería de estar abierto el centro. El maltrato a la cerámica, eje principal del museo y elemento fundamental en la historia de Triana, es evidente tal y como lo demuestra  el estado de abandono del único retablo que luce (¿?) en el exterior.

Está claro que  otros centros cerámicos de menor importancia que Triana han conseguido mucho antes, incluso con presupuestos menores y menor apoyo institucional que este, engrandecer esta seña de identidad que parece clave en el futuro desarrollo turístico. Una inversión de más de 4 millones de euros, según lo declarado, no es una cuestión baladí, más aún con la que está cayendo, y no es admisible que ningún responsable político de la cara ante el desastroso estado en que en la actualidad se encuentra la fachada del edificio –el interior es un misterio aún- y el injustificado y misterioso retraso que está sufriendo la apertura.

Y mientras que nuestros políticos se cachondean de nosotros declarando fechas de apertura para el Centro Cerámico que nunca se cumplen, Santa Ana, a oscuras,  enseña a leer pacientemente a su hija y, al ritmo que vamos, a buen seguro que le dará tiempo de licenciarla en Derecho antes que  inaugure el museo.

José Luis Jiménez

domingo, 11 de agosto de 2013

EL DEDO DE RODRIGO



     Antonio Milla y El Perlo


Están entre los pocos amigos mayores que restan de la rica nómina de la que alimenté mi curiosidad y conocimientos. La relación de los que me están esperando es ya demasiado larga y dolorosa. Y ahora que estoy entre los de más edad en mis reuniones echo de menos a mis maestros -tantos- con los que compartí jornadas esplendorosas con un café o una copa de Canasta dejando sabores por medio en cualquier bar de Triana, que entonces los bares ejercían de aulas de la policultura del pueblo, gracias a que sólo había dos canales de televisión. Recuerdo, por ejemplo, la mesa marmórea de café clásico, estilo “La colmena”, de Casa Cuesta en tarde-noche de viernes, aquella redacción apócrifa, tantas veces referida, de la revista “Triana” cuando discurrían, lentos y sabrosos, los últimos ochenta y primeros noventa: Macías, Santiago, Pacheco, Armando, Manolo Albenca… cuánta Triana perdida.

Y es por esa necesidad de su cátedra que aprecio la amistad de mis amigos del epígrafe, Milla y El Perlo. No recuerdo ahora a qué nivel se han tratado; seguro que coincidieron algún día en el bar El Ancla, aunque puede afirmarse que existe entre ambos respeto y admiración proviniendo de mundos tan distintos: Antonio Milla, de la docencia y la pintura; El Perlo, del cante y los versos; al fin, desembocan en el infinito océano del Arte. Los dos andan con los noventa a la vista; tanta vida, tanta experiencia, tanto que enseñarnos para evitar tropiezos y hacernos más ricos en las tertulias que es ya nuestro único escenario para la presunción.

Al hijo de La Perla, aquella mítica cantaora, amiga y compañera de La Niña de los Peines, su comadre porque ella bautizó a Eugenio Carrasco Morales el cantaor para el que se inventó el impensado masculino El Perlo; a este gitano cabal, marca “Triana”, se le tributó hace unos meses un emotivo homenaje en el Teatro Lope de Vega porque, a más de merecerlo, se encontraba bajo de resistencia, con achaques sobre otros viejos achaques que iban mermando sus ansias de vivir. Ya contamos aquí cómo, con su edad, mantenía la ilusión de acudir a los concursos literarios sin haber ganado ni uno solo. Pero ese empuje juvenil se fue apagando y apenas le restan fuerzas para que un taxi lo lleve a Triana a ver a sus amigos. Y así estamos, faltos de sus anécdotas, triunfos y penas, que las tuvo y no pocas.

Antonio Milla es un ejemplo idéntico de ilusión, de coraje, de querer ser el que siempre fue: un proyecto pendiente, una exposición en ciernes, un encuentro inesperado y milagroso; la vida de Antonio está ilustrada de estos encuentros providenciales de los que tanto disfrutaba contándolos como hechos inauditos. Luchó con innumerables contratiempos de salud a los que venció con un arma nada secreta: la ilusión de seguir disfrutando del modelo de vida que creó a su medida para ser feliz y transmitir ese raro estado a sus próximos prójimos. Su voz, a través del teléfono, no es la suya, es la del diestro que se creía invencible pero que está ante un morlaco imposible. Y Milla siempre fue el tono de su voz, su optimismo y su risa sorprendida.

Cuando esto escribo es noche de sábado y aún conservo fresco el eco de los amigos que, a pesar de agosto, han enhebrado sus palabras compadres ante la barra de El Ancla, el pequeño gran cenáculo donde estamos esperando que aparezcan, aunque sea en una tregua de la enfermedad que los secuestra.



Ángel Vela Nieto    

viernes, 9 de agosto de 2013

LA CAVA


Julie, nuestra amiga americana, enseñándonos cosas de Miami -ciudad en la que habita buena parte del año-  nos mostró la fotografía que encabeza esta entrada. Se trata, según nos explicó ella misma,  del mejor tablao flamenco de Miami: “La Cava Tablao Flamenco Restaurant”. Poco sabemos de su dueño, el sevillano Pepe Canto. El local realmente está ubicado en la ciudad de Coral Gables, perteneciente al condado de Miami y la dirección es  8 street , o sea calle del 8.

Con el nombre de La Cava nos hemos encontrados diversos establecimientos relacionados con el Flamenco, desde ciudades tan cercanas y flamencas como Cádiz hasta otras tan recónditas y lejanas como esta de  Coral Gables. Y es que es difícil encontrar una calle que reúna tantas connotaciones flamencas y taurinas y que siendo tan real parezca onírica.

Sin embargo son frecuentes los errores que encontramos tanto en la ubicación como en la denominación de esta calle trianera por la que siguen interesándose muchos turistas y amantes de nuestro barrio a los que intentamos abrir los ojos para que  puedan ver la verdadera dimensión de este entorno.

La vía, que transcurre paralela al río, es  la única que atraviesa la Calle San Jacinto formando con ella una gran cruz trianera, siendo precisamente en esta intersección donde queda históricamente dividida en dos partes: La Cava Alta, después Vieja y finalmente  de Los Civiles frente a  la Cava Baja, Nueva o de Los Gitanos.

La Cava, Pagés del Corro para los que todavía no se hayan situado,  refiriéndonos a las edificaciones, es en la actualidad  un enorme escaparate de  adefesios; es como si la calle la hubieran convertido en una zona experimental para jóvenes arquitectos con poco gusto y escaso conocimiento de la historia. También es la zona por donde la barriada de Los Remedios, conocido puntal de Triana, va arañando lentamente causando  heridas irreparables que alcanzan ya al mítico Monte Pirolo. Cuesta creer que en plena Cava de los Gitanos algunos comercios se adornen con el nombre de la empresa inmobiliaria que construyera la  mencionada barriada.

Expulsados los trianeros, expoliadas las casas de vecinos, clausuradas sus tabernas - auténticos templos del Flamenco junto con las también desaparecidas fraguas- la Cava sigue manteniendo, como bandera de la falta de pudor  de aquellos que nos gobiernan, solares y casas abandonadas y antiguos corrales cerrados a cal y canto, para disfrute de no sabemos muy bien qué vecinos.

Sin embargo, y pese a tanto daño, tenemos que presumir de la coexistencia de tres grandes colegios trianeros:   Reina Victoria,  San Jacinto y José María Izquierdo forman la columna vertebral de la enseñanza trianera durante muchas generaciones,  convirtiendo a La Cava en el centro cultural del Barrio. También nos congratulamos de la existencia de edificios tan emblemáticos como el convento de las Mínimas,  la iglesia de San Jacinto y de San Vicente de Paul, recientemente representadas en el cartel de La Velá. Referimos en la parte positiva la muestra de corrales de vecinos que aún se pueden contemplar, algunos con mayor dificultad que otros, y para aquellos que quieran saber más de esta calle lo remitimos  a nuestro pequeño y apócrifo ateneo de “El Ancla”, situado en plena Cava de los Civiles; para que Manolo, o alguno de los tertulianos presente,  le termina de completar la historia y si el día no está muy malo a buen seguro que hasta lo acompaña a los pies de Rodrigo de Triana, vigía permanente pese a estar en la Cava Baja.


José Luis Jiménez

martes, 6 de agosto de 2013

EL DEDO DE RODRIGO


Luis de Triana


            Desconocemos si hacía bien los cantes o el baile; no fue artista, pero supo como pocos del arte flamenco y hay que suponer que algo se le pegaría porque, además, tuvo hermanas que fueron bailaoras profesionales, según él, y hay que creerle ya que lo manifestó delante de quien lo conocía bien, su cuñada. Y su cuñada era la otra Coquinera, la hermana de su mujer. En el número del semanario Estampa del 8 de junio de 1935 descubrimos a este curtido personaje detrás de la barra de una ventilla que regentaba Antonia La Coquinera; la que fuera su hermana y pareja de baile, Josefa Gallardo Rueda, había fallecido pocos meses antes. Estas famosas bailaoras nacieron en El Puerto de Santa María, y después de pasar por los cafés cantantes sevillanos, Suizo y Novedades en la década de los ochenta, viajaron a Madrid donde quedarían afincadas para los restos después de ser contratadas en el famoso café “La Marina”. Y allí se le organizaría un homenaje a Antonia en el que participaron, entre otros artistas, los trianeros Faíco y El Niño de Triana.

            Fernando el de Triana nos aclara que no eran gitanas y que la más grande fue Antonia. El bar donde laboraba el triste Luis, con el luto fresco en la solapa de la chaqueta, estaba en Cuatro Vientos y hasta allí se desplazó una reportera tras la estela, ya deslucidas por las malas bromas de la edad, de la famosa Coquinera… “Su cuñado le ayuda en el bar –escribe-, tipo magnífico de gitano trianero, ex-camarero de famosos colmaos de Madrid… ¿Usted no ha sido artista? No, mis hermanas sí lo han sío y tengo parientes que aún danzan por ahí. Yo estuve siempre en los colmaos como camarero. Hoy los camareros de los colmaos ganan mucho menos. Se acabó la juerga y se acabó el flamenco hondo de verdad”. La periodista tercia para quitarle hierro a las manifestaciones pesimistas del gitano de Triana: “Sin embargo ahora se están dando espectáculos en los teatros a base de parejas de baile flamenco. Recuerde la actuación de La Argentinita en las obras de Falla. Sí –responde Luis-, pero eso es un número especiá para gente que lo entiende; no es como antes que era pa toos, porque toos lo sentían por iguá. ¿Entonces ahora no hay juergas flamencas? Muy pocas… Y si hay alguna es a base de los nuevos. A los viejos ya nadie los quiere. En los viejos está la solera del cante y el baile andalú”. Luego Luisa Carnés, que así firma la autora del reportaje, se centra en la figura de quien ya andaba lejos de los deslumbres que cegaron a señoritos distinguidos, Antonia La Coquinera. Y en un bar, montado a raíz de la muerte de su hermana y con la ayuda del afligido viudo que tanto supo de la nocturnidad flamenca y de las debilidades y grandezas de los artistas, esperaba sobrevivir hasta que Dios quisiera. Era “el final de los flamencos”.

            Y así supimos de un practicante trianero de ese otro arte que es atender, escuchar y contemplar en un ambiente en el que hay que saber más que Séneca y, por demás, esposo de una de las Coquineras a la que imaginamos conocería en Sevilla. Josefa, su mujer, había nacido en 1871 y tenía más de treinta años cuando llegó a la gran capital donde sería enterrada en el mes de febrero de 1935.


Ángel Vela Nieto. (De “Triana, la otra orilla del flamenco”).     

jueves, 1 de agosto de 2013

EL DEDO DE RODRIGO


       Lo que nos dejó la Velá


            Podía haber sido como aquellas Velás que, de tiempo en tiempo, tenía que restaurar don Aurelio Murillo desde su consistorial rebotica, cuando veía que  la cuesta abajo de su fiesta más querida podía acabar en el fondo del mismo río nutricio de sus juegos y sus risas. Entonces reunía en cabildo a las fuerzas vivas de su palpitante alcaldía y soltaba la proclama: “Hay que echarle un salvavidas a la Velá; Sant´Ana y Triana no se merecen este escarnio, esta patente y desastrosa falta de respeto a las tradiciones de los pueblos”. Y, en seguida, repartía las delegaciones quedándose con la más dura, la de visitar comercio a comercio animando a la colaboración, tarea tan ingrata que a veces llegaba al mantel sin ganas más que de dejar descansar a su estómago, delicado órgano que, al fin, quedó muy afectado.

            Siempre se notó la mano amorosa de don Aurelio y su fiel y animoso equipo en los “días señalaítos”. El Ayuntamiento, cicatero con una manifestación festiva abierta a la ciudad, se aprovechaba de que, de toda la vida, la mayor parte de su coste salía de la caja de las tiendas de Triana y, por lo visto, entendía que así tenía que ser… ¿no quieren fiesta…? Daban el alumbrado y facilitaban la presencia de la Banda Municipal –desde su fundación- para que diera la nota de apertura, al par que una lección musical de las más clásicas partituras dedicada a quien estaba alejado de ese placer, el pueblo más sencillo, más humilde. El Ayuntamiento alumbraba lo que don Aurelio y su equipo organizaban sobre la avenida de agua y el Altozano en honor de la titular de la Real Iglesia y como homenaje a sus convecinos.

            Podía haber sido como aquellas Velás inolvidables, pero hay que añadir que se rozó la banderita. Sorprende, además, que esta reforma profunda llegue en tiempos que dicen de arcas telarañosas. Hay a la mano fotos de otros años y no hay más que comparar. Las casetas en su estético uniforme exterior se han revestido de una clase que antes no tenían; se ha demostrado que cuando se quiere, se puede; que es cuestión de agudizar el ingenio y de entusiasmar a quienes están dispuestos a esforzarse, generosamente, por un lugar que lo merece por lo que representa.  Casetas y su ambiente, con el paseo de Betis, es lo sustancial, y el programa de festejos, accesorio. Y en eso que catalogamos como sustancial, se rozó el “pleno Aurelio”. Pero –lástima de “pero”- de nuevo quedó demostrado que la política no tiene sitio entre la Triana que sabe lo que festeja. Lo dejamos bien sentado en uno de los libros sobre la historia de la Velá: las casetas de los partidos políticos aparecían como extraños invitados, más preocupados de agasajar a sus jefes que a Sant´Ana; más devotos de banderas y retratos ajenos que de Naranjito o Gracia, la que grabó el himno de la Velá que nunca he escuchado en  el real trianero.

            Se acabó el chimpúm verbenero, martirio de los que pretendían echar un vistazo, al menos, al conjunto de casetas, y sembrador de odio de los inocentes –y también privilegiados- vecinos de la calle. Se acabó la irrespetuosa botellona que se adueñaba, como cualquier día, de todo el trayecto y se le rescata para el paseo familiar. Pero –otro dichoso “pero”- faltó la rúbrica sobre el cielo, el autógrafo del barrio que sabe disfrutar de lo suyo: los fuegos. Hay que hacer un esfuerzo; sin ese refrendo, luminoso y sonoro, la Velá se deshace desvaída, triste. Y la gente vuelve a su casa sin los felices reflejos en el rostro del arte de los coheteros.

            Estimo que este año han quedado afianzados los pilares para la construcción de una Velá acorde con su categoría: Fiesta de Interés Turístico de Andalucía. Ahora hay que esperar que la Junta también se lo crea.

Ángel Vela Nieto        


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