sábado, 26 de abril de 2014

EL CHUZO DE MARCHENA

















FABIÉ Y DÍAZ:  DOS POLÍTICOS TRIANEROS


Recién investida Susana Díaz como Presidenta  de la Junta de Andalucía, allá por septiembre del año pasado, Ángel Vela publicó una carta dirigida a esta insigne hija de Triana. En aquella carta se destacaba la figura de aquel  ilustre político trianero decimonónico que  llegó a acaparar un enorme poder en aquel estado todavía con colonias al otro lado del Atlántico. Antonio María Fabié y Escudero y Susana Diaz Pacheco son los dos trianeros que mayor poder político han alcanzado hasta la fecha. Pese a los cerca de 150 años que separan el  nacimiento de estos  paisanos  hay, aparte del ya señalado lugar de nacencia,  otros aspectos  coincidentes que queremos destacar:

El primero de ellos es que ambos terminaron la carrera de Derecho.  Susana Diaz tardó diez años en terminarla y Fabié la terminó tras concluir con anterioridad Farmacia y Matemáticas.  A tenor del curriculum de ambos y de la copiosa obra literaria que dejó  Fabié  parece que difícilmente será alcanzado por la presidenta en cuanto a  bagaje de conocimientos se refiere. En este capítulo nos parece interesante resaltar en la labor literaria de Fabié, por la relación que tienen con Triana,  la meritoria  publicación de aquellos interesantes relatos de Ariño,  una magnífica biografía de Fray Bartolomé de las Casas y un libro de título “Recuerdos de Sevilla”.

El segundo punto en común de estos paisanos está en su relación con los negros.  Llegó a decir Fabié en aquella época donde la esclavitud estaba legalizada que “ningún otro país esclavista había elevado tanto la condición del negro como España”, convirtiéndose en un adalid de la lucha contra el esclavismo y a favor de los negros, mientras que Susana Diaz lo primero que prometió fue luchar contra el dinero negro del que al parecer se han  beneficiado en su partido y que todo indica que procede de los falsos expedientes de regulación de empleo o de la nueva trama descubierta de los cursos de formación. Definitivamente el “negro” es otro punto en común de nuestros protagonistas.

Y por último, otro punto común que queremos destacar es que Fabié perteneció al Partido Conservador y Susana Diaz es secretaria general del Partido Socialista Obrero Español, uno de los grandes partidos conservadores de España; sobre todo conservador del poder político que vienen ejerciendo en Andalucía desde hace más de 35 años y conservador de los privilegios de sus más destacados dirigentes.

Pese a la gran oportunidad que tuvo,  aquel brillante y erudito político trianero poco hizo por su barrio del que marchó a Madrid para no volver más. Incluso sus familiares no vieron con agrado que Triana le dedicará una de sus calles más entrañables por parecerles una vía secundaria para un personaje tan importante. Susana Diaz de momento sólo ha cruzado el Puente, su barroca residencia le permite contemplar con una amplia perspectiva al barrio que la vio nacer,  sólo es cuestión que quiera acordarse. Los primeros nueve meses de su  mandato han pasado en blanco, y lo peor de todo, como Fabié,  ya está mirando para Madrid.


José Luis Jiménez

lunes, 21 de abril de 2014

EL DEDO DE RODRIGO


El Cañaveral

  
Tuvo el bar El Cañaveral, en la calle San Jacinto, larga vida flamenca. En tiempos en que sólo era una tasquita, parada y respiro de carreros y transeúntes, se originó una riña y hasta hubo un muerto. Pero este accidente, que pudo ocurrir en cualquier otro lugar, no estigmatizó a sitio de pacífica y muy adicta clientela que con el tiempo se convertiría en un primoroso local, moderno y de exquisito tapeo. Eran los años cincuenta y allí el Papa y Huevo lucía con su baile preñado de gracia llegado el momento. En El Cañaveral, que fue sede de peña rociera, se celebraron las reuniones flamencas quincenales organizadas para el programa radiofónico de Rafael Belmonte, en las que se contaba con la guitarra de Antonio Sanlúcar que no tenía más que andar unos metros para llegar desde su casa.

Luis Caballero estuvo entre los protagonistas principales de lo que él mismo consideró la primera peña flamenca, al menos de Sevilla. Un amigo del inolvidable teórico y cantaor, don Juan Friede, polaco-alemán nacionalizado en Colombia, investigador en el Archivo de Indias, fue el organizador –aunque parezca insólito- de la tertulia de El Cañaveral. Más allá del cruce de la Cava, junto a La Hispano Aviación, se teorizó y se cantó con entrega de románticos enamorados. El establecimiento, ejemplo de clase e identidad, no pudo tener un continuador de Pepe Romero, su celoso propietario, cuando éste decidió jubilarse, y tras el fracaso del sucesor, se convirtió en una sala de juegos. La casa de doble planta y de arquitectura clásica sevillana fue derribada en la década de los ochenta sin que sepamos dónde fueron a parar los tres hermosos cuadros pintados por el maestro de la cerámica Enrique Orce que decoraban el patio.

Luis Caballero recuerda aquellas reuniones: “Mi amigo el judío dirigía los programas, llevaba a los flamencos y grababa los cantes. Aquello no era una juerga, sino una planificación cultural. Pagábamos al guitarrista y lo consumido. Allí cantó mucho Oliver, Paco El Pintor y recitó Gabriela Ortega con su jonda declamación”.

Ángel Vela Nieto. De "Triana, la otra orilla del flamenco (2)". 

sábado, 19 de abril de 2014

UN PREGÓN DESDE EL CIELO (III)





LA RUEDA QUE SIGUE

Van pasando primaveras y cada vez cuesta más trabajo vestirse de nazareno. Uno lo hace todavía con ilusión, pero como disfruta realmente es viendo a su hijo con el antifaz levantado correteando entre las filas, dando caramelos sin parar. Ahora toca enseñar lo que uno aprendió de pequeño, transmitir el cariño por unas imágenes y la pasión de vivir la Semanasanta. Continuar el milagro de transformar pan duro remojado en vino y miel en la esencia gastronómica de unas fiestas.

Con un niño pequeño resulta muy agradable acercarse a los barrios, como por ejemplo El Cerro, y disfrutar de la explosión de júbilo que se vive por sus calles. No paran de darte estampitas y caramelos. Este barrio obrero que creció en torno a las fábricas de hiladuras y telas de Andalucía, se encontraba psicológicamente tan lejano a Sevilla, que el 12 parecía más un interurbano que un autobús de la capital y al bajarse los componentes de una pandilla, uno echó mano de su paquetillo de cigarros y los otros le recriminaron, en Sevilla ni se te ocurra fumar.  

Pero eso quedó bien atrás en el tiempo y cada martessanto se plantan con la Cruz de Guía en La Campana y pasean la Virgen de los Dolores por todo el centro de la ciudad. Como tiene que ser, porque la SemanaSanta es una tradición que se reinventa cada año, como tiene que ser.


UNA NECESIDAD

Me hace gracia cuando alguien se me acerca para decirme: ¿A ti te gusta la Semanasanta? Hombre, eso se le pregunta a uno de Burgos, por ejemplo. Para los que vivimos aquí, la Semanasanta no es una cuestión de gusto, es una necesidad que sentimos.

Si paseas por el centro seguro que tarde o temprano te acercas a la esquina de García de Vinuesa para respirar el incienso dulzón, que como un veneno deseado nos va engrasando los huesos paralas bullas y parones imprevistos.

No nos cansamos de los tambores, que le vamos a hacer, nos atraen en tiempo de Gloria y hasta cuando están ensayando. Pero llega un momento en que la Semanasanta parece una pesadilla de la que no se puede escapar. El otro día escuchando el duelo de trompetas de un western, sin querer me trasladé a la Plaza del Cristo de Burgos, totalmente a oscuras, abarrotaita de gente, sonaban.


Ya sé que todos los años es lo mismo, pero faltar uno es como si me quitaran un trozo de vida. Aquel año aprovechamos la semana de vacaciones para viajar a Siria con unos amigos. Como antídoto, para no olvidar lo que en Sevilla estaba pasando, tuve la ocurrencia de llevarme tres docenas de torrijas, así sentiría en la lejanía el sabor de mi tierra. El Viernessanto estábamos visitando el teatro romano de Bosra y coincidimos con cientos de escolares que subían y bajaban por los graderíos sin parar, que llenaban la platea y nos pedían sonrientes hacerse fotos con nosotros. Desprendían unas ganas de vivir contagiosas. Al salir escuchamos el canto del muecín desde una mezquita cercana, la voz me hace pensar en TRiana y le escribo el siguiente mensaje a un amigo: Estando tan lejos suenan quejíos conocidos. Llaman a la oración y parece una saeta. Al instante responde mi amigo: “Ahora mismo tengo a la Esperanza delante de mí y le están cantando. Que más da que sea gitana o mora. Alá es grande”.  

Hoy, muchos de aquellos niños que conocimos, probablemente, empuñen un arma sin saber para qué, caerán una vez, quizás dos, pero a su lado no encontrarán cirineos, serán azotados con las malditas armas químicas, bombardeados sin ningún miramiento, porque la calle donde nacieron y donde jugaban hasta no hace nada, hoy es un calvario.    

Cada día señalaíto se juntan todos en la casa donde se criaron: dos hermanas y dos hermanos más los hijos de cada uno. Todos vestidos con la túnica negra y el cordón que el padre les ha ido anudando, el mismo ritual de cada año, después les ajusta el cuello de la camisa y la capa sobre los hombros. Se ve que disfruta cuando, por último, les pone bien la medalla para que se vea la cara de la virgen y les coloca los dos orificios del antifaz delante de los ojos. La madre no para, nerviosa como todos ellos, de moverse de un lado para otro, lo misma guarda caramelos en los bolsillos de los pequeños, que prepara las bolsas con los bocadillos y el agua para ellos. Se preocupa apenada por los que van descalzos y antes de salir va comprobando como les queda de larga la ropa. Por fin se asoman a la terraza para despedirlos y contemplan orgullosos como los suyos se encaminan hacia la iglesia, felices, porque van a acompañar Al gitano de la cava

Que resuenen por el barrio
flamencas las cornetas
y palpiten los tambores elegantes.

Viernes Santo, tradición
que se me hinche el corazón
con la sangre de mi sangre.



Pregón inconcluso de Rafa Martín Holgado cedido a este blog por Régine Nicaise Fito.



martes, 15 de abril de 2014

UN PREGÓN DESDE EL CIELO (II)




4. CON LOS CINCO SENTÍOS

Para las pandillas de jóvenes la Semanasanta comienza a horas muy tempranas, casi después de comer, pues en esos primeros años sienten la obligación de ver cada día todas las cofradías que salen. Buscan las esquinas para escuchar marchas y mientras llegan los pasos les gusta contarse anécdotas y hacerse preguntas para demostrar lo que cada uno sabe. Son capaces de estar viendo por la calle Cuna a la Virgen de La Palma, de fijarse en el hoyuelo que tiene y en las cinco lágrimas que le bajan del cielo, en las bambalinas tan ligeras que lleva; es posible que la sigan un par de chicotás para recrearse en los mil detalles del techo y perderse entre las hojas de acanto, que brotan retorcidamente de su manto bordado; para correr después como locos y coger al Cristo de la Salud por el puente de los bomberos, y ver como se le derrama la sangre por el pecho con un pavía en una mano y un cartucho de papas fritas en la otra, ¿qué les vamos a hacer, si están en la edad del crecimiento?

En estos maravillosos años de juventud la vida te sorprende y te parece nueva a cada instante, brilla intensamente como los dorados barrocos bajo el sol. Comienzan también los primeros escarceos amorosos y la espera para ver la salida de alguna cofradía favorece que dos jóvenes se lancen tímidas insinuaciones, pero los cuerpos se saben bien cerca y cada roce, cada ligero contacto se amplifica hasta hacerles sentir cada átomo de esa otra piel que está tocando la suya. Sobre ellos los azahares abiertos perfuman la noche que se llena de intrigas con la suave luz crepuscular. Aparecen los primeros varales y se escuchan los gritos del capataz que son una curiosa mezcla de órdenes y piropos. Los jóvenes se miran porque comienza a sonar su marcha preferida, medias zapatillas negras asoman por el faldón delantero con cada paso, la virgen avanza lentamente, pero también se bambolea con elegancia y gracia cuando la música se hace más íntima e insinuante, se conjuntan ritmos y sentimientos con las miradas a una imagen que parece cobrar vida. Se funden lo sagrado y lo profano en una atmósfera de éxtasis que hace estremecer a muchas de las personas que participan de este instante:  algunos con un silencio especial, otros hablándoles de tú a tú a la virgen, hay quien roza con sus dedos las flores o el manto y quienes aguantan alguna lágrima o simplemente aprietan un poco la mano de la persona que tienen a su lado.

Ahí está la Virgen
con su carita tan sevillana
cargaíta de claveles rosas,
vestida como una dama
¿quién te puso ese pañuelo,
quién el tocado de blondas?
Me pierdo en tus encajes
y al llamarte se me llena la boca
Virgen del Dulce Nombre
quiero mirarte a los ojos
 hasta que la luna se esconda

Para salir de la plaza él y ella se han agarrado de la mano casi sin querer, como para no perderse, pero ya ha pasado la bulla y ninguno quiere soltarse, se miran y se sonríen. Hablan muy despacio porque todas las palabras que se dicen van cargaítas de ternura. Caminan lentamente por calles que no conocen, pero Sevilla son siete revueltas preñadas de primavera, y al momento están en otra plaza de naranjos escondidos y tambores que no callan, de incienso por el aire y cera en la calzada. Y le suplican a la luna que no termine esta noche, que no se acabe la magia…   

Muchas de estas vivencias están ya guardadas en esa parte de la memoria, donde comienzan a mezclarse los años y los lugares, donde los recuerdos en blanco y negro se acumulan bajo una leve capa de polvo, que los convierte en viejas fotografías cargadas de encanto, pero casi olvidadas. Sin embargo, aquella primera vez que salí con mis amigos a ver la madrugá permanece bien viva en mi cabeza.   

Vamos caminando deprisa por unas calles vacías y en silencio, dormidas, pero todo cambia a medida que nos vamos acercando al altozano. Un bullicio impaciente ocupa todo el espacio y se presiente que algo grande está a punto de suceder. Nosotros queremos ir hacia el centro y vamos atravesando a duras penas entre los diferentes corros que se han ido formando, como si fuéramos unos nazarenos que llegan tarde a la iglesia. Tanto contacto nos va dejando en la piel jirones de esa alegría compartida y al cruzar el puente una neblina fría nos deja empapada la piel del viejo salitre marinero.

A lo lejos se ve venir la Cruz de Guía, apenas quedan huecos, pero conseguimos colocarnos en el lado bueno para verle la cara al Señor. Van pasando los nazarenos casi sin detenerse, la noche se ha hecho más negra, nada se escucha y el loco frenesí que traíamos se nos va diluyendo, como las gotas gruesas que caen de los cirios en alto.

Los destellos de luz de las máquinas fotográficas comienzan a romper la oscuridad en ráfagas breves y el Señor, todavía lejos, aparece y desaparece como un fantasma. Ya lo tenemos más cerca, se escuchan varias saetas, que se suceden sin fin, se van solapando los quejíos anónimos, se encadenan los gritos de dolor con las promesas y los piropos cantados, pero el Señor no puede detenerse con todos y camina, camina, camina… Tenemos al Gran Poder encima cuando nos empujan hacia delante porque quieren dejarle más espacio, desesperados intentamos abrirnos paso para meternos hacia dentro de la acera, pero es imposible. Lo intentamos una vez, y otra, siempre delante del Señor que avanza y avanza sin pararse.

De pronto, siento un brazo que me agarra por detrás, es mi amiga, que consigue colocarme a su lado y me quedo casi tumbado, mirando al cielo, siguen las saetas y los flashes fotográficos, entonces veo su cara sobre la mía, completamente iluminada, cara de hombre gastado, dolorido, sin fuerzas ya, que te mira para recordarte el mensaje que no quieres oír. Se hace la sombra, de la tragedia, pero otro fogonazo me clavan esos dos ojos de dulce tristeza y desazón, y descubro que su perfil tierno guarda un dolor imposible de soportar. De nuevo la noche apagada y siento entonces el frío verdadero de la madrugá, en la pared de enfrente está la silueta que camina, y camina; otro flash y veo su mano, que apenas se agarra a la cruz, mano trabajadora, cansada de aferrarse a la vida. Y el Señor camina, avanza… ¡Qué pronto se está alejando! Y se va rodeado de su nube de luces y sombras, de llantos y saetas…

Cuando escucho a alguien decir:
“¿Tú te has fijado bien
cómo anda el Gran Poder?”
Yo siempre pienso lo mismo,
“¿Que cómo anda el Gran Poder?
Muy ligero, que yo lo sé,
muy ligero, que no lo olvido.

Al año siguiente nos fuimos a la calle Feria, donde nos esperaban otras sensaciones. La noche se torna suave cuando se llena el espacio de capas blancas y terciopelo. La luz y la alegría fluyen por las ventanas y las puertas abiertas, un sentirse macareno flota por cada rincón, dentro de cada zaguán. Ellos conocen y hacen la historia, esta noche en palacio sólo trabaja el palanganero y al condenado se lo llevan tres romanos con plumeros.

Suenan las cornetas a verdad,
A metales añejos
y copas de aguardiente,
 como si el tiempo se quedara
dormido un año tras otro
 en las duras boquillas

El Cristo preso de manos
no quiere más sentencias
y vuelve tranquilo la cara,
sus cien cirineos le siguen
por donde quiera que vaya

Ya llega, están anunciando nerviosos, intranquilos, desesperados, pero se encuentra un poco lejos todavía. Se oye el bullicio que se acerca y que va creciendo como una ola infinita, tiembla el suelo, se desmorona el sentido de la razón, las caras se desencajan en una sonrisa que duele, la multitud comienza a moverse como un todo hacia delante y hacia atrás, preparada para recibir a la Reina en su seno. Ya está aquí, exultante, victoriosa, cara de niña con lágrimas de pitiminí, dulce la pena que te cautiva. Cuando la tienes ante ti te atrapa y no quieres dejar de estar a su lado, pero se escapa su mirada cuando el paso comienza a doblar y la ves de perfil entre varales que bailan, la quieres seguir pero no es posible. Más adelante cinco o seis magdalenas no pueden contenerse: Macarena, Macarena, Macarena, la aplauden sin parar y le lanzan piropos sin pudor, los gritos se van mezclando con un llanto mudo de sufrimiento, quien niegue que esas mujeres están rezando no conoce Sevilla.

Continuara....

Pregón inconcluso de Rafa Martín Holgado cedido a este blog por Régine Nicaise Fito.

sábado, 12 de abril de 2014

UN PREGÓN DESDE EL CIELO (I)


Estimados amigos;
Hablando con José Luis hace unos días le comenté que Rafael había escrito un pregón para esta Semana Santa.
El pregón iba dirigido a la asociación de médicos a la que pertenece  Roberto, su amigo oncólogo que cuidó a Rafa durante sus últimos años, y Rosa, su amiga de la adolescencia.
Rafa para huir de su enfermedad, sobretodo en estos últimos años, se propuso numerosos retos, escribir en el blog, fotografiar Sevilla, inventarse una obra de teatro y últimamente redactar un pregón, el pregón de una semana santa, acontecimiento tan querido para él.
Desgraciadamente su enfermedad no le permitió terminarlo, pero le dedico tiempo y cariño durante varios meses, informándose, leyendo, recordando… Por eso me gustaría que pudierais compartir con nosotros lo que escribió con tanto esmero y cariño, ya que no pudo hacerlo con la asociación porque el destino no le permitió presentarse ante este grupo de hombres y mujeres de bata blanca que tanto le asustaba pero que le permitió vivir algunos años más.
Primero como su novia después como su esposa he vivido con él muchas Semanas Santas sevillanas. Rafa siempre pensó que no me gustaba demasiado  pero no era así. La disfruté siempre que fui con él. Me encantaba estar cogida de su mano o apretada contra su cuerpo sintiendo su corazón latir en mi espalda mientras veíamos pasar un paso por una calle estrecha.
Me acuerdo de palabras secretas susurradas a mi oído cuando una banda tocaba campanilleros a la entrada de  una virgen en su capilla.
Muchos recuerdos tengo con Rafa paseando por Sevilla, oliendo a azahar por tantos rincones. Este azahar símbolo de primavera que durante 25 años Rafael depositó en un platito en mi mesita de noche para recordarme que faltaba poco para  Semana Santa.
Este año no recibiré estos presentes, no comeré las torrijas que aprendió a preparar porque era tan goloso que no era capaz de  esperar Domingo de Ramos a que su madre le dejara preparada estas bandejas de ricos dulces.
Este año no habrá cervezas fresquitas para aliviar la sed después del calor y de los empujones, no habrá paseos con los amigos o a solas. Todo esto se quedó petrificado por la muerte. Sin embargo existe el recuerdo, el recuerdo de estos momentos vividos con él, disfrutado a cada instante bajo el signo del cariño, de la risa y del amor.
Este año no sé como viviré la Semana Santa,  lo único que sé es que no lo viviré de la misma manera porque no estará Rafa para acompañarme, para protegerme de la muchedumbre y para contarme estas anécdotas que tanto me gustaba.
Esta Semana Santa no sólo va a ser distinta porque Rafa no estará con nosotros sino porque por primera vez saldré de nazarena. Quien me hubiera dicho hace 30 años cuando conocí a Rafael que un día iba a llevar puesto una túnica y un antifaz e iba a andar despacio por las calles de Sevilla por delante de la Virgen del Patrocinio... nadie,  porque cuando quise hacerlo las mujeres tenían vetado la entrada. Cuando ya pude, me juré que no lo iba a hacer porque la Hermandad fue de las últimas en conceder a las mujeres su participación en la procesión. Pero la vida da muchas vueltas y Rafa hace unos meses me rogó hacer con él esta estación de penitencia. Le contesté que no, y que además no me sentía capaz físicamente pero él me contestó que tampoco tenía fuerzas para hacerlo entero pero lo quería hacer conmigo para que viviera junto a él esta experiencia única, le contesté con una sonrisa de las mías que me lo pensaría sabiendo ya que lo haría. Desgraciadamente no podrá ser, y no realizaré junto a él uno de sus sueños, vivir junto a su mujer  uno de los acontecimientos que más disfrutaba. Así que en memoria suya este año si el tiempo lo permite  vestiré la túnica negra, esconderé mis ojos llenos de lágrimas detrás del antifaz, y seguiré sus pasos.
Espero que os guste el pregón.

Un abrazo
Régine NIcaise Fito


Pregón de Rafa Martín

1. Agradecimientos.
2. ¡Música, maestro!
3. Las edades de la Semana Santa.
3.1. Mirando al cielo (El Cachorro)
3.2. En el altozano (Jesús de las Penas y Virgen de la Estrella)
3.3. Tiempo de miel y de caramelo (Misterio de La Exaltación y Desprecio de Herodes, Cristo de la Vera-Cruz, La Quinta Angustia)
3.4. Recorrido completo (Nazarenos de San Gonzalo)
3.5. Nuevos tiempos (Cristo de la Buena Muerte, costaleros)
4. Con los cinco sentíos.
4.1. De aquí para allá (Virgen de la Palma y Cristo de la Salud)
4.2. Agarrados de la mano (Virgen del Dulce Nombre)
4.3. La primera madrugá (Gran Poder y Macarena)
5. La rueda que sigue. Hermandad de El Cerro.
5.1. Una necesidad


1. AGRADECIMIENTO

Agradecimientos a los organizadores y preparadores de la sala.
Agradecimientos a la presentación

Quien me conoce un poco sabe de un miedo incontrolable que tengo: cuando me entra, el corazón comienza a redoblar en mi pecho, desaparece casi toda la saliva de mi boca, las manos se me bañan en sudor y varios metros de tripa buscan refugiarse en un espacio tan pequeño que se retuercen en un doloroso nudo de desesperación. Y todo esto me pasa cuando estoy delante de esas personas que se empeñan en vestirse con una bata blanca, personas que un día y otro día, casi sin descanso, se empeñan en gastar gran parte de su cariño y sus conocimientos en  curarnos.

Os quiero dar, por tanto, dos veces las gracias: muchas gracias por venir y muchas gracias, de corazón, por traer esos lindos atuendos que tan bien os sientan.

Por último, les agradezco a Rosa y a Roberto, que confiaran en mí para que escribiera este pregón. Han sido muchas las horas que le he dedicado a este compromiso, pero ¡He sido tan feliz!: Horas de hermosa lectura, de charlas interesantes con los amigos, horas en las que he revivido algunos recuerdos de niño que parecían perdidos. Preparando el pregón he llegado a soñar con las caras  de las vírgenes y algunos domingos he aprovechado las primeras luces para tomar notar de esas ideas que me habían rondado por la mente toda la noche. He paseado por las calles viejas de Sevilla respirando el dulce incienso de sus entrañas y cuando estaba cansado he buscado refugio en alguna iglesia cercana y en un frío rincón, casi a oscuras, en esos instantes tan míos, mirando a Cristo, al hombre que dio su vida por un sueño, he renovado mis fuerzas para intentar ser, aunque sea sólo una mijita, como él.


2. ¡MÚSICA, MAESTRO!

Cierro los ojos y siento en mis adentros los primeros compases:

 Tam, tam-tam, tam-tam, tam-taaa-ra, tam-tam, tam-tam…

Jesús de las Penas, una marcha lenta para que marque la cadencia de mi lectura. Su ritmo lastimero, cargado de silencios sevillanos, me llevará a compás, muy despacito, por los vericuetos de una Semanasanta que quiero compartir con vosotros.

Aquí estoy para anunciaros que vamos a celebrar, en esta, nuestra ciudad, y de una manera muy particular la Pasión y Muerte de Jesús y los siete Dolores de María. En estos días se llenarán las calles de imágenes y de aromas especiales, las noches quedarán alumbradas con velas y se colmará el aire de música, algunos espacios se harán mágicos y cualquier esquina podrá convertirse en un lugar de culto, el tiempo vendrá marcado por el paso de las cofradías y si os fijáis en los rostros de la muchedumbre que bulle de un sitio para otro, notareis que reflejan la felicidad de quien ya conoce el viejo sabor de lo nuevo.

¡A pregonar vengo!

A contaros algunos detalles
que me cautivan,
a dejaros un puñado
de hermosas escenas
que recuerdo
 de esta semana infinita.
 Porque en este tiempo que llega
muere Sevilla cien veces
 y otras tantas resucita.
Muere despacio, como los cirios
gastados y renegridos de la madrugá,
muere de una saeta
que se te clava en el alma,
muere con los pies rotos
del penitente cansado y dolorido,
muere entre gotas de lluvia
como muere el azahar
también tres veces caído.
Muere al son de Amarguras,
  tú lo sabes
Sevilla muere de escalofríos
En los brazos de una madre
que lleva a su hijo dormido.

Y Sevilla resucita
con cinco llamadas de trompeta
y los platillos que gritan
cuando un palio se acerca.
Respiraderos de plata,
Flores abiertas
Para mi niña bonita,
candelabros de cola,
 manto bordado,
bambalinas que danzan.
En un suspiro, como un revuelo
 la Virgen pasa
¿Quién la llama?
Sevilla

¡A pregonar, sí!
Con la voz de un sencillo nazareno de barrio, que es más de calle que de iglesia, nazareno que ha mamado desde pequeñito la devoción por unas imágenes, que ya siente como suyas.
¡A pregonar vengo, ya lo sabes!
Con las ganas de esos jóvenes que persiguen a las bandas hasta en los ensayos.
A enseñarte los invisibles átomos de la primavera, esos que resucitan cuando llega la luz azul y el sol templado del mediodía.   
¡A pregonar!
Con la fe de quien mira al Cristo que pasa y es capaz de gozar con la trascendencia de ese instante tan breve, en el que sólo uno sabe lo que siente.
   

3. LAS EDADES DE LA SEMANA SANTA

La Semanasanta se vive de acuerdo con la edad que uno tiene. No es lo mismo descubrirla con los ojos brillantes de un niño, que aprehenderla con todos los sentidos como hacen los jóvenes; o recrearse en ella, saborearla en pequeñas dosis, que es como disfrutamos los que ya no tenemos prisa.

Que pronto se aprende de niño
Que hay nazarenos sin caramelos,
Que la cera te quema la mano
Que los globos se escapan hacia el cielo
tras la luna creciente de marzo.

Y aprendes a imitar con la boca
El sonido de tambores y trompetas,
A callarte en los silencios,
Y sobre los hombros de tu padre
mirar al Cristo que llega
y pedir por lo bajini
que se pare el paso
que aquí se pare.

De niño me he pasado demasiadas mañanas mirando al cielo, nada más levantarme corría hacia la ventana para ver como estaba el tiempo. Unas nubes oscuras parecían empeñarse en borrar el azul del cielo. Por entonces mi madre hacía de hombre del tiempo y siempre repetía el mismo pronóstico, esas nubes no son de agua, seguro que ya han descargado en el Aljarafe. Yo, por si acaso, comenzaba a quemar las ramitas de olivo, que había cogido el domingo, con la esperanza de que el humo sagrado que salía empujara lejos a esas negras nubes que no paraban de llegar. La mañana se me hacía eterna. En el momento que aparecía un clarito me llamaba mi madre, mira, mira, que está saliendo el sol. Pero a medida que se acercaba la hora de vestirme de nazareno las nubes se tornaban de un gris rabioso, se les veía inmensas, poderosas, como si fueran a salirse del cielo y romperse en maromas de agua. Al poco se escuchaba el sonido de una lejana tormenta y las primeras gotas comenzaban a mojar el suelo con desgana, ¿quieres más señal de que el Señor está muerto?, sentenciaba mi abuela.

Cuando en la iglesia nos anunciaban lo que ya todos sabíamos, se me caía el alma al suelo y me preguntaba a qué se debía tanta mala suerte, otro año sin salir, que había hecho yo para merecer un castigo tan grande. No me quedaba más que preguntarle al Cachorro, que seguía esperando sobre el paso con los ojos clavados en su cielo. Yo sabía que sus marcadas costillas le sostendrían el pecho a pesar del mal tiempo y que sus piernas desnudas aún guardaban algo de fuerza para marchar sobre los charcos. Quienes dicen que es muy frágil no lo conocen bien, yo lo he visto caminar deprisa bajo la lluvia y me ha parecido más humano que nunca, con los hilillos de agua o quizás de sangre, cayéndole por la cara y por los brazos, suplicando con los ojos porque la boca se le estaba cerrando tras el último aliento y aún así, lo he visto vivo, muy vivo, con los cabellos empapados sobre los hombros, con el paño de pureza a punto de soltarse de su cintura en un eterno revoloteo. Pero esta tarde toca otra vez quedarse en casa, él sabe de sobra lo que pienso y, como a mí, no le importa esperar hasta el año que viene, guardaremos en el corazón la ilusión por salir a la calle, para que todos esos momentos que hemos vivido juntos no se pierdan en el tiempo como lágrimas en la lluvia. 

Por aquellos años sesenta mi Semanasanta comienza en el altozano, a donde llego jugando a no pisar las aristas de los adoquines del suelo. No circulan coches y hay mucha gente en la calle, gente que está bien vestida y con la cara sonriente, como si la luz azul del cielo hubiera bajado hasta el barrio para alegrarnos a todos. Es un día especial y eso se deja sentir en cualquier detalle. Ando buscando entre las largas filas de nazarenos a dos amigos de mi calle. Gonzalo es el primero que encuentro, apenas tenemos tiempo de hablar porque no se puede parar, le sostengo la vara mientras se mete la mano bajo la túnica y la saca con dos o tres caramelos, que me da. Lo dejo rodeado de otros niños que le  piden y corro hacia donde están mis padres antes de que llegue el paso. Ya noto la rozadura que me están haciendo los zapatos nuevos en el pie derecho. Quién pudiera estar sentado como este Cristo, que no para de rezar. Mira al cielo y reza con las manos muy unidas, seguro que sabe el sufrimiento que le espera.

Tantas penas, que ni tu madre sabe esconderlas. Ay, Virgen de la Estrella, ¿por qué lloras tanto, si dicen que eres la más valiente? Siempre cargada de lágrimas, pero siempre en la calle, hasta cuando llueve. Cuenta mi abuela que un año saliste sola porque las otras hermandades no quisieron y se enfadaron mucho contigo. Hubo bastante jaleo por la ciudad y un borracho te quiso tirar una botella, pero la gente del barrio te trajo de vuelta hasta San Jacinto. ¡Qué historias cuenta mi abuela! ¡Y qué torrijas tan buenas hace! Ahora me comería por lo menos dos...

Estas Semanasantas están hechas con dulzor porque la infancia es un tiempo de miel y de caramelo, de gusto por los grandes misterios dorados. Pasos que van explicando la Pasión de Jesús a retazos y que se viven de otra manera si estás en primera fila, porque se siente el esfuerzo de los costaleros y puedes, con mucho disimulo, acariciar los respiraderos y los faldones que van pasando tan cerca de ti.
Como has hecho con ese enorme paso en el que primero aparece un Cristo con la túnica blanca, maniatado, dejándose llevar con resignación por un grupo de romanos. Después, allí en lo alto está Herodes sentado en su trono, debe ser importante, pero su rostro te dice que no es un hombre bueno.

Otro día puedes contemplar asombrado como unos sayones están levantando con cuerdas la cruz donde han clavado a Cristo, mientras a un lado esperan su turno los dos ladrones, uno bueno y otro malo. Cuando crees que lo has visto todo aparecen dos romanos acompañados de sus caballos, entonces se te abre la boca y no eres capaz de cerrarla en toda la noche. Así vas conociendo los diferentes personajes que viven sobre los pasos, a reconocer a María Magdalena porque no tiene velo, a buscar la bolsa con las treinta monedas, la gota de sangre que enrojece el monte florido, los apóstoles que duermen bajo el olivo… historias que te cuentan y que vas haciendo propias, como si el huerto de Getsemaní estuviera en la Alameda y el monte Calvario empezara en la cuesta del bacalao.

Pero la infancia es también un tiempo de sombras y miedos, y sientes bastante congoja cuando en la noche callada tres golpes de martillo levantan un oscuro paso de madera con cuatro hachones de cera verde. Dos ángeles escoltan a un Cristo que ya está muerto, sin embargo parece tan sólo... Lleva la cabeza caída y el cuerpo vencido se dobla sin fuerzas hacia un lado, el incienso se te hace amargo en la boca y te cuesta trabajo olvidar lo que acabas de ver.

Más angustiado te quedas cuando en otro paso observas cómo Cristo es bajado de la cruz. Dos hombres subidos en lo alto de las escaleras lo están descendiendo agarrado por sábanas blancas, el cuerpo se desplaza de un lado al otro sin parar, y cada vez que se mueve, duele.

Vamos creciendo y llega un año en el que no puedes esperar más. Has decidido hacer el recorrido completo. El cansancio de tantas horas en la calle se va acumulando en los pies, el capirote se nos va clavando sin misericordia por toda la cabeza, la cofradía no avanza y cuando lo hace las calles parecen alargarse eternamente, un aire frío se va metiendo por debajo de la túnica, ya estamos en el barrio, sería tan fácil atajar para volver a casa, pero hoy toca aguantar como sea y llegar hasta la iglesia. Agotados, pero victoriosos, dejan al entrar el cirio y, como si se tratara de un rito de paso, se sienten mayores. Saben que el dobladillo de la túnica no da más de sí y que encargarán una nueva para el año que viene.

Grandes estos valientes
Que de Sevilla volvieron
¿son grandes o son pequeños?
Salieron niños,
hombres y mujeres han vuelto
y orgullosos van pregonando:
 Yo hice el recorrido completo
Con mi hermandad de San Gonzalo.

La última vez que me llevó mi padre a la Semanasanta fue para ver entrar a Los Estudiantes. Ya había caído la noche yerta sobre las flores cerradas. Los jardines estaban callados, mudas las fuentes y la piedra, sin ecos de cigarreras. Un Cristo viene muriendo entre hachones de tinieblas, el cuerpo trae vencido, ni un respiro le queda. Buena Muerte en sus ojos sin mirada, Buena Muerte en sus labios sin palabras.

Cuando los dos pasos ya están dentro de la Universidad, los costaleros salen a la calle y entusiasmados no paran de abrazarse, era la primera vez que unos jóvenes osados se atrevían a sacar un paso. Visten, sin pretensiones, pantalones negros y camisetas blancas, algunas de tirantas, se les ve sonrientes, eufóricos, llenos aún de ganas y fuerza. De aquel grupo cuatro son estudiantes de Medicina: Guillermo Orellana Delgado, Eduardo Esteban González, Francisco León Vargas y Manuel Alonso Ruiz Luna. Probablemente ninguno sea consciente de que están iniciando una nueva etapa para una España moderna que no tardará en llegar. Algunos creyeron que la vieja Semanasanta se desvanecería con la democracia, que se perdería para siempre, como la costumbre de guardar luto o el cansino hábito de recitar el rosario, que ya no tendrían sitio para pavonearse los militares que iban presidiendo los pasos. Sin embargo, quienes así pensaron no comprendieron los muchos significados que esta fiesta tiene y, naturalmente, como hoy podemos comprobar, se equivocaron por completo. En los ochenta la Semanasanta se aupó, en parte, gracias al ímpetu de unos jóvenes costaleros, que no les importaba ensayar casi todas las semanas y que, llegado el momento de salir, aparecían orgullosos con la faja y el costal en la mano en las puertas de las iglesias y entre las filas de nazarenos. No, no se podía terminar la Semanasanta, sin embargo, los sueños que tuvimos de hacer una sociedad más justa, aquellas promesas que nos hicieron de que era posible un mundo mejor, sí que quedaron olvidadas entre las hojas de los viejos catecismos que abandonamos en el trastero.

Continuara....



martes, 8 de abril de 2014

EL CHUZO DE MARCHENA


La Paciencia y la Diligencia


El pasado 6 de abril, en el Diario de Sevilla, pudimos leer un artículo de Juan Ruesga dedicado al insigne ceramista  Manuel Arellano. Sus murales dedicados a la Prudencia y al Trabajo, que desde finales del siglo XIX hermosean la fachada de lo que antaño era el edificio de Cerámica Santa Ana, ilustran esta entrada a la vez que son considerados los más reputados trabajos de este ceramista a quien en este blog le hemos dedicado varias     entradas.

También hemos destacado el contraste que representa la mencionada fachada que acoge a sendos murales con la blancura y desnudez extrema de la fachada del  futuro e  incierto  Centro Cerámico Triana. Habrá que pedir perdón por las reiteradas entradas que dedicamos en este blog reclamando la apertura de este museo tan especial para nuestro Barrio. Sin embargo son más las periódicas manifestaciones,  con ruedas de prensa incluidas, que se permiten realizar los políticos de las numerosas y distintas administraciones públicas de las que depende el referido museo. Las últimas declaraciones del Alcalde de la ciudad, afirmando lo mismo que todos han dicho, no hacen más que reafirmar la ineptitud, imprudencia e ineficacia del trabajo de estos representantes que hemos elegido en las urnas y que pasarán a la historia con más penas que glorias pero con su futuro resuelto.

La Prudencia y Trabajo, que tan magistralmente plasmó Arellano en la fachada de esta fábrica trianera, son  virtudes que le faltan a los políticos actuales y  pese a la frecuencia con las que se acercan a este enclave no hay contagio posible; permanecen inmunes.

Desde este blog seguimos insistiendo  en la necesidad de disponer inmediatamente de este centro como lugar cultural y turístico del arrabal. Y para la blanca fachada, proponemos dos nuevos murales cerámicos que representen, en consonancia con los existentes, La Paciencia como homenaje merecido a los ciudadanos que tienen que soportar a estos nefastos administradores que nos gobiernan y La Diligencia que es otra de las virtudes de las que carecen estos.

Pero tranquilos que ya mismo Susana Diaz, nuestra paisana, regresará a Triana para inaugurar el museo.

Alegoría de la Paciencia.


José Luis Jiménez 

jueves, 3 de abril de 2014

EL DEDO DE RODRIGO



Tabernas flamencas de la Cava trianera


Casa Lumumba


         Tabernilla de la Cava de los gitanos que antes se llamó “Casa Paco”, inmediata a Villa Troya. Recordemos con Pepa La Calzona que estaba ubicada frente al corral de las Viudas… “Paco era delgado y era canela. Cuando los gitanos iban a sacar su cofradía de San Román tos se juntaban en cá Paco”. También recuerda Pepa a “La Perla Nueva” (La Perlita), en el Altozano, y una taberna que había frente a Maldonado, en la calle San Jacinto. Ya en los años sesenta, gobernada por un forastero llamado Antonio, tenía como “gancho” principal un combinado que se denominó así, “Lumumba”. Aquí los flamencos se ponían a tono con el brebaje especialidad de la casa. Cuentan que hasta allí llegó uno de los primeros televisores, así que hay que imaginar su ambiente en determinados momentos.

Viña Rosa


         Taberna enclavada frente a Villa Troya y cerca del antiguo edificio de la fábrica de bombillas. Otra de las trincheras donde paraban los flamencos del entorno: El Tumba, El Maní, Juaquinito de Reyes… Nos recordó Manuel El Titi en cierta entrevista, que cuando Rafael Vega de los Reyes, Gitanillo de Triana, venía a Sevilla llamaba a Joaquín el de la Reyes, José Canales (el abuelo de Antonio Canales), El Tumba, El Pati y a él y los citaba en “Viña Rosa” o en “Villa Troya”. Y si Rafael bailaba… En una de sus visitas con sus camaradas a la Cava de los gitanos en estos años, Lola Flores amadrinó a un chiquillo del corral inmediato.

        Pepe Rodríguez Campos era el manijero de “Viña Rosa”, instalado aquí de joven desde “Viñafiel”, la bodega donde trabajó en el centro de la ciudad. En Triana, se casó con una joven llamada Rosa... y su casa fue refugio de gente que sabía congraciarse con la vida. Solía fiar los vinos y licores que vendían los ambulantes del barrio en la Feria, ayudando a los que más lo necesitaban. Arriba vivía Manolo el del Morapio, que tuvo que acostumbrarse a quedarse dormido con un cante por medio. Cuenta su madre, La Bella: “Donde está el estanco hoy había un bar y un corralón; allí llegaba Guillén el pescaero y llamaba a los Culatas y a todo el mundo y se organizaba una gran fiesta”.

        Sus hijos José y Serafín gobiernan ese estanco que menciona La Bella y que está situado a pocos metros de donde se ubicó “Viña Rosa”. Con la apertura del nuevo negocio acabó la existencia de la taberna; fue al final de los años sesenta. Pepe falleció el año 1985 con sesenta y ocho años de edad.

Ángel Vela Nieto. De "Triana, la otra orilla del flamenco (2)". 
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