Tras la reunión fraterna en torno al cartelista de la Velá de este año, Vicente Flores Luque, con breve anticipo además de lo que está por llegar anunciado en voz del delegado, Curro Pérez, echamos un vistazo en perspectiva a eso, lo que está por venir en el mes de la santa Patrona. Pero saludemos cuanto antes a la grata novedad de que este año ni el delegado ni nadie de la política ha tenido voz ni voto en la elección de los protagonistas: cartelista, pregonero y homenajeados. Consideremos también como tormenta pasada los malos vientos del Este, con sus rayos y truenos, para que nos asustemos y dejemos a la portada de Triana, que es el muro de la calle Betis, con sus desconchados, sus humedades, sus pintaditas, su abandono en fin.
En los veranos de antes había dos momentos ilusionantes, la apertura y primeras películas de los cines de verano, y la tarde-noche de la cabalgata que anunciaba la Velá de Sant´Ana y que recorría las calles del barrio con su alegría y promesa de felicidad. En los primeros años de la democracia, cuando todo se movía por impulsos ilusionados de unos políticos sin experiencia de oficio y cargados de ideas descabelladas, los prolegómenos de la gran fiesta lo constituía una semana cultural y artística en el Hotel Triana; se empezaba a respirar los “días señalaítos” con la esperanza de saber que lo mejor estaba por llegar.
Como los cines de verano, desapareció la cabalgata anunciadora mientras la semana cultural empezó a encoger hasta llegar a ser una semana de tres días, y de los tres a la nada. Ni siquiera se disfrutaba ya, como se hacía por tradición en el bar Puerto, la presentación del cartel con lo que se iniciaban los días en los que Triana es el centro de la ciudad y, por ello, la prensa pasaba el puente y se revivía la imagen, casi perdida, de los reporteros en plena faena. Así que la Velá desde que asomó este siglo de las grandes interrogantes, llegaba casi sin avisar, con el pregón en el Altozano por interés ajeno al barrio, pregoneros que no lo eran, con una caseta municipal desplazada del lugar que debiera ocupar y con los sonidos de una “calle del infierno”, llamada Betis, con el estruendo músical propio de los que cotidianamente celebran, con su demostrada delicadeza y hermosura estética, el botellón sin importarles lo que Triana celebra en esos días, ya menos “señalaítos”, desde hace siglos. Poco restaba de la fiesta familiar de antaño.
Bueno es, y también justo, que nos ilusionemos con lo que nos espera en nuestro mes de julio. Por destacar algo, nombremos la presentación de la revista “Triana” (la de siempre), una publicación que, estamos seguros, será ejemplar de colección como lo fueron los de antes del “accidente”. Con ella llegará el programa de la Velá que este año viene generoso a pesar de la mala sombra de ese monstruo al que llaman “crisis”. Y como se pretende rubricar los valores de la fiesta más antigua de Sevilla, se presentará un nuevo libro para que los trianeros sepamos cómo y por qué tenemos que defenderla, y se inaugurará una exposición para que esos valores se vean con los ojos; de la muestra quedará un interesante catálogo. Y todavía antes de la noche mágica del pregón y los nombramientos en el Hotel Triana (esperamos que este año los vecinos se comporten como trianeros), sobre el enchinado del Castillo, en espacio de su museo, se hablará de un trianero genial, Juan Belmonte, dentro de los actos que se vienen celebrando con motivo del cincuentenario de su muerte. Y con todas las novedades que nos esperan, dos jubilosas jornadas dedicadas a nuestra Antoñita Colomé. El próximo martes conoceremos todos los detalles.
Después de ser nombrada la fiesta de Sant´Ana “de Interés Turístico de Andalucía” sin que le sirviera para nada, ahora esperamos que sea, lo que le corresponde: “Fiesta Mayor de Sevilla” para que empiece a sentir el respeto que se le debe. Este año, como en otros tiempos, la prensa no tendrá más remedio que atravesar el puente. Y a ver lo que cuenta.
Ángel Vela Nieto.