lunes, 30 de diciembre de 2013

EL DEDO DE RODRIGO


Rafael El Eléctrico


             Este trece no ha querido privarse de todos los negros honores de su fama. En el final de su triste estela, a tres días de la desaparición de El Perlo, ocurre el fatal desenlace de la grave enfermedad que hacía algún tiempo padecía quien en el mundo flamenco se conoce por El Eléctrico. Como no deseamos que transcurra más tiempo si que sea recordado en esta página de su barrio, tomamos el texto que entresacamos del próximo tomo de “Triana, la otra orilla del flamenco”.
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               Rafael García Serrano venía del tronco de los Caganchos por vía paterna. Nació en 1960 en el número 9 de la calle Evangelista, hijo de Manuel García Rodríguez y de Pepa Serrano Heredia, bailaora de nacencia a la que el Príncipe Gitano quiso llevar en su grupo (“mi madre me decía: mira, niño, Triana mete la pierna por aquí…”). De ellos aprendió.

             De niño baila en “El Martinete”, la sala de Pepe Donaire, y casi chiquillo aún se presenta como bailaor en la sala “Los Gitanillos”, en Camas, formando parte, con Bobote, del grupo juvenil “Los gitanillos de bronce”; desde entonces el hermanamiento artístico de los dos bailaores. La siguiente etapa transcurrió por diferentes tablaos... “Los Gallos”, “La Cochera”, “La Trocha”... Su extraordinaria habilidad y la velocidad de su baile asombra al público.

            Después, forma en las compañías de Manuela Vargas, Curro Vélez y Manuela Carrasco, entre otras figuras.  Trabajó con Antonio Canales en su obra “Bailaor”, presentada en la Bienal del 2000. En los últimos tiempos se dedicaba principalmente al acompañamiento del cante y el baile. Rafael El Eléctrico (tenía electricidad en el cuerpo cuando bailaba) formó, además, con Bobote, bailaor de la misma casta, una pareja de instrumentos de percusión con el que quedaba redondo el compás. Adscritos a determinados artistas del baile como la familia Miño, juntos o separados, El Eléctrico y su compadre sabían cómo animar un fin de fiesta; sólo tenían que echar un paso alante y soltarse de pies y brazos; ambos, en lo suyo, son considerados maestros. Se consolidaron como par por intereses ajenos y propios; uno sin el otro, palma y redoble, bajaban sus prestaciones; juntos eran insuperables. La presencia de ambos, en el mismo espectáculo, ha sido frecuente en la Bienal y no es raro que aparecieran en distintos trabajos en una misma edición. Como su par, El Eléctrico era autoridad cuando el flamenco y “Las Tres Mil” se hacían protagonistas conjuntos.

            Rafael se casó en la parroquia del Polígono de San Pablo, barriada adonde lo llevó la especulación, pero su techo actual estaba en el otro Polígono. Y como se hizo marido con dieciséis años fue un abuelo prematuro. Hay que añadir que El Eléctrico tuvo un hermano que bailaba como para que no se le haya olvidado a quienes lo vieron; le decían El Civil, y se llamaba Manuel García Serrano.

            Y como todo lo hizo El Eléctrico antes de tiempo, se fue del gran escenario el día de Nochebuena de 2013, después de sufrir esa cruel enfermedad que siempre ataca a traición... Manuel Martín Martín, crítico y escritor de flamenco, lo despidió así: “Simbolizaba el baile añejo de Triana, porque era tan claro en sus pasos como el alcohol rectificado”.

Ángel Vela Nieto


jueves, 26 de diciembre de 2013

EL DEDO DE RODRIGO

"El Perlo" en "El Ancla". Junio de 2012.


El juego de la infortuna


         José Luis Jiménez y Elisa me recogieron de las puertas de El Serranito de la Ronda de Triana a las ocho y media de una mañana especialmente fría, aunque el día que amanecía era un 23 de diciembre. Llegamos al cementerio después de templar el estómago con un café; allí, junto a la entrada de la capilla, estaban Pepa Montes, Ricardo Miño, Antonio Fernández-Cachero y Antonio Díaz acompañando a la hermana  de El Perlo y algún familiar o vecino, un pequeño grupo que no se vería aumentado ni en una sola alma más. Llegó Eugenio en su último paseo; entraron el féretro en el pequeño templo de las despedidas para el responso que ofició un veterano sacerdote, tan helado como nosotros, que se había informado de quien era el finado mostrándose afectuoso y condoliente con los familiares y hasta nos animó a todos con algún comentario flamenco.

         No suponía esfuerzo de concentración contar los asistentes al acto postrero de un viejo cantaor y poeta gitano de cuerpo exhausto, pero de mente viva hasta el último suspiro... Un hombre impar, generoso, sensible, artista en suma, que había conocido medio mundo cantando y bailando en las troupes de grandes figuras del flamenco y la copla; poeta tardío y venturoso, empecinado navegante por el ancho  y tormentoso océano de los versos desde su no lejano puerto oscuro del analfabetismo; un hombre ejemplar con alma de niño que se confesaba infortunado, ser humano y artista de suerte esquiva. Nos decía adiós quizá desengañado de la vida, pero confiado en la justicia divina; iba a reunirse con su venerada madre, la que fuera jonda cantaora de la Cava, y con su hermana Encarnación a la que despedimos nueve meses atrás. ¿Hombre de mala suerte? Tendría que llegar el 2013 para que la muerte se lo llevara después de sufrir la pérdida de quien lo acompañó durante tanto años y a la que cuidó en su larga enfermedad con mimo de santo. Así que estábamos en decir el número de personas que se juntaron en la capilla del cementerio. Seguramente lo habrán adivinado: 13, ni más ni menos.

         La verdad es que El Perlo no hizo nada por prevenir esta triste circunstancia; nunca se preocupó de ponerse medallas, de sacar pecho y exhibir con orgullo sus ricos argumentos, su atinada inspiración como compositor de letras y músicas para coplas que lucieron en voces famosas; para nada presumió de los adornos de los que fue capaz de cubrirse desde el menos cero de su gramática y alfabeto, que no de su natural facilidad para la creación a la que no pudo darle forma escrita hasta que se reveló contra la Sociedad General de Autores porque le devolvían sus composiciones por las faltas de ortografía. Y con esa candidez no se puede andar por este mundo egoísta y falso. Porque, además, podía haberse hecho visto y oído en los medios de comunicación con tanta historia para contar, pero se limitó a salir a diario de su casa atildado y elegante, pero de una manera natural, sin afectación; ni siquiera llevaba con él una cartera de cuero como depósito ambulante de los libros de su autoría que ofrecía a sus amigos, sino que yacían en el azul humilde de una carpeta de cartón.

         Esta falta de promoción, de escaparate, tuvo el resultado que se esperaba a la hora de atraer a tanta gente que le conocía al séquito postrero. Pero, por otro lado, Eugenio Carrasco Morales El Perlo era una especie de bicho raro, caso único de cantaor gitano que se recicla en entusiasta de la poesía y que pretende vivir de sus creaciones, agotada su voz por una cruel enfermedad. Un viejo calé de pobre cuna que escribe en versos, que menciona a los clásicos como amigos, que lee y estudia, que domina la técnica de la rima y su nomenclatura... no puede ser más que un tipo extraño, y a lo peor lo verían así demasiados ex compañeros de la flamenca profesión, posiblemente hasta los de su Cava, los de aquella “Triana Pura”, grupo al que no perteneció porque no contaron con él... Mala suerte, la misma que le acompañó en Madrid durante mucho tiempo, porque no era lobo para aquellos bosques encrespados donde había que luchar por la comida en el tiempo de todas las carencias. No estaba hecho para competir. Y hasta algún gracioso, con malas entrañas, le colocó el sambenito de gafe; y era mucha la guasa cruel de las fiestas, los señoritos y el vino.

         Trece personas en un día helado de 2013 compusimos el séquito que  acompañó a El Perlo hasta su tumba después de un largo y pesaroso recorrido por entre huecos de nichos de muertos desalojados, bocas negras que clamaban contra la moda de la incineración. Pobre Perlo, seguramente lo que más lamentaría es no haber concluido el libro que preparaba para un concurso, otro más. Con 88 años y todavía tenía esperanzas de triunfar con rotundidad entre camaradas del verso y, de paso, ganarse unos duros que ayudara en la precaria economía de su casa.

         El hombre puro que nos hacía partícipe de su poesía recién nacida no verá en manos ajenas el poemario que dedicaba a su particular “Platero”, un burrito de parecido nombre -“Barquero”, se llamaba- que hizo las delicias de su niñez cuando con él acompañaba a su padre en el acarreo de materiales que daba de comer a la familia, y al que acicalaba con esmero en su patio de corral de vecinos del Monte Pirolo. Entonces fue feliz...

Ángel Vela Nieto

lunes, 23 de diciembre de 2013

EL DEDO DE RODRIGO




El Perlo de Triana


No hace mucho escribimos, con ocasión de su homenaje en el Teatro Lope de Vega, esta breve semblanza de Eugenio Carrasco Morales El Perlo de Triana. Todo lo que hagamos en su recuerdo será poco para lo que su generoso corazón y su honda inspiración de artista, merecía.

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         Eugenio Carrasco Morales nació el día de Nochebuena de 1925 en Málaga por circunstancias profesionales de su madre, La Perla de Triana, pero el primer año de su existencia lo cumplió en su barrio, en el corazón del flamenquísimo Monte Pirolo. Fue su madrina La Niña de los Peines. Su padre, José Carrasco de los Reyes, pertenecía a la familia de los Gitanillos.

         Eugenio es cantaor más que bailaor, y poeta más que todo si se puede decir de la actividad que lo ha salvado del analfabetismo y de los males de la vida en su ya larga existencia. Gitano cabal, se pelea hoy con los versos ganando batallas a veces imposibles. El Perlo se sintió torero y lo intentó, trabajó de limpiabotas, vendedor de lotería y fue obrero de una fundición antes de creerse que podía ser artista. En el verano de 1944 ganó un concurso de cante en “La Manigua”, la sala de la calle Betis y, animado, tomó la senda trillada que llevaba a Madrid. Y allí se enroló en diferentes compañías con las que recorrió medio mundo. Su primera gira fue con Juanita Reina en 1946, y su primer disco contuvo unos cantes por tientos y fandangos; Niño Ricardo fue el guitarrista.

         El afán de El Perlo fue retirar a su madre de los bares de la Alameda; él evitaba coincidir con ella frecuentando las ventas, en busca de trabajo, cuando se encontraba en Sevilla, especialmente la del Charco de la Pava. Se considera un hombre infortunado, o no estuvo en el lugar en el momento o, cuando estuvo, ocurrieron cosas inexplicables; figuras a las que entusiasmó, pero que nunca contaron con él, caso de El Caracol. Sobrevivió en un tiempo muy difícil de fiestas en escenarios distintos demostrando su sabiduría de gran cantaor.

         El Perlo, mermado por grave enfermedad que le impide cantar como sabe, echó mano de su profunda inclinación por la poesía y se hizo autor. La Sociedad de Autores tendrá en su inspiración una fuente que daría de beber a figuras del cante y la copla como El Turronero, Enrique Montoya, Antonio Machín, Sara Montiel y Manolo Escobar, entre otros.


         Desde hace muchos años vive lejos de su querido barrio que visita cada sábado para acudir a la tertulia de “El Ancla”, en la Cava de los civiles, donde es querido, admirado y respetado. Su lucha por sobrevivir con dignidad, editando y vendiendo él mismo sus libros hechos de versos profundamente sentidos o de prosa poética, amparando, a la vez, a su hermana La Perla -muy mermada físicamente- es todo un ejemplo.

Ángel Vela Nieto.

domingo, 22 de diciembre de 2013

HA FALLECIDO EUGENIO CARRASCO, "EL PERLO DE TRIANA".


La noche del pasado sábado 21 de diciembre falleció  nuestro buen amigo Eugenio Carrasco, “El Perlo de Triana”.  A menos de 3 días para cumplir los 88 años no llegó a perder su lucidez  y seguíamos departiendo con él  sobre cante o poesía, incluso a una de las familias con la que compartía habitación, naturales de Utrera, les contaba que conoció muy bien a Enrique Montoya y a Bambino de los que fue letrista en algunas canciones. Hasta antes de ayer, nos confesaba la mencionada familia utrerana, llenó de alegría la habitación 214 del sevillano hospital de San Juan de Dios con sus cantes y sus relatos.

Llegó a publicar 15 libros, desde aquel “Poemas y Coplas” hasta el último dedicado a Antonio y Manuel Machado que salió a la luz en diciembre de 2011, aunque de entre todos se sentía particularmente orgulloso de “Platero, Juan Ramón y Yo”, obra con la que, por expreso deseo suyo, será enterrado.  Su mención de “Trianero de Honor” en 1992 fue el mejor homenaje que le rindió su barrio.

Su última aparición en público ocurrió el 20 de noviembre de 2012 donde un grupo de amigos y artistas de reconocido prestigio se reunieron en el Teatro Lope de Vega para organizarle un festival que paliara en parte la falta de recursos económicos.

Son muchas las lecciones de bonhomía que me ha dado Eugenio desde que lo conocí, pero ninguna como la de estar acompañando y cuidando a su hermana Encarna, impedida físicamente,  hasta el día en que esta falleció; las pocas fuerzas que conservó Eugenio fueron entregadas en su totalidad para que “La Perla” viviera en las mejores condiciones, mayor altruismo no cabe.

Mañana lunes 23 de diciembre, a las 9 de la mañana, en la capilla del cementerio sevillano de San Fernando tendrá lugar un responso previo a su enterramiento.

"El Perlo se marcha demostrando sobradamente lo que decían los versos de su  poema “Un hálito de vida”, publicado en el libro “Corazón Gitano”, y que reproduzco a continuación.

Mientras me quede un hálito de vida.
Mientras que no me quede exangüe,
yo seguiré escribiendo,
pero sin dar la lata,
dando estímulo y repartiendo aliento.
Mientras mi corazón bombee sangre
coordinadamente a mi cerebro,
mi verso seguirá siendo, sin duda
el pregonero fijo de mi centro.
Mientras me quede un hálito de vida
iré donando siempre pan de amor,
pan de verso y pan lírico;
y me declararé constantemente
en huelga de cariño,
mientras me quede un hálito de vida.
¡Amén!

Descansa en paz, amigo.

José Luis Jiménez




jueves, 19 de diciembre de 2013

EL DEDO DE RODRIGO



Matilde en su Chapina


         En hora tan señalada, las cinco en punto de la tarde del lunes 16 de diciembre, la desconocida plaza de Chapina, ese añejo rellano que tiene la Real calle de Castilla por el centro de su recorrido, dio comienzo el acto de inauguración de otra plaza, hija o apéndice moderno de la Chapina histórica, compuesta a la sombra del horrendo edificio que encajaran entre la mencionada Castilla y su paralela Alfarería para “hogar del pensionista”. Bueno, la plaza ya existía, ahora se bautizaba con el nombre de uno de los más ilustres hijos de esta zona de Triana caracterizada por la increíble nómina de artistas que parió. Es mujer, y no por eso tenemos que escribir lo de “hijos e hijas” como han impuesto algunos políticos (¿o todos?). Si, una mujer que fue alzando su gigantesca estatura por las aceras que cercaron a la primera estatua trianera, la de Rodrigo con su “¡Tierra!” como fe de marino ojo avizor y su catalejo.

         Todo estuvo preparado para que, tras el descubrimiento del rótulo, el alcalde de la ciudad alzara la voz y bajara la mirada a un texto bien redactado para la ocasión y mejor desarrollado. Se lució el señor Zoido atento, antes y después, con todos y especialmente cariñoso con la homenajeada que, digámoslo ya, se trata de Matilde Coral. Se llenó de afecto y de curiosos el escenario, y entre los primeros un buen número de compañeros de la artista. Cerca de ella, arropándola, sus hijos y su hermana Pepa, la también extraordinaria bailaora, en uno de esos días que se quedan grabados no sólo en la mente -también en el sentir- de los que llegaron allí saboreando de antemano el acto. Matilde repartió manojos de agradecimientos con el dominio de la idea de la que hace gala; da gusto escuchar su palabra sabia, siempre rica e interesante y, desde luego, embargada por una emoción profunda que supo contener con el aplomo de quien, a estas alturas, vive todos sus días con emotividad... Mientras, la efigie de Alberto Lista, se hacía extraño invitado.

         Paco Correal, el último romántico del periodismo de calle, quiso saber cómo era antes la “Plaza Matilde Coral”; le aclaramos que ésta carecía de pasado y que para que existiera se derribó todo el tramo de acera de Castilla que se enfrentaba a la verdadera plaza, la de Chapina, y que en una de sus casas había nacido otra trianera famosa: Mikaela. Sin previo aviso, la mayoría de los asistentes se acercaron al edificio que ocupa el solar de la que fue casa natal de Matilde, y allí sucedió la segunda parte del grato episodio, el descubrimiento de una placa en cerámica recordando su casa y sus méritos. Sería absurdo obviar que Manolo Alés, el muy diligente director del distrito, vecino de la misma calle, nos había dicho que el texto era el mismo que le pasamos, bastantes días atrás, cuando nos pidió una idea para la leyenda, y como tal idea se la dimos...

         Todo discurrió con la sencillez, armonía y sabor a pueblo, como ocurren las cosas grandes en Triana. Y, como también es reposo habitual, un importante grupo disfrutó del reconfortante café de “La Sonanta”, el bar de nuestro trianero amigo Juan Manuel, sucesor de aquel también gran personaje que se llamó Artemio Martín, gobernador, en el mismo lugar, del bar “Centro de Castilla”, parada oficial y generoso avituallamiento de los cartujanos en tiempos que la gran maestra del baile conserva en su memoria. Y así se fue consumiendo la tarde, pero sin perder su brillo. Matilde,  con sus hijos y su hermana Pepa, Cristina Hoyos, Pepa Montes, Rocío Flores, Justo Salao y tantos artífices del baile más, apuraron la jornada, uno de esos días relucientes que nos deja la satisfacción de la deuda satisfecha, pero -es inevitable- con otros nombres en el recuerdo que permanecen donde hasta ahora estuvo, injustamente, la única Llave de Oro del baile flamenco, la gigantesca Matilde Coral.


Ángel Vela Nieto     

domingo, 15 de diciembre de 2013

EL FAROL DE MARCHENA


Avíón HA-100 TRIANA.

EL AVIÓN TRIANA Y EL "AUTO- TRI"


En este mes de diciembre esperábamos, tal y como habían prometido, la inauguración del Museo de la Cerámica pero, una vez más, y ya son demasiadas, nos han vuelto a tomar el pelo. El asunto de este Centro, donde están involucrados los tres partidos mayoritarios  que gobiernan la ciudad de Sevilla y la comunidad andaluza, debe de encerrar algún problema que desconocemos y que nuestros representantes políticos, demostrando como siempre su absoluta falta de transparencia, nos ocultan deliberadamente. La nueva fecha de apertura que   han publicado esta vez  es enero, pero no han dicho el año.

Sin embargo tenemos algunas efemérides interesantes  que recordar del mes de diciembre de 1953. Por aquel año todavía no existían los porteros electrónicos que en la actualidad mantienen cerrados a cal y canto las puertas de los  pocos corrales de vecinos que milagrosamente siguen en pie. El dictador Franco y su familia habían visitado Triana donde un grupo de trianeros  habían fundado una asociación de nombre “Grupo de Amigos de Triana” con el único  fin de defender el arrabal ante la falta de representación en el consistorio; ahora, pese a  la amplia representación del Distrito, las cosas siguen igual.  La especulación y la piqueta todavía no eran un problema para un barrio que conservaba  en pie gran parte de su prospera industria como la Hispano Aviación que desde 1951 había contactado con el proyectista alemán Willy Messerschmitt para desarrollar los aviones HA-100 TRIANA, HA-200 SAETA y HA-300.  Los frutos del proyecto no se hicieron esperar y en menos de dos años, concretamente el 10 de diciembre de 1953, el avión HA-100 TRIANA realizaba su primer  vuelo.

El Auto-Tri durante su presentación en Madrid.

Pero no terminan los proyectos trianeros en este año - así lo recoge Ángel Vela en “Triana y su Velá en tiempos modernos”- y uno de los trianeros más ingeniosos , Francisco Gaitán Sánchez, presenta en Madrid un utilitario de tres ruedas denominado “Auto- Tri”,  con Tri de de Triana, claro. Un resumen de esta presentación se puede visionar en el NODO del 14 de diciembre de 1953.  Construcciones Gaitan S.l. comenzó con un pequeño taller de reparación de bicicletas en el nº2 de la calle Betis y terminó siendo una próspera industria de microcoches, coches de pedales, motocarros, coches de inválidos, motorización de bicicletas y triciclos de reparto. También construyó camas de hospital y butacas de cine.

Han pasado 60 años y nada queda de aquella Triana industrial con espíritu emprendedor donde, cada 4 años, siguen llegando nuevos políticos acompañados de un séquito cada vez  más abultado  que realizan multitud de promesas y que vienen cargados de heraldos con mensajes banales y noticieros similares al nombrado NODO en distintos formatos; todo ello pagado con dinero público. Y al final  para convertir a Triana en un vulgar muestrario de bares y veladores.


José Luis Jiménez

miércoles, 11 de diciembre de 2013

EL DEDO DE RODRIGO

                                                                              

                 




María Pinar


         José Félix Machuca entrevistó a una vecina de Triana un día de 2009, y pocas veces nos hemos sentido más defraudados por nuestra ignorancia. Bien es verdad que Triana es inabarcable y que es imposible, por tanto, saber de ella como para que no sientas vacíos en tus conocimientos por mucho que la hayas escudriñado, desde la diosa Astarté hasta la peatonalización de San Jacinto y la construcción de esa maléfica deidad, invasora de nuestro cielo, que se llama Torre Pelli. Hablaba, Félix, con una mujer adulta que se quejaba de asuntos relacionados con el tráfico, las bicicletas y lo peatones, pero junto a sus denuncias de ciudadana comprometida, valiente, el periodista revestía la entrevista con detalles de la vida de la señora María Pinar, que así se llama la protagonista. Había nacido en el Barrio Voluntad, tomado clases de baile y actuado en las inolvidables “Galas Juveniles”, que fuera reválida de los jóvenes que en Sevilla soñaban con ser artistas. Hasta ahí, capítulos comunes a muchos que triunfaron y a otros más que se quedaron por siempre en los programas de aquellos espectáculos musicales y domingueros del Teatro San Fernando.

         Pero la joven María estudia, además, Arte Dramático y su baile se reviste de unos atractivos fuera de lo común. Creyendo estar preparada marcha a Madrid donde, después de sufrir los lógicos inconvenientes de la integración en el mundo del espectáculo de la gran capital, un amigo fotógrafo envía a José Luis Uribarri su retrato. Y comienza a actuar bailando en programas de televisión en los antiguos estudios del Paseo de la Habana. La belleza de la trianera no pasa inadvertida a los productores y directores de cine que la llaman para interpretar pequeños papeles hasta que estos se van estirando. La fortuna de su salto a la televisión y al cine se repite con otra intervención fortuita; a su hermana le da por enviar una fotografía suya al periódico España de Tanger, entidad que organizaba el concurso de Miss España. Y un día recibe una carta de cita. El resultado llega poco más tarde en forma de título: la mujer más guapa en el suelo patrio es una trianera, actriz, bailaora y bailarina a la que agasajan en “Chicote” y le regalan un piso en la Costa del Sol.

         Paralelamente, María interviene en obras teatrales al lado de primeras figuras de la escena, pertenece al plantel de aquellos “Estudio 1” de Televisión Española, conoce escenarios de toda España y llega a Sevilla con sus obras, antes y después de que llegaran sus películas; al fin, cuarenta títulos. Y es a donde queríamos llegar, porque después de haber firmado el que suscribe un libro con el título “Triana, un barrio de cine” cuando creíamos que lo sabíamos casi todo después de unos cuantos de años preparándolo, resulta que ni mencionamos a María Pinar. Por extraña circunstancia nadie nos habló de ella ni en ningún sitio leímos o escuchamos su nombre ligado a esta orilla. El resquemor era inevitable, como inevitable reparar el triste efecto de la omisión. Guardamos entre las páginas de un ejemplar la hoja (tardía) del ABC con la entrevista donde ya había algunos apuntes más también llegados con penoso retraso.

         Y resulta que, metido en el trajín de la preparación del segundo libro sobre la Triana flamenca, conozco a un bailaor, Rafael Márquez, vecino de la barriada Santa Cecilia, uno de esos artistas que al cabo de su vida activa guardan un cofre del tesoro en su memoria. Rafael, que es íntimo de Paquita Rico desde la juventud de ambos, me habla de otra de sus grandes amigas a la que visita con frecuencia. Se trata de una actriz, hija de un placero del mercado de Triana que, entre otras actividades, bailaba flamenco para que la tenga en cuenta. ¿María Pinar? En seguida le cuento lo que nos ocurrió con ella. Rafael se compromete a presentárnosla y lo hace. Reunidos, le cuento la historia a María mostrándole un ejemplar del libro en el que ella debería ocupar un sitio de honor; algo así le anoto en la dedicatoria, no sin rubor. Pero ella, que ha visto y sentido tanto, no se molesta por la falta, sino al contrario, lo comprende, y ojea las páginas en un momento de expectación cuando hubiéramos querido escuchar de su voz, por arte de magia, tres palabras... “¡Si estoy aquí...!”.

         Creo que hemos tenido cuatro Miss España en Triana, pero la primera fue María Pinar, una mujer que nació artista, que canta, baila, interpreta y recita y que intervino en varias docenas de películas aunque su nombre sólo aparezca en un ejemplar de “Triana, un barrio de cine”.


Ángel Vela Nieto   

jueves, 5 de diciembre de 2013

EL DEDO DE RODRIGO


La hora de Triana


         Dos relojes de los llamados “de torre” quedan en Triana, el que está en vías de recuperación del edificio “El Faro”, la antigua estación de la línea de vapores “Sevilla- Sanlúcar- Mar”, pulso y corazón del Altozano y del mismo barrio, y el del colegio de las monjas de la Cava de los civiles; aquel que se colocó en 1985, aunque el original fue montado en 1924, y éste de Pagés del Corro que data de 1903.

         Las leves campanadas del reloj de la Cava nos evoca aquellos tiempos en que los “Orient” de muñeca y bolsillo escaseaban y eran estos cronómetros los que marcaban el tiempo a la comunidad. Traigamos a la memoria la esfera horaria que coronó la magnífica fachada de la fábrica de Mensaque, Rodríguez y Cía. (“el tejar del reloj”), montado en 1923 cuando se alzó el edificio industrial que existiera en el tramo final de la calle Evangelista durante varias décadas, hasta que la empresa se trasladó a Santiponce.  

         Pero el más importante, por mirado, fue el que se alzaba en la Torre del Altozano -del que ya José Luis Jiménez nos habló-, en pleno mentidero o plaza mayor del barrio; tenía dos caras, una miraba al puente y otra se ofrecía al ancho espacio de la plaza. Como se sabe, la torre mediaba entre la capilla del Carmen y la casa-tienda de “La Unión Palentina”. Cuentan las crónicas que se colocó ex profeso en una torre construida en 1852, y durante tres cuartos de centuria dio la hora con generosidad, aunque alguna vez ofreciera direcciones distintas las agujas de sus dos grandes esferas... Pero Triana se sirvió de otro ejemplar mucho más antiguo, el que no por alejado dio cumplido servicio al vecindario; se instaló en una torre del convento de la Cartuja, en 1575, y señalaba las horas de rezos y misas expandiendo las campanadas por la silenciosa atmósfera de todo el arrabal de entonces. Casi dos siglos y medio después se colocó en el mismo lugar un nuevo modelo que funcionó hasta la definitiva exclaustración de los frailes en 1835. Los componentes de aquel primitivo marcador horario se lo llevó el primer marqués de Pickman a su tierra, Inglaterra.

         A finales de 1982 la Fundación Ruiz Mateos recompone otro antiguo reloj de la Cartuja fechado éste en 1817, obra del prestigioso relojero Manuel Navarro, lego del convento Santo Domingo (San Jacinto), cuya maquinaria mide dos metros y el péndulo cinco. Comentemos, finalmente, que en 1983 se elaboró un proyecto para la instalación de un modelo gigantesco en la plaza del Altozano que, felizmente, no se llevó a cabo.

         Así que aplaudamos el hecho de que próximamente podamos volver a disfrutar de algo nada vital para la vida y tejemanejes del ser humano de hoy, pero no olvidemos que un reloj público es un elemento corporal vivo que sirve a todos sin que haga contabilidad de los ojos que se posan en él. Y este, nuestro Altozano, horriblemente pintado de carretera, como tantas viejas calles del barrio, pedía a gritos un marcapasos para su corazón larga y penosamente silenciado. Y, vencidos inconvenientes propios de los terrenos políticos, pronto veremos una plaza distinta, más alegre, más propia de lo que Triana fue y todavía parece, un pueblo.


Ángel Vela Nieto  

lunes, 2 de diciembre de 2013

EL FAROL DE MARCHENA

Fachada Principal de la Casa de Blas Infante con el escudo de Andalucía.

TRIANA EN EL ESCUDO DE ANDALUCIA


Mucho se podría relatar acerca del escudo de Andalucía que junto con la bandera y el himno constituyen los tres símbolos andaluces de nuestra comunidad.  Sin embargo en esta entrada nos vamos a centrar en destacar dos curiosidades históricas que relacionan dicho escudo con Triana y las manos de dos artistas trianeros: Andrés Martínez de León y Pedro Navia  Campos.

Escudo original dibujado por Martínez de León

En la casa Museo de Blas Infante podemos observar el primer dibujo  original del escudo de Andalucía y cuya autoría se debe a Andrés Martínez de León que presumíblemente, y así los aclaran en la web del artista, debió ejecutarse con anterioridad al año 1925 ya que se incluye en la rúbrica la palabra TRIANA que llegó a usar el pintor hasta dicha fecha; incluso en el libro de Benito Mas y Prat titulado “La Tierra de María Santísima”, ilustrado por Martinez de León en 1925,  aparece un detalle similar al del escudo andaluz.

Escudo original en terracota realizado por Pedro Navia

En 1932 Blas Infante encarga al ceramista Pedro Navia un escudo para colocar sobre la fachada principal de su casa de Coria:  La Casa de la Alegría. El escudo sobrevive  toda la dictadura franquista y  permanece en la fachada  hasta   2001, año  que pasará a la muestra permanente del Museo de la Autonomía donde podemos seguir disfrutando del mismo, quedando en la fachada una réplica del original.

 
Membrete de Pedro Navia en carta enviada  Blan Infante en 1933. Archivo de Centro de Estudios Andaluces

Además  del escudo,  el interior de la casa está repleta de cerámica trianera nacida  de la fábrica de Pedro Navia, destacando los 737 azulejos decorados con escenas del Quijote con el que Blas Infante dio a conocer a sus hijos la famosa obra de Cervantes.  También podemos contemplar alguna obra gráfica de Andrés Martínez de León junto con libros ilustrados por el mismo autor que formaban parte de la biblioteca particular de D. Blas.

Dos artistas  nacidos a finales del siglo XIX  de los que  no hay dudas de su amor por Triana como así lo demuestran en las rúbricas de sus obras.

Rúbrica de Pedro Navía en el Escudo de Andalucía de la Casa de Blas Infante

Rúbrica de Martínez de León en el primer grabado del Escudo de Andalucía.


José Luis Jiménez

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