Luis de Triana
Desconocemos
si hacía bien los cantes o el baile; no fue artista, pero supo como pocos del
arte flamenco y hay que suponer que algo se le pegaría porque, además, tuvo
hermanas que fueron bailaoras profesionales, según él, y hay que creerle ya que
lo manifestó delante de quien lo conocía bien, su cuñada. Y su cuñada era la
otra Coquinera, la hermana de su
mujer. En el número del semanario Estampa del 8 de junio de 1935 descubrimos a
este curtido personaje detrás de la barra de una ventilla que regentaba Antonia
La Coquinera; la que fuera su hermana y pareja de baile, Josefa Gallardo Rueda,
había fallecido pocos meses antes. Estas famosas bailaoras nacieron en El
Puerto de Santa María, y después de pasar por los cafés cantantes sevillanos,
Suizo y Novedades en la década de los ochenta, viajaron a Madrid donde
quedarían afincadas para los restos después de ser contratadas en el famoso
café “La Marina”. Y allí se le organizaría un homenaje a Antonia en el que
participaron, entre otros artistas, los trianeros Faíco y El Niño de Triana.
Fernando el
de Triana nos aclara que no eran gitanas y que la más grande fue Antonia. El
bar donde laboraba el triste Luis, con el luto fresco en la solapa de la
chaqueta, estaba en Cuatro Vientos y hasta allí se desplazó una reportera tras
la estela, ya deslucidas por las malas bromas de la edad, de la famosa Coquinera…
“Su cuñado le ayuda en el bar –escribe-, tipo magnífico de gitano trianero,
ex-camarero de famosos colmaos de Madrid… ¿Usted no ha sido artista? No, mis
hermanas sí lo han sío y tengo parientes que aún danzan por ahí. Yo estuve
siempre en los colmaos como camarero. Hoy los camareros de los colmaos ganan
mucho menos. Se acabó la juerga y se acabó el flamenco hondo de verdad”. La
periodista tercia para quitarle hierro a las manifestaciones pesimistas del
gitano de Triana: “Sin embargo ahora se están dando espectáculos en los teatros
a base de parejas de baile flamenco. Recuerde la actuación de La Argentinita en
las obras de Falla. Sí –responde Luis-, pero eso es un número especiá para
gente que lo entiende; no es como antes que era pa toos, porque toos lo sentían
por iguá. ¿Entonces ahora no hay juergas flamencas? Muy pocas… Y si hay alguna
es a base de los nuevos. A los viejos ya nadie los quiere. En los viejos está
la solera del cante y el baile andalú”. Luego Luisa Carnés, que así firma la
autora del reportaje, se centra en la figura de quien ya andaba lejos de los
deslumbres que cegaron a señoritos distinguidos, Antonia La Coquinera. Y en un
bar, montado a raíz de la muerte de su hermana y con la ayuda del afligido
viudo que tanto supo de la nocturnidad flamenca y de las debilidades y grandezas
de los artistas, esperaba sobrevivir hasta que Dios quisiera. Era “el final de
los flamencos”.
Y así
supimos de un practicante trianero de ese otro arte que es atender, escuchar y
contemplar en un ambiente en el que hay que saber más que Séneca y, por demás,
esposo de una de las Coquineras a la que imaginamos conocería en Sevilla.
Josefa, su mujer, había nacido en 1871 y tenía más de treinta años cuando llegó
a la gran capital donde sería enterrada en el mes de febrero de 1935.
Ángel Vela Nieto. (De “Triana, la otra orilla del flamenco”).
Ese maravilloso libro está repleto de lugares y personajes, como este Luis de Triana, totalmente desconocidos y que a partir de ahora pasan a formar parte de la historia de Triana. Toda una suerte para los que tanto queremos a este barrio y que poco nos importa si el personaje nació en agosto o en diciembre.
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