Costa Triana
Sí, no cabe
duda de que esta playa sin mar, pero con río, tiene sus atractivos, aunque este
río sestee y nos despiste de su vida anterior, de su plenitud, pero ahí está
con su oferta de agua para baños que algunos aprovechan; no tantos como antaño
cuando todos los jóvenes se abrazaban a él como a un generoso camarada
bienhechor, y hasta había –y no pocos- que clavaban en su falda maternal su
cabeza desde las mismas barandillas del puente, trampolín que en tiempos
ofrecía todo un espectáculo gratuito.
Desde que el
Seat 600 y la tele irrumpen en la
cotidianidad, el veraneo se revoluciona. Las visitas a las playas se hacen
cotidianas y las ausencias a los cines de verano también; un nuevo estilo de
vida se va a imponer y los patios y corrales de vecinos se “culturizan” y
distraen con lo que les cuentan desde lo que se llama la pequeña pantalla y los entusiastas viajeros de la calle. El cine
perdió su indiscutible autoridad y el conocimiento se pragmatiza; los sueños
del cine, los paisajes del cine, los rostros del cine ya no monopolizan el
saber y la curiosidad universales. La silla de enea de la terraza cinematográfica
se cambia por la butaquita casera o el skay
del seita. Los rostros de la televisión se hacen de la familia, y todo lo que
nos dicen será distribuido después por las aceras y las tiendas como se
contaban las películas del Avenida, Alfarería, La Estrella o San Jacinto.
Y así ha ido
el veraneo evolucionando hasta la eliminación del cine, mientras se ensanchaban
las pantallas caseras y los asientos del coche. Pero lo primero va contra lo
segundo porque éste no se mueve por simpatía; exige una paga y dicen que estamos
en crisis. Así que resta la posibilidad de veranear en Triana y, como ocurría
antiguamente con determinadas playas, cada año se ve más gente disfrutándola. Y
es que costa Triana presenta su atractivo intacto. Todo es salir de casa y
notamos como unos brazos te estrechan… no es la calor, es lo que te quiere tu
barrio y lo que te agradece que lo hayas elegido para pasar tu agosto. Además,
su última oferta es la de otro paseo marítimo, el de la nueva calle San
Jacinto. Que no nos falte de ná, como
canta Manuel Melado.
La crisis
tiene sus ventajas. Una de ellas es que ya no cierran tantos bares como hace
unos años. Antes te sabías de memoria las barras cerveceras de guardia, y hasta
tenías que andar un rato para alcanzarlas. Ahora raro será que el bar, “tu” bar,
no te esté esperando a la hora que sea; así que aprovechando el mal gusto de los
que todavía se van a la vera de los mares el mes de agosto, lleguemos a la hora
que lleguemos, siempre seremos los primeros; se acabó por este gozoso periodo
estival, el coger el vaso por encima de las cabezas de la apretada primera fila
y de tenerte que tomar la cerveza -firme como un militar- sin poder expresar tu
satisfacción en esa clásica postura de apoyo acodado. Puedes tener la suerte
añadida de que el pelmazo de la reunión esté entre los ausentes; nunca te sabrá
mejor la “cruzcampo”.
Además el
mes de agosto nos sirve a los veraneantes en Triana para consolidar nuestra
amistad con el camarero o dependiente que nos atiende durante el año, y hacerla
más íntima; hay sitio para la conversación y no hay mejor cerveza que la que te
sirve un amigo.
Ángel Vela Nieto
Sobre lo de los bares, creo que puedo opinar. Considero un verdadero mérito estar trabajando en estas fechas tras una barra y no lo digo sólo por la calor. El que esta ahi detrás es porque no se puede permitir estar en otro sitio. Buena entrada, Ángel.
ResponderEliminar... y el que está delante del mostrador igual, amigo José Luis...
ResponderEliminarUn saludo.