jueves, 1 de agosto de 2013

EL DEDO DE RODRIGO


       Lo que nos dejó la Velá


            Podía haber sido como aquellas Velás que, de tiempo en tiempo, tenía que restaurar don Aurelio Murillo desde su consistorial rebotica, cuando veía que  la cuesta abajo de su fiesta más querida podía acabar en el fondo del mismo río nutricio de sus juegos y sus risas. Entonces reunía en cabildo a las fuerzas vivas de su palpitante alcaldía y soltaba la proclama: “Hay que echarle un salvavidas a la Velá; Sant´Ana y Triana no se merecen este escarnio, esta patente y desastrosa falta de respeto a las tradiciones de los pueblos”. Y, en seguida, repartía las delegaciones quedándose con la más dura, la de visitar comercio a comercio animando a la colaboración, tarea tan ingrata que a veces llegaba al mantel sin ganas más que de dejar descansar a su estómago, delicado órgano que, al fin, quedó muy afectado.

            Siempre se notó la mano amorosa de don Aurelio y su fiel y animoso equipo en los “días señalaítos”. El Ayuntamiento, cicatero con una manifestación festiva abierta a la ciudad, se aprovechaba de que, de toda la vida, la mayor parte de su coste salía de la caja de las tiendas de Triana y, por lo visto, entendía que así tenía que ser… ¿no quieren fiesta…? Daban el alumbrado y facilitaban la presencia de la Banda Municipal –desde su fundación- para que diera la nota de apertura, al par que una lección musical de las más clásicas partituras dedicada a quien estaba alejado de ese placer, el pueblo más sencillo, más humilde. El Ayuntamiento alumbraba lo que don Aurelio y su equipo organizaban sobre la avenida de agua y el Altozano en honor de la titular de la Real Iglesia y como homenaje a sus convecinos.

            Podía haber sido como aquellas Velás inolvidables, pero hay que añadir que se rozó la banderita. Sorprende, además, que esta reforma profunda llegue en tiempos que dicen de arcas telarañosas. Hay a la mano fotos de otros años y no hay más que comparar. Las casetas en su estético uniforme exterior se han revestido de una clase que antes no tenían; se ha demostrado que cuando se quiere, se puede; que es cuestión de agudizar el ingenio y de entusiasmar a quienes están dispuestos a esforzarse, generosamente, por un lugar que lo merece por lo que representa.  Casetas y su ambiente, con el paseo de Betis, es lo sustancial, y el programa de festejos, accesorio. Y en eso que catalogamos como sustancial, se rozó el “pleno Aurelio”. Pero –lástima de “pero”- de nuevo quedó demostrado que la política no tiene sitio entre la Triana que sabe lo que festeja. Lo dejamos bien sentado en uno de los libros sobre la historia de la Velá: las casetas de los partidos políticos aparecían como extraños invitados, más preocupados de agasajar a sus jefes que a Sant´Ana; más devotos de banderas y retratos ajenos que de Naranjito o Gracia, la que grabó el himno de la Velá que nunca he escuchado en  el real trianero.

            Se acabó el chimpúm verbenero, martirio de los que pretendían echar un vistazo, al menos, al conjunto de casetas, y sembrador de odio de los inocentes –y también privilegiados- vecinos de la calle. Se acabó la irrespetuosa botellona que se adueñaba, como cualquier día, de todo el trayecto y se le rescata para el paseo familiar. Pero –otro dichoso “pero”- faltó la rúbrica sobre el cielo, el autógrafo del barrio que sabe disfrutar de lo suyo: los fuegos. Hay que hacer un esfuerzo; sin ese refrendo, luminoso y sonoro, la Velá se deshace desvaída, triste. Y la gente vuelve a su casa sin los felices reflejos en el rostro del arte de los coheteros.

            Estimo que este año han quedado afianzados los pilares para la construcción de una Velá acorde con su categoría: Fiesta de Interés Turístico de Andalucía. Ahora hay que esperar que la Junta también se lo crea.

Ángel Vela Nieto        


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