sábado, 31 de agosto de 2013

EL DEDO DE RODRIGO



                                           Manolito León


            Hermano de Rafael Niño de Triana, bailaor y maestro de baile. Marcha a Madrid junto a su hermano que tomará su camino como cantaor. Manuel se instala en la calle de la Madera pensando más en dar clases que en bailar ante el público y pronto, por su innata listeza, se hace con las riendas del ambiente. José Blas Vega, maestro de la investigación flamenca, después de señalar que por su casa pasaron aventureras, cupletistas famosas y las bailarinas más populares de la época, inserta en su libro de los cafés cantantes de Madrid el artículo que le dedica en 1913 el célebre escritor Eduardo Zamacois y que por su riqueza descriptiva e interés reproducimos.

      Zamacois hace primero referencia a su casa junto al café La Marina y a un burdel: “Allí vive un hombrecito, ya cuarentón, seco y pequeño de cuerpo, pajizo de rostro, muy andaluz en el hablar y con algo señaladamente femenino, blando y untuoso en todos los gestos, mudanzas y actitudes de su amable y mezquina persona. Este hombre es el famoso profesor de baile Manuel León Fontanilla, a quien el mundo de los teatros, del flamenquismo y los cafés-conciertos llaman Manolo a secas, sin que nadie lo confunda con otro homónimo de su profesión, lo que atestigua su popularidad y la buena ranciedad de sus servicios. Yo lo conocí, hace bastantes años, en su academia de la calle de la Madera; acababa de venir de Sevilla, su tierra, y sus vivaces ojuelos mostraban la alegría y la optimista inclinación al trabajo de la juventud. Pero estos saludables ardores fueron extinguiéndose, y hogaño Manolo, usado por el tráfago de sus múltiples negocios, y descolorido por el comer sin sosiego y el mal dormir, con sus zapatos de tela, su pañuelo anudado al cuello y la mimosidad de sus actitudes, parece una vieja.

              “El maestro Balzac hubiera querido estudiar a este tipo admirable –sigue el discurso de Zamacois. El mundo pintoresco de las aventureras y cupletistas nadie lo conoce como él. A las muchachas que pretenden dedicarse a la farándula, él las enseña a bailar y luego las contrata. Si un caballero desea acercarse a una artista y, para conseguirlo, recurre a Manolo, éste, servicial y mundano, dispone la entrevista. Si una desnudable riñe con su protector y quiere vender sus muebles o sus mantones de Manila, él se los compra; si necesita dinero a rédito y las garantías que ofrece son suficientes, él se los procura; si, por el contrario, sus asuntos prosperan y necesita adquirir algunas joyas, él dirá dónde puede comprarlas más baratas y mejores. Y así, a lo largo de los años, en este sempiterno tejer y destejer de los caprichos amorosos, en esa petulancia fanfarrona de la riqueza que paga sin regateos y de la necesidad que vende a cualquier precio, en ese hilo de plata que, en el derivar de la vida, va dejando tras sí lo mismo la bonanza que la miseria fue donde las manos hábiles y guardosas de Manuel León Fontanilla ganaron fortuna”.

             Y concluye: “Hoy los negocios del bailarín trianero marchan gallardamente; hoy su casa de la calle Jardines es un verdadero hostal de la alegría, donde se canta flamenco, se enseña a bailar y se sirven vinos andaluces de marca. El café que ostenta en su fachada, pintada en rojo, el clásico nombre de Antiguo Café La Marina, ocupa la planta baja del edificio, la academia de baile está en el principal”. A todo el edificio se conocía como casa de Manolo el Marica, remarca Blas Vega.

              Al hablar de su hermano Rafael anotamos el nombre de los padres de Manolito León, Rafael León Pineda y Antonia Fontanilla, joven matrimonio que en 1870 eran padre de un niño que había nacido el año anterior, un Manolito León que vino al mundo en una casa de vecinos de la Cava Vieja (número 14) y que en el censo vecinal de 1895 se dice que tenía veinticuatro años, viviendo con su madre, ya viuda, y sus cinco hermanos; su Rafael era el benjamín de la familia. Manolito León supo bandearse en el baile y en la vida.


Ángel Vela Nieto (Del libro “Triana, la otra orilla del flamenco”).   

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