Rafael El Eléctrico
Este
trece no ha querido privarse de todos los negros honores de su fama. En el
final de su triste estela, a tres días de la desaparición de El Perlo,
ocurre el fatal desenlace de la grave enfermedad que hacía algún tiempo padecía
quien en el mundo flamenco se conoce por El Eléctrico. Como no deseamos que
transcurra más tiempo si que sea recordado en esta página de su barrio, tomamos
el texto que entresacamos del próximo tomo de “Triana, la otra orilla del
flamenco”.
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Rafael García Serrano venía del
tronco de los Caganchos por vía paterna. Nació en 1960 en el número 9 de
la calle Evangelista, hijo de Manuel García Rodríguez y de Pepa Serrano
Heredia, bailaora de nacencia a la que el Príncipe Gitano quiso llevar
en su grupo (“mi madre me decía: mira, niño, Triana mete la pierna por aquí…”).
De ellos aprendió.
De niño baila en “El Martinete”, la
sala de Pepe Donaire, y casi chiquillo aún se presenta como bailaor en la sala
“Los Gitanillos”, en Camas, formando parte, con Bobote, del grupo
juvenil “Los gitanillos de bronce”; desde entonces el hermanamiento artístico
de los dos bailaores. La siguiente etapa transcurrió por diferentes tablaos...
“Los Gallos”, “La Cochera”, “La Trocha”... Su extraordinaria habilidad y la
velocidad de su baile asombra al público.
Después, forma en las compañías de
Manuela Vargas, Curro Vélez y Manuela Carrasco, entre otras figuras. Trabajó con Antonio Canales en su obra
“Bailaor”, presentada en la Bienal del 2000. En los últimos tiempos se dedicaba
principalmente al acompañamiento del cante y el baile. Rafael El Eléctrico
(tenía electricidad en el cuerpo cuando bailaba) formó, además, con Bobote,
bailaor de la misma casta, una pareja de instrumentos de percusión con
el que quedaba redondo el compás. Adscritos a determinados artistas del baile
como la familia Miño, juntos o separados, El Eléctrico y su compadre sabían
cómo animar un fin de fiesta; sólo tenían que echar un paso alante y
soltarse de pies y brazos; ambos, en lo suyo, son considerados maestros. Se
consolidaron como par por intereses ajenos y propios; uno sin el otro, palma y
redoble, bajaban sus prestaciones; juntos eran insuperables. La presencia de
ambos, en el mismo espectáculo, ha sido frecuente en la Bienal y no es
raro que aparecieran en distintos trabajos en una misma edición. Como su par,
El Eléctrico era autoridad cuando el flamenco y “Las Tres Mil” se hacían
protagonistas conjuntos.
Rafael se casó en la parroquia del
Polígono de San Pablo, barriada adonde lo llevó la especulación, pero su techo
actual estaba en el otro Polígono. Y como se hizo marido con dieciséis
años fue un abuelo prematuro. Hay que añadir que El Eléctrico tuvo un hermano
que bailaba como para que no se le haya olvidado a quienes lo vieron; le decían
El Civil, y se llamaba Manuel García Serrano.
Y como todo lo hizo El Eléctrico
antes de tiempo, se fue del gran escenario el día de Nochebuena de 2013,
después de sufrir esa cruel enfermedad que siempre ataca a traición... Manuel
Martín Martín, crítico y escritor de flamenco, lo despidió así: “Simbolizaba el
baile añejo de Triana, porque era tan claro en sus pasos como el alcohol
rectificado”.
Ángel
Vela Nieto
Merecido y necesario el recordatorio que aporta datos muy interesantes. Menos mal que hoy termina el año de la "malapata". Aprovecho para desear un FELIZ 2014 que seguro será mejor que el que se nos va.
ResponderEliminarNo tendrá que esforzarse mucho para que este año sea mejor que el que ya venía enlutado...
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