La hora de Triana
Dos
relojes de los llamados “de torre” quedan en Triana, el que está en vías de
recuperación del edificio “El Faro”, la antigua estación de la línea de vapores
“Sevilla- Sanlúcar- Mar”, pulso y corazón del Altozano y del mismo barrio, y el
del colegio de las monjas de la Cava de los civiles; aquel que se colocó en
1985, aunque el original fue montado en 1924, y éste de Pagés del Corro que
data de 1903.
Las
leves campanadas del reloj de la Cava nos evoca aquellos tiempos en que los
“Orient” de muñeca y bolsillo escaseaban y eran estos cronómetros los que
marcaban el tiempo a la comunidad. Traigamos a la memoria la esfera horaria que
coronó la magnífica fachada de la fábrica de Mensaque, Rodríguez y Cía. (“el
tejar del reloj”), montado en 1923 cuando se alzó el edificio industrial que
existiera en el tramo final de la calle Evangelista durante varias décadas,
hasta que la empresa se trasladó a Santiponce.
Pero el
más importante, por mirado, fue el que se alzaba en la Torre del Altozano -del
que ya José Luis Jiménez nos habló-, en pleno mentidero o plaza mayor del
barrio; tenía dos caras, una miraba al puente y otra se ofrecía al ancho
espacio de la plaza. Como se sabe, la torre mediaba entre la capilla del Carmen
y la casa-tienda de “La Unión Palentina”. Cuentan las crónicas que se colocó ex
profeso en una torre construida en 1852, y durante tres cuartos de centuria dio
la hora con generosidad, aunque alguna vez ofreciera direcciones distintas las
agujas de sus dos grandes esferas... Pero Triana se sirvió de otro ejemplar
mucho más antiguo, el que no por alejado dio cumplido servicio al vecindario;
se instaló en una torre del convento de la Cartuja, en 1575, y señalaba las
horas de rezos y misas expandiendo las campanadas por la silenciosa atmósfera
de todo el arrabal de entonces. Casi dos siglos y medio después se colocó en el
mismo lugar un nuevo modelo que funcionó hasta la definitiva exclaustración de
los frailes en 1835. Los componentes de aquel primitivo marcador horario se lo
llevó el primer marqués de Pickman a su tierra, Inglaterra.
A
finales de 1982 la Fundación Ruiz Mateos recompone otro antiguo reloj de la
Cartuja fechado éste en 1817, obra del prestigioso relojero Manuel Navarro,
lego del convento Santo Domingo (San Jacinto), cuya maquinaria mide dos metros
y el péndulo cinco. Comentemos, finalmente, que en 1983 se elaboró un proyecto
para la instalación de un modelo gigantesco en la plaza del Altozano que,
felizmente, no se llevó a cabo.
Así que
aplaudamos el hecho de que próximamente podamos volver a disfrutar de algo nada
vital para la vida y tejemanejes del ser humano de hoy, pero no olvidemos que
un reloj público es un elemento corporal vivo que sirve a todos sin que haga
contabilidad de los ojos que se posan en él. Y este, nuestro Altozano,
horriblemente pintado de carretera, como tantas viejas calles del barrio, pedía
a gritos un marcapasos para su corazón larga y penosamente silenciado.
Y, vencidos inconvenientes propios de los terrenos políticos, pronto veremos
una plaza distinta, más alegre, más propia de lo que Triana fue y todavía
parece, un pueblo.
Ángel Vela Nieto
Con gran ilusión y alegría esperamos la puesta en marcha de este reloj que debe mostrar a todos los que llegan que Triana está siempre en hora. Esperemos que se cumplan la previsión de finalización que se puede leer en el cartel: 1 mes. Nos quedará seguir peleando para que suene por Soleá
ResponderEliminarEs la siguiente acción: dotar de música al reloj del barrio más flamenco el mundo.
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