El pasado día 2 se inauguró la exposición de las piezas de cerámica de don Vicente Carranza, poniendo así fin a once años de desencuentros, en los cuales el ayuntamiento ha ido dando largas al acuerdo de cesión y poniendo a prueba la paciencia del señor Carranza.
La cantidad de piezas expuestas es de 171 de las cerca de mil con que cuenta la colección. Están expuestas en tres salas y cada una de ellas lleva una denominación en relación con su contenido.
La primera sala se denomina "Azulejos de la Sevilla mudéjar". En ella se da una explicación de cómo los mosaicos de Roma, los tejidos murales de Bizancio y la costumbre de los pueblos nómadas de revestir sus jaimas con esteras, tejidos y alfombras, son viejas tradiciones heredadas por Al-Andalus que están en el origen del hábito de la arquitectura de cubrir pavimentos, paredes y techos con cerámicas llenas de brillo y color. Los alicatados, los azulejos de cuerda seca, los de relieve o los llamados de aristas, heredan del Islam el amor por la geometría, pero también adoptan del estilo gótico y del renacentista un rico repertorio figurativo. Sirvieron estos azulejos para llenar de color suelos, paredes y techos de la arquitectura andaluza del primer renacimiento durante los reinados de los Reyes Católicos y del emperador Carlos V.
En la sala denominada "Dorados de Triana", podemos observar cómo la tradición musulmana se percibe en su técnica decorativa del procedimiento de esta cerámica, en el carácter geométrico de muchos de sus motivos y en la persistencia del procedimiento de la loza dorada.
La raíz gótica es evidente en los temas figurativos de origen textil, y la influencia renacentista se identifica en numerosos patrones estéticos romanos traidos a Sevilla desde Italia por Francisco Niculoso Pisano hacia 1500. El oro, por ser metal incorruptible, siempre fue asociado a la divinidad y estuvo cargado de valores simbólicos. Los metales preciosos sirvieron en el pasado para hacer vajillas para los poderosos y enseres para el culto divino. La posibilidad de lograr reflejos dorados en simples objetos de barro fue fascinante descubrimiento de la alquimia. Esta tradición llega de Oriente a España hacia el siglo XII y se desarrolla, entre otros lugares, en Murcia, Málaga, Granada, Cataluña y Sevilla.
En la tercera sala, cuyo título es "Un mundo devoto y galante", se nos muestra cómo durante el barroco se producen cambios importantes. Los tejidos, como fuente de inspiración, son paulatinamente sustituidos por la pintura religiosa y también por la profana. Un espíritu narrativo invade azulejos y vajillas que dejan de ser productos de lujo y se convierten en objetos populares, tanto en su clientela como en el estilo de su decoración.
Fachadas de iglesias, conventos, casas y hospitales, pero también retablos murales, situados en los más variados puntos de la ciudad, cumplieron la función de extender lo sagrado a los espacios exteriores y de servir de apoyo a los rituales fomentados por la iglesia católica. El XVIII es también el gran siglo de las lozas sevillanas. Pasadas de moda las cerámicas italianas que dominaron los siglos XVI y XVII, imponen ahora sus modelos otros centros productivos como Talavera de la Reina y Alcora (Castellón). Todos pretenden seguir el ejemplo de las prestigiosas y refinadas porcelanas de Oriente.
En fin, estamos de enhorabuena. Ya podemos disfrutar de parte de la mejor y más completa colección de cerámica de origen trianero. Como reza el refrán: Nunca es tarde si la dicha es buena.
Ángel Bautista Guerrero
La cantidad de piezas expuestas es de 171 de las cerca de mil con que cuenta la colección. Están expuestas en tres salas y cada una de ellas lleva una denominación en relación con su contenido.
La primera sala se denomina "Azulejos de la Sevilla mudéjar". En ella se da una explicación de cómo los mosaicos de Roma, los tejidos murales de Bizancio y la costumbre de los pueblos nómadas de revestir sus jaimas con esteras, tejidos y alfombras, son viejas tradiciones heredadas por Al-Andalus que están en el origen del hábito de la arquitectura de cubrir pavimentos, paredes y techos con cerámicas llenas de brillo y color. Los alicatados, los azulejos de cuerda seca, los de relieve o los llamados de aristas, heredan del Islam el amor por la geometría, pero también adoptan del estilo gótico y del renacentista un rico repertorio figurativo. Sirvieron estos azulejos para llenar de color suelos, paredes y techos de la arquitectura andaluza del primer renacimiento durante los reinados de los Reyes Católicos y del emperador Carlos V.
En la sala denominada "Dorados de Triana", podemos observar cómo la tradición musulmana se percibe en su técnica decorativa del procedimiento de esta cerámica, en el carácter geométrico de muchos de sus motivos y en la persistencia del procedimiento de la loza dorada.
La raíz gótica es evidente en los temas figurativos de origen textil, y la influencia renacentista se identifica en numerosos patrones estéticos romanos traidos a Sevilla desde Italia por Francisco Niculoso Pisano hacia 1500. El oro, por ser metal incorruptible, siempre fue asociado a la divinidad y estuvo cargado de valores simbólicos. Los metales preciosos sirvieron en el pasado para hacer vajillas para los poderosos y enseres para el culto divino. La posibilidad de lograr reflejos dorados en simples objetos de barro fue fascinante descubrimiento de la alquimia. Esta tradición llega de Oriente a España hacia el siglo XII y se desarrolla, entre otros lugares, en Murcia, Málaga, Granada, Cataluña y Sevilla.
En la tercera sala, cuyo título es "Un mundo devoto y galante", se nos muestra cómo durante el barroco se producen cambios importantes. Los tejidos, como fuente de inspiración, son paulatinamente sustituidos por la pintura religiosa y también por la profana. Un espíritu narrativo invade azulejos y vajillas que dejan de ser productos de lujo y se convierten en objetos populares, tanto en su clientela como en el estilo de su decoración.
Fachadas de iglesias, conventos, casas y hospitales, pero también retablos murales, situados en los más variados puntos de la ciudad, cumplieron la función de extender lo sagrado a los espacios exteriores y de servir de apoyo a los rituales fomentados por la iglesia católica. El XVIII es también el gran siglo de las lozas sevillanas. Pasadas de moda las cerámicas italianas que dominaron los siglos XVI y XVII, imponen ahora sus modelos otros centros productivos como Talavera de la Reina y Alcora (Castellón). Todos pretenden seguir el ejemplo de las prestigiosas y refinadas porcelanas de Oriente.
En fin, estamos de enhorabuena. Ya podemos disfrutar de parte de la mejor y más completa colección de cerámica de origen trianero. Como reza el refrán: Nunca es tarde si la dicha es buena.
Ángel Bautista Guerrero