jueves, 21 de junio de 2012

EL DEDO DE RODRIGO: SIEMPRE DESLUMBRARÁ TU ESTELA



   Con retraso, pero con el mismo pesar, hondo pesar, se ha publicado el fallecimiento de Estela Raval, la argentina, hija de italianos emigrados, poseedora de una de las voces más hermosas de la historia de la música ligera, a más de una de las bandas sonoras de nuestros verdes años, los del “esplendor en la yerba y la gloria en las flores”. Tantas veces la hemos rescatado con sus cuatro y simétricos acompañantes que corean los fondos del cristal esmerilado que era su garganta, rescatado, digo, de ese maravilloso saco sin fondo que es “google” para que endulce el tiempo que estamos ante la pantalla del ordenador, que ahora sólo se nos ocurre justificar nuestra adicción.

   “Los Cinco Latinos” se presentaron en nuestra vida de muchacho de los prodigiosos años sesenta en forma de discos fonográficos con llamativas fundas donde se les veía, ella en el centro como el sol que era, abrigada por su  cohorte de voces varoniles. Y la disfrutamos en blanco y negro en el televisor del bar “El Cañaveral” de la calle San Jacinto, uno de los primeros aparatos que llegaron a Triana, mientras saboreábamos a sorbitos, para que durara más, una copa de “Yago”, vino blanco que nuestro amigo Manolo Camacho, el encargado de la barra, nos servía como se sirve a los colegas con bolsillos mudos.

   Y una noche muy especial, la última de un año (¿1962?), fue la única Nochevieja que pasé en un cine, atraído por la propaganda del “Emperador”, la colosal sala de la Cava de los gitanos, que proveía en la taquilla de todos los avíos para celebrar la hora crucial. Éramos tres descarriados que no teníamos cosa mejor que hacer esa señalada noche. Y vimos “Amor bajo cero” que empezaba con la canción del mismo título de nuestra idolatrada Estela; luego seguía Tony Leblanc, la risa de comedia rosa y la nieve, aquel helado fenómeno paisajístico que sólo vimos, de verdad, una vez. Al “Fin” nos quedó el eco de la canción que salimos tatareando tan contentos sin darnos cuenta que habíamos dejado atrás uno de los maravillosos años de nuestra existencia.

   Tantas y tantas canciones, todas las hacía éxitos la voz apasionada, inmensa y desbordante, de aquella señora de la que ya sabíamos de su clase en el escenario. Ser una de las preferidas en una época en la que en el firmamento musical no cabían más estrellas, sólo era la medida del brillo de esta Estela. Hace ya algún tiempo la vimos en un programa de entrevistas en la que aparecieron sus hijos, creo recordar que vivían alejados de ella, por lo que no me pareció extraña la sensación de soledad que aparentaba. Una traumática separación matrimonial y una cruel, muy cruel enfermedad, le obligó a concitar todas las fuerzas de la providencia para seguir viviendo, algo que en algún momento dudó si era conveniente. Su voz, fiel amiga, en ningún momento la abandonó y en ese caudal encontró la salvación.

   Creíamos invencible a la cantante de “Los Cinco Latinos”, a esa distinguida mujer  que llenaba los más anchos escenarios con su presencia -sus acompañantes sólo enmarcaban la maravilla de su exquisitez- y que tanta felicidad nos regaló por las azoteas de los guateques y nos seguirá regalando en nostálgicas horas por esa inmortalidad que se ganan los grandes. Y de tantas canciones, quiero recordar dos para hacer la triada con “Amor bajo cero”, la titulada “Don Quijote”, que escuchábamos en el Cine Avenida de verano antes de las dos funciones y en la que Estela Raval hace un agudo final apoteósico; la otra es un himno sentimental de aquel tiempo, del “nuovo” romanticismo de los sesenta, y cuyas notas están grabadas en lo más íntimo de nuestra generación, ¿nombre? Cuál va a ser, la que cantó en el Festival de Benidorm en 1961: “Quiéreme siempre”.

   Es la causa de la adicción, Estela...        



Ángel Vela Nieto

2 comentarios:

  1. Ángel la vida es algo más que nostalgía, pues hay algo más, qué, no lo sé... pero lo hay. Vive de los recuerdos que pasaron pues ya vendrán en el futuros otros recuerdos que te recordarán el pasado.

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  2. Juan Luis Franco23/6/12, 0:55

    Estela forma parte por derecho propio de nuestro patrimonio cultural-sentimental. Nos retrotrae a un tiempo donde las ilusiones las teníamos vivas y a flor de piel. Hoy todo, absolutamente todo, incluyendo aquello que te debía -en el futuro- marcar sentimental y culturalmente es de "usar y tirar". Obviamos el pasado; renegamos del presente y, desconfiamos del futuro. ¿Donde podemos entonces agarrarnos? ¡Claro que la vida, "Anónimo", es algo más que nostalgia! Pero, ¿como olvidar las canciones del Dúo Dinámico y los adyacentes primeros amores juveniles? Bien cierto es que lo verdaderamente interesante son los días por gastar, pero, lo verdaderamente importante a nivel sentimental, siempre serán aquellas cosas que en su momento nos hicieron felices. Lo dejo por el momento. Saludos cordiales.

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