jueves, 5 de diciembre de 2013

EL DEDO DE RODRIGO


La hora de Triana


         Dos relojes de los llamados “de torre” quedan en Triana, el que está en vías de recuperación del edificio “El Faro”, la antigua estación de la línea de vapores “Sevilla- Sanlúcar- Mar”, pulso y corazón del Altozano y del mismo barrio, y el del colegio de las monjas de la Cava de los civiles; aquel que se colocó en 1985, aunque el original fue montado en 1924, y éste de Pagés del Corro que data de 1903.

         Las leves campanadas del reloj de la Cava nos evoca aquellos tiempos en que los “Orient” de muñeca y bolsillo escaseaban y eran estos cronómetros los que marcaban el tiempo a la comunidad. Traigamos a la memoria la esfera horaria que coronó la magnífica fachada de la fábrica de Mensaque, Rodríguez y Cía. (“el tejar del reloj”), montado en 1923 cuando se alzó el edificio industrial que existiera en el tramo final de la calle Evangelista durante varias décadas, hasta que la empresa se trasladó a Santiponce.  

         Pero el más importante, por mirado, fue el que se alzaba en la Torre del Altozano -del que ya José Luis Jiménez nos habló-, en pleno mentidero o plaza mayor del barrio; tenía dos caras, una miraba al puente y otra se ofrecía al ancho espacio de la plaza. Como se sabe, la torre mediaba entre la capilla del Carmen y la casa-tienda de “La Unión Palentina”. Cuentan las crónicas que se colocó ex profeso en una torre construida en 1852, y durante tres cuartos de centuria dio la hora con generosidad, aunque alguna vez ofreciera direcciones distintas las agujas de sus dos grandes esferas... Pero Triana se sirvió de otro ejemplar mucho más antiguo, el que no por alejado dio cumplido servicio al vecindario; se instaló en una torre del convento de la Cartuja, en 1575, y señalaba las horas de rezos y misas expandiendo las campanadas por la silenciosa atmósfera de todo el arrabal de entonces. Casi dos siglos y medio después se colocó en el mismo lugar un nuevo modelo que funcionó hasta la definitiva exclaustración de los frailes en 1835. Los componentes de aquel primitivo marcador horario se lo llevó el primer marqués de Pickman a su tierra, Inglaterra.

         A finales de 1982 la Fundación Ruiz Mateos recompone otro antiguo reloj de la Cartuja fechado éste en 1817, obra del prestigioso relojero Manuel Navarro, lego del convento Santo Domingo (San Jacinto), cuya maquinaria mide dos metros y el péndulo cinco. Comentemos, finalmente, que en 1983 se elaboró un proyecto para la instalación de un modelo gigantesco en la plaza del Altozano que, felizmente, no se llevó a cabo.

         Así que aplaudamos el hecho de que próximamente podamos volver a disfrutar de algo nada vital para la vida y tejemanejes del ser humano de hoy, pero no olvidemos que un reloj público es un elemento corporal vivo que sirve a todos sin que haga contabilidad de los ojos que se posan en él. Y este, nuestro Altozano, horriblemente pintado de carretera, como tantas viejas calles del barrio, pedía a gritos un marcapasos para su corazón larga y penosamente silenciado. Y, vencidos inconvenientes propios de los terrenos políticos, pronto veremos una plaza distinta, más alegre, más propia de lo que Triana fue y todavía parece, un pueblo.


Ángel Vela Nieto  

2 comentarios:

  1. Con gran ilusión y alegría esperamos la puesta en marcha de este reloj que debe mostrar a todos los que llegan que Triana está siempre en hora. Esperemos que se cumplan la previsión de finalización que se puede leer en el cartel: 1 mes. Nos quedará seguir peleando para que suene por Soleá

    ResponderEliminar
  2. Es la siguiente acción: dotar de música al reloj del barrio más flamenco el mundo.

    ResponderEliminar

*/