Si juntaran,
asociándose, lo que han sido capaz de crear tendríamos una buena parte de lo
mejor de un estilo musical, el más nuestro, el de las sevillanas, aunque
también podríamos nombrar el de los pregones, la poesía piadosa o semanasantera, o romántica, o social y
profunda. Uno de ellos va camino de los noventa años (a dos paquetes diario de cigarrillos,
pa que luego digan…; el otro, para
equilibrar algo el peso del humo en la atmósfera, no fuma). Podríamos decir que
siendo íntimos amigos, viejos colegas y camaradas, pocos pares con lados tan
distintos. Sólo son iguales en una cosa: el genio, la chispa, la inteligencia,
la gracia en suma, que esa es “la cosa”.
Si se
ocuparan en escribir cuanto dicen, se dicen y recitan, en ocurrencias de todo
tipo entre sorbo y bocado, saldría un libro cada semana, un libro de los que
echamos de menos, los de puro humor sevillano. Y no es que no se crucen poemas
serios; hay mucho verso que acaba admirado e intacto entrambos, pero lo más
probable es que sea el otro, el que haga de oyente, quien lo reforme, disfraze
y versione jocosamente, pero midiendo siempre, respetando la música del poema,
o de la copla, o de la soleá o el fandango, que de todo les sale, puestos en
faena y dispuestos a la diversión. Digamos ya que nos estamos refiriendo
–seguramente lo habrá adivinado el lector o lectora- a Manolo Garrido (…algo se
muere en el alma…) y Manolo Melado (…mírala cara a cara…), dos prolíficos y
exquisitos autores que lo que menos valoran de su obra son, precisamente, sus
grandes éxitos discográficos.
En el
prólogo del libro de Melado, “Si me río se me caen los empastes”, escribimos
para dar una somera idea de lo que se cuece en esos veladores domingueros,
donde “puede salir a la palestra en un momento determinado, en medio de la
justa lírica que -como digo- se origina esporádicamente, estas estrofas de
seria vocación: Me trae Melado sus
coplas/ del otro lado del río,/ yo se las cambio por otras/ que cantan al
barrio mío./ No hay cosa más sevillana/ que en dos torres en la distancia/
suene la misma campana. Pues todo será soltarlas y pueden acabar de esta
guisa terciando cualquiera de los dos: Me
trae Melado su risa/ del otro lado del río,/ yo se la cambio por tiza/ pa apuntá
lo que ha comío./ No hay cosa má sevillana/ que uno se lo zampe tó/ y otro
apoquine la lana. Así, y es que Garrido apenas come mientras que a Melado
hay que quitarle el “apenas” porque también se lo come. La broma, hasta la hora
de pagar, circula imparable en esos domingos que no pueden ser más festivos”.
Ya hemos
dicho que Garrido es un fumador empedernido. Un día, ya en la retirada, Melado me
preguntó seriamente… “¿Tú crees que dentro de quince años estaremos como
Garrido de bien? Pues no faltaría más…, le respondí…”. Y remató el fígaro poeta
con una de sus ocurrencias: “Pues entonces tenemos que empezar ya a fumar…”.
Mientras, el otro Manolo ya andaba raudo, cigarro en ristre, disponiéndose a
coger dos autobuses para regresar a su casa.
Ángel Vela Nieto.
La foto que ilustra esta entrada es obra de José Luis Jiménez. En ella también aparece quien, a veces, nos acompaña en ese reparto de sol de invierno de cada domingo: nuestro querido amigo Antonio Rincón, también autor, escritor y estupendo poeta flamenco. Y esa cosita que tengo encima es Ramoncito... que pasaba por allí.
ResponderEliminarMagnifica mesa, quién pudiera compartirla algun domingo. Espero poder hacerlo, pero dedico ese dia a la familia; Amigos, me alegro de que os lo paseis bien, y de las ocurrencias de Melado...
ResponderEliminarDoy fe de esas clases magistrales de poesía, ocurrrencias, gracia y buen comer, dentro de la Universidd Tabernaria de Triana.
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