San Martín de Porres
A este morenito, patrón de los barrenderos, se le
dedicó por puro capricho una plaza que hoy es un bullicioso cruce de caminos,
especialmente por las mañanas. Se adecentó este espacio porque estaba en una de
las rutas directas hacia la Roma de
la Cartuja en tiempos de la pre-Expo, y tampoco sabemos la razón (¿o si…?) por
la que se levantó en su centro una horrenda fuente, absolutamente anti-trianera, como si la historia de este barrio fuera un
libro en blanco. Todavía se asomaba por uno de sus flancos el edificio de la
cochera de tranvías que caería víctima del nuevo trazado real dedicado a dos monarcas, uno de reinado efímero, la Exposición
Universal; otro, su majestad el coche, poderoso monarca que mandó convertir en
carreteras la viejas calles para que sólo sirvieran a los honores de su
prepotente paso.
La plaza está dotada de zona ajardinada y bancos de
asiento, a más de un conjunto de aparatos para que los jubilados muevan sus
miembros y no se les atrofien, vano esfuerzo y gasto inútil porque estos
jubilados prefieren leer la prensa de reparto gratuito, distraerse con el
trajín del personal y dejar su cuerpo en paz. Es la plaza del ambulatorio, del
mercado de San Gonzalo y de las calesitas del hijo de Luis León que conforman,
con la imagen en bronce de María Auxiliadora, la monumentalidad del lugar.
Uno de los habituales que la atraviesan, vecino del
Tardón y antes de la Cava de los civiles, es el popular Quino, sevillista de
cuando en Triana ser bético eran ganas de llevar la contraria, porque en los
álbumes de estampas de fútbol sólo lucían los Campanal y cía. Y al Betis ni se
le esperaba. Subrayo lo del sevillismo del Quino, porque si lo obviara sería
como despojarlo de una parte esencial de su personalidad. Y allí mismo nos
encontramos, en medio del fragor del umbral de la plaza, la que domina un
extraño e inquietante grupo de gente madurita y mal encarada que ni va ni viene,
que siempre está allí mezclada con los clientes de “Polvillo” y los de un
esporádico mercadillo de pobre. Y, como si estuvieran solos, pululan, vociferan
y “litronean” con escaso respeto al espacio público, porque ellos van a lo
suyo… “Fíjate -me dijo el amigo con cara de enfado-, cómo beben en medio de la
calle, cómo tiran las botellas donde caigan y lo curioso es que la policía pasa
por aquí cada dos por tres… Y el otro día –continuó cada vez más indignado-
multaron a mi hija porque se estaba tomando una Coca-Cola en la calle, multa
que no debí pagar, pero que pagué; cien euros, y, ya sabes, mi hija parada y yo
jubilado”.
Y siguió desahogándose: “No hace
mucho, me acerqué a Zoido, el alcalde, porque lo vi en la calle San Jacinto y
le conté la historia al par que le denuncié la presencia de los sujetos de San
Martín de Porres, los que beben y ensucian una plaza atestada de gente cada día
y a la vista de todos, incluso de la policía. “Y, ya ves, a mi me hacen pagar
cien euros…”. El alcalde -añadió- mandó a
uno de sus acompañantes que tomara nota de su denuncia. Y como todo sigue
igual, menos su cartera, ya ha ido varias veces al distrito buscando al mandado
subalterno para preguntarle dónde tomó nota y, claro, para darle las gracias
por los celos del Ayuntamiento ante lo que considera, con razón, una grave e inexplicable situación .
Invitamos al Quino a una cervecita aconsejándole que
invierta mejor su tiempo olvidando el asunto que, seguro, habrán denunciado los
vecinos, algún miembro de la Junta de distrito y los que hayan tenido
altercados con algún socio de esa peña cervecera y a la intemperie a la que
no multan porque saben que es trabajar para nada. Mejor, a la chavalas de las
Coca-Colas, cuyos padres, tengan o no tengan, harán
frente al requerimiento como ciudadanos cabreados, pero responsables.
Sólo queda pedirle al santo que haga un milagro con su
escoba…
Ángel
Vela Nieto
Sr. Vela, si Zoido tomó nota el asunto se arregla, seguro.
ResponderEliminarComo entiendo que este comentario va en serio. Contesto en el mismo tono: Amigo anónimo, ya digo que fue un acompañante del distrito quien tomó nota, como es natural. Zoido olvidaría el asunto tras dejarlo en manos subalternas, como también es lógico.
ResponderEliminarYo, que quiere que le diga, no estoy tan seguro de la solución del asunto. Y ojalá me equivoque.