Los Remedios, convento y raíz (y 2)
Tras un
largo periodo de abandono, el edificio pasa a ser el Instituto Hispano Cubano,
fundado por Rafael González Abreu, vizconde de Los Remedios. Al socaire
de la Exposición Iberoamericana se practican obras de restauración que fueron
dirigidas por el arquitecto Juan Talavera y Heredia, quedando inaugurado
el mencionado instituto en un acto en el que estuvo presente el rey Alfonso
XIII, celebrado en 1929.
Después
de la construcción del puente de San Telmo, aún aparecía el antiguo convento
como un oasis en medio de un inmenso solar, el anchuroso espacio que ocupara la
huerta de la Victoria y la propia de Los Remedios que se extendían hasta la
margen sur del río, por donde existió la nombrada Quinta de los Remedios.
La
empresa inmobiliaria “Los Remedios, S.A.” tiene fundación en 1920, también
alentada por las transformaciones de la ciudad que preparaba el certamen
internacional mencionado y es, lógicamente, la más interesada en el
funcionamiento del puente abatible proyectado. Cuatro años después se aprueba
el plan del sector y el ensanche interior de Triana (el de la futura barriada
fue realizado por Fernando García Mercada en 1927, proyecto que no se respetó).
Lo cierto es que el puente no se inaugura hasta 1930 y hasta mediados de la
década siguiente no se construyen las primeras calles que estarán compuestas de
viviendas de protección oficial y que se rotulan con estos nombres: Niebla,
Miño, Turia, Arcos, Arqueros, Ánimas, Nao y Béjar, un viario completamente
asentado en el sitio de la antigua huerta del convento de la Victoria, quedando
todo el entorno como paraje ideal para las excursiones camperas de las
familias de los corrales de Triana.
En 1950
se rotula su arteria principal, Asunción, en recuerdo de la celebración
del dogma mariano, una hermana menor de Pureza que sufriría el
ataque frontal de la especulación. “Arrabal trianero”, denominó certeramente a
Los Remedios el ilustre periodista Joaquín Carlos López Lozano; “la
nueva urbanización de Triana”, proclamaba en su publicidad inicial la sociedad
promotora, pero... ¿le queda algo de vocación trianera a esta criatura...? Y
todo por negarse a escarbar en sus raíces; si lo hiciera encontraría vestigios
asequibles de su identidad... y se sentiría orgullosa.
Ángel Vela Nieto (del libro “Triana, sitios y
presencias”).
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