jueves, 21 de noviembre de 2013

EL DEDO DE RODRIGO



Que veinte años no es nada


Cuando necesito destensar los cordones blanquecinos que nos excitan sin contemplaciones, esos que se llaman nervios; cuando quiero reconfortar mi patriótica conciencia y mi orgullo de barrio, desmenuzo las noticias publicadas y las que se generan en lo interno, en lo íntimo, me refiero a las de consumo peñístico y tabernarios y que mencionan a nuestros artistas flamencos, porque de esta parcela, la de los surcos más fértiles de la vega del arte trianero, nos llegan los frutos que alimentan nuestra necesidad de satisfacción. Y es que las secciones de los periódicos dedicadas a los espectáculos quedarían reducidas en su contenido si no se contaran los éxitos de quienes son raíces de esta frustrada meca del Arte.

Cuando levito por estos mansos y cálidos edenes, sin turbulencia ni molestos sirimiris de injusticias y olvidos, caigo en la cuenta del absoluto milagro que se repite en esta Sevilla transfluvial y distinta que es Triana, donde sin escuelas ni academias municipales (se menosprecia la cultura autóctona que es un valor convertible en riqueza), surgen artífices capaces de competir en los teatros más exigentes del orbe. Ay, el día que se potencie este chorro telúrico y se aboque su caudal desperdiciado... Si así sucediera algún día, Triana sería dentro del contexto musical andaluz una alegre Salzburgo con casas natales de músicos e intérpretes célebres y festivales internacionales, igual de considerada que la tierra de Mozart y dispuesta a dejar boquiabiertos a los turistas de todos los aeropuertos del planeta. ¿Que exagero? Si se pudiera probar... El día que nos dediquemos, con amor, inteligencia y decisión, a vender lo nuestro, Sevilla tendrá asegurado el lugar que merece dentro de un sector económico que es fundamental, pero las vergüenzas post-modernas mantienen apresados los complejos y, salvo la Feria y la Semana Santa, nuestras costumbre, historia, folclore (sí, la Andalucía de pandereta, tan denostada) y nuestras leyendas de pueblo mágico, que de sobra lo somos, siguen sin ser conceptos con la suficiente fuerza argumental para sobreponerse al único entendido, al que apoyan y creen rentable por ejercicio turístico monoteísta: la costa. Como si no tuviéramos más calor y más sal que el sol y la playa.

(Este texto lo escribimos el 22 de Noviembre de 1993, en la sección “La Cruz de San Jacinto” de El Correo de Andalucía).

Ángel Vela Nieto

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