Mis amigos escritores de este blog se extrañarán de encontrarme por aquí. Disculpad mi ausencia. Disculpad mi llegada improvisada. A mí también me parece milagroso. Pero la llamada de la Velá ha sido tan fuerte este año...La Velá de Santa Ana, la velaíta, como la llamaba mi amiga Carmen Suárez, que no sé por dónde anda. Desconozco el motivo por el cual, desde que llegue a Sevilla, mejor dicho, desde que llegué a Triana, porque nunca he vivido al otro lado del río, la Velá tuvo tanta fuerza, fue un motor tan potente de mis afectos y de mis días. Así ahora lo es de la nostalgia de noches en las que fui feliz, aunque no lo sabía.
Esas noches se escriben con nombres y con fechas propias. Las que compartí con María José, con Merche y con Araceli, en esas horas que nunca se acababan, que nos quitaban el sueño y que se poblaban de chicos guapos que aparecían en cualquier bar o en cualquier caseta. Las que vislumbré a Alberto Jiménez-Becerril que se dejaba caer sonriente en la barra y saludaba por doquier y todo lo contemplaba con sus ojos azules, o verdes o grises, ahora ya no lo recuerdo. Las fechas de los pregones, algunos majestuosos, maravillosos, reivindicativos, potentes, plenos de fortaleza y de civismo.
Las noches del flamenco, con mis hermanas, Charito y Mili, las tres solitas, sentadas en una silla cerca del Altozano, hasta las tantas, oyendo cante, riéndonos, comentando mil cosas, viendo cómo la gente disfrutaba y cómo algunos viejecitos se caían literalmente de la silla de sueño, pero seguían allí, hasta el final, aguantando el tipo. Otras noches con nombres de amigos, de conocidos, de gente que venía a Sevilla desde mi Isla natal y que se pasaba por la Velá, porque quería conocer esa fiesta que a mí me había embrujado, de forma que ya la nombraba la mejor fiesta del mundo en todos los aspectos.
Las mejoras Velás han sido contigo, con la persona que comparto mi vida y que se declaró una noche de velaíta, inopinadamente, aunque quizá esto no sea cierto y yo esperaba esa declaración y poder decir que sí. Nuestro aniversario es, por eso, el 26 de julio y no el día de nuestra boda. El 26 de julio de todos los años que, dejando la playa y la buena temperatura del mar, nos escapábamos para venir a Triana, aunque chirriara el suelo con los cuarenta grados, qué importaba.
Las noches de Velá son un momento mágico. Y cada año trae cosas nuevas, diferentes, distintas, apetecibles. Esta Velá, que no podré vivir porque las cosas se ponen difíciles y no nos dejan disfrutar de lo que deseamos, habrá sin duda instantes especiales y tendrá nombres propios, algunos de los cuales forman parte del universo de Triana para siempre. Emilio. Ángel. Vuestros nombres. Vuestras presencias. Vuestro esfuerzo. Vuestros logros. Maestros, como dice Ana Díaz, también ella maestra.
Caty León
Espero y deseo la paz para tu casa, Caty. Son días para el recuerdo y veo que los administras muy bien alimentándote de ellos. A Triana, las noches de Velá, le salen ojos por todos sus perfiles y nos ve y nos acaricia estemos donde estemos.
ResponderEliminarHa sido un regalo tu regreso.