sábado, 29 de junio de 2013

EL DEDO DE RODRIGO


Para un libro recién nacido


   Con la edad uno llega a plantearse muchas cosas; casi todo ha quedado atrás y el porvenir se estrecha tanto que el tiempo se convierte en un urgente compromiso, compromiso con los demás y, muy especialmente, con uno mismo. Y en esta tesitura vital se encuentra mi amigo Esteban. Y lo entiendo porque ambos vamos en la misma dirección y a la misma altura.

            Si, con Esteban me une parecidas experiencias: ese afán cariñoso por ceder la memoria a quienes no vivieron aquellos años que enmarcaron nuestra niñez y juventud y, de una manera muy entrañable, nos une Triana, el barrio del que estamos orgullosos como sevillanos.

            “Triana en la Memoria (1940-1960)” es el testamento palpitante de un niño “del año de la hambre” y de un muchacho de una interminable posguerra, tiempos de un agresivo gris del que había que salvarse de alguna manera, y esta manera solía ser impulsada por el ingenio. Pero vayamos por partes.

       Comienza  Esteban su legado literario con un meticuloso planteamiento histórico de su barrio, basándose en estudios de escritores locales antiguos y modernos, detallando el valor de cada uno de los soportes físicos y espirituales que conformaron la existencia de los trianeros del pasado: el río con su risa y sus malas bromas, el puente de barcas, el Castillo, los conventos e iglesias, las maneras de ganarse la vida de nuestros antepasados, todo hasta completar el panorama que nos haga tener un conocimiento más que elemental de lo que fuimos a esta orilla de la ciudad.

            Cronológicamente va descendiendo las centurias hasta llegar a la Triana de sus primeros recuerdos; la Triana vacía de casi todo lo material, pero colmada de familiaridad, de amor por el prójimo como evangelio para una supervivencia necesaria: “si nos unimos no nos hundimos”, parecía el lema de aquellos vecinos de los humildes patios de las calles trianeras, especialmente de Chapina (a la que Esteban nombra como “arrabal”), de la vieja calle Rosario, que es el último tramo de Castilla, y del desaparecido barrio del Patrocinio, escenario de sus correrías infantiles con los incansables camaradas. Y al hilo de estas historias, incomprensibles para las nuevas generaciones, los juegos callejeros, las mil y una invenciones para que los chiquillos no se aburrieran nunca en su ancho y despejado escenario de juegos que eran los descampados, los mantillos de los tejares y la calle misma por donde apenas circulaba algún carro de perezoso paso.

            Estas memorias adobadas de anécdotas, de personajes populares, de pregones que cruzaban las aceras, del ambiente tabernario, de los atrayentes cines de verano –y los de invierno-, de la música de la radio que salía de los cuartos por la ventana de las cocinillas; de los domingos y días de fiesta tan llenos de luz… Así, Esteban quiere depositar en el corazón de sus hijos y nietos su experiencia de vida, el ambiente de la Triana que vivió, del tiempo que tuvo que vencer, a veces como a un ciego enemigo, o a abrazarse a él por lo que le dio.

            Misión cumplida, amigo Esteban. Ahora a repartir este cofre de sabiduría y buenas intenciones, este testamento que guarda la risa y las lágrimas de aquel que fuiste y que, como un tesoro, ha de quedar reposando por siempre en el corazón de los tuyos como una lección inolvidable.   


Ángel Vela Nieto


2 comentarios:

  1. ¡Qué narración tan tierna y evocadora, Ángel!

    Vuestros hijos y nietos tienen el mejor legado vuestro, que son las vivencias de una época...Y el resto de los sevillanos podremos también disfrutarlas, y por supuesto, el resto del mundo.

    Ya me pasaré por las librerías en su busca, no me lo pierdo ni muerta.
    Si me haces un favor: ¿A cuál debo ir, a "tiro hecho", a fin de no dar más vueltas de las necesarias? Si no es mucho molestar. claro.

    Los niños jugando al toro, finalizando tu texto, es de una aplastante realidad de aquellos tiempos ¡Qué imagen!

    ¡Enhorabuena, trianero!

    ¡Olé!

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  2. El libro, amiga Mari Carmen, es de esos que autoeditan en unos cuantos ejemplares destinados a los hijos y nietos. Esteban me lo dio a leer y está ultimándolo con ilustraciones adecuadas. Te tendré informada. Y muchas gracias como siempre.

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