viernes, 22 de marzo de 2013

EL DEDO DE RODRIGO


                        ¿Por dónde se entra en Triana?


            Y yo qué sé. Bueno, mire: En Triana hay que entrar andando y por el puente; es nuestro consejo expuesto en una guía de la ante-Expo, pero como usted viene hacia el Altozano en coche, que así anda el mundo hoy, pues le diré: Si viene del sur pasando por Bellavista, cuando llegue al estadio del Betis tiene que preguntar por Los Remedios. En el trayecto del Paseo de la Palmera vaya buscando el puente que tiene que atravesar, del Generalísimo se llama, y no es que sea del tiempo de la posguerra, es moderno, pero no tanto como los de la Cartuja.

            Cuando se halle en la Avenida Virgen de Luján, entonces… no, no; mejor continúe por la Palmera y al llegar a la altura del Palacio de San Telmo, si puede, después de girar a la derecha, dé la vuelta ante la Fuente de los Meones de la Puerta de Jerez… No, déjelo, porque veo que se va a liar. Mejor siga la dirección recta del Paseo que continúa en el de Colón, donde se encuentra la plaza de toros; lo va viendo más fácil, ¿verdad? Desde la ventanilla del auto divisará la calle Betis, el famoso puente y los edificios del Altozano, su destino. ¿Ya? ¡Que se cree usted! Aquí lo único que puede girar es el cuello, de modo que olvídese de la calle Betis, del puente y el Altozano, y mire al frente que la cosa se vuelve a complicar.

            Pase el remolino de semáforos dejando el edificio de la Caridad, uno que verá aislado, a la derecha (caridad es la que suplicarán sus nervios a esta alturas), pero no se le ocurra meterse en el paso subterráneo porque irá a parar a la Cartuja, que es lo que se propuso quien proyectó estas direcciones olvidándose de Triana; seguramente será uno de la sociedad de protectores y amantes de lo clásico, de lo genuino, los que vemos comiendo pescao frito en El Mero o en el Puesto de las Flores, ufanos, satisfechos de la labor que han realizado en bien de la comunidad. Héroes de medalla.

            ¿Dónde le dejé, forastero? Si, ya, camino del Parque temático. Olvídese también de la Cartuja, ya tendrá tiempo de ir, durará más que la propia Triana al paso que vamos. Bien, coja el carril lateral, el de intemperie, tuerza a la derecha, luego a la izquierda… ¿Que se está alejando? Eso lo sé yo, pero ahora el puente que hay que enfilar es el del Cachorro… Si al menos pudiéramos aconsejarle que aparque, respire y se tome una cerveza –mejor, una tila-, pero ¿dónde deja el coche…?

            Como no queremos abandonarlo a su suerte recapacitamos. Lo único sensato que se nos ocurre es que contrate un chófer nativo, un guía de agencia o vaya detrás de un taxi que le enseñe el camino, con el riesgo de que lo pasee antes por toda la ciudad… Otra solución sería que telefoneara al amigo de Triana y que éste vaya a rescatarlo a la Palmera. ¿Que no desea molestarlo? ¿Que quiere darle una sorpresa? ¿Sabe usted una cosa? Creo que es más saludable que aplaque su afán por conocer el barrio universal y deje su visita para después del cerco. ¿Que no comprende esta incomunicación? ¿A nosotros nos lo va a decir? ¿Pancartas de protestas? ¿Manifestaciones? Estamos en Triana, forastero; ya nos conocerá algún día de estos…

            Este texto es parte de un artículo que escribimos en El Correo de Andalucía el 6 de diciembre de 1993; han transcurrido más de 19 años. En una de las inútiles reuniones de la comisión de “Hecho en Triana”, le pedimos al entonces delegado de Urbanismo del equipo de Monteseirín que ya estaba bien de cerco, y como no tenía otra salida, se marchó prometiendo un semáforo de entrada a Triana desde el Paseo Colón. De esto hará 6 ó 7 años. Y resulta que ahora, en estos días de viento, nos ha llegado la noticia de que se ha aprobado en la Junta de distrito el dichoso giro a la izquierda, el mirar y el poder entrar al corazón del barrio por el camino lógico, el de toda la vida antes de Pellón.

            Y nos preguntamos: ¿Pero es que dependía de la Junta del distrito? Si es así, apaga y vámonos… En fin, que más vale tarde, aunque sea muy tarde. Ahora llamaremos al amigo de Cádiz, si es que aún tiene edad para conducir, para que venga a conocer Triana; lo que no sabemos es cómo le vamos a explicar la tardanza en reparar el disloque.

            (Otro asunto que planteamos es la construcción de una rotonda en ese mismo cruce tan complicado de atravesar como peatón. Un día, Dios no lo quiera, uno de esos conductores que lo cruzan a setenta por hora –cuántas veces lo hemos repetido-, se despistará y se llevará por delante a los pacientes transeúntes que esperan en una isleta intermedia a que el semáforo les dé paso. Si esto ocurre ¿de quién será la culpa?).

Ángel Vela Nieto.
             

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