¿Por dónde se entra en Triana?
Y yo qué sé. Bueno, mire: En Triana hay que
entrar andando y por el puente; es nuestro consejo expuesto en una guía de la
ante-Expo, pero como usted viene hacia el Altozano en coche, que así anda el
mundo hoy, pues le diré: Si viene del sur pasando por Bellavista, cuando llegue
al estadio del Betis tiene que preguntar por Los Remedios. En el trayecto del
Paseo de la Palmera vaya buscando el puente que tiene que atravesar, del
Generalísimo se llama, y no es que sea del tiempo de la posguerra, es moderno,
pero no tanto como los de la Cartuja.
Cuando se halle en la Avenida Virgen de
Luján, entonces… no, no; mejor continúe por la Palmera y al llegar a la altura del
Palacio de San Telmo, si puede, después de girar a la derecha, dé la vuelta
ante la Fuente de los Meones de la Puerta de Jerez… No, déjelo, porque veo que
se va a liar. Mejor siga la dirección recta del Paseo que continúa en el de
Colón, donde se encuentra la plaza de toros; lo va viendo más fácil, ¿verdad?
Desde la ventanilla del auto divisará la calle Betis, el famoso puente y los
edificios del Altozano, su destino. ¿Ya? ¡Que se cree usted! Aquí lo único que
puede girar es el cuello, de modo que olvídese de la calle Betis, del puente y
el Altozano, y mire al frente que la cosa se vuelve a complicar.
Pase el remolino de semáforos dejando el
edificio de la Caridad, uno que verá aislado, a la derecha (caridad es la que
suplicarán sus nervios a esta alturas), pero no se le ocurra meterse en el paso
subterráneo porque irá a parar a la Cartuja, que es lo que se propuso quien
proyectó estas direcciones olvidándose de Triana; seguramente será uno de la
sociedad de protectores y amantes de lo clásico, de lo genuino, los que vemos
comiendo pescao frito en El Mero o en el Puesto de las Flores, ufanos,
satisfechos de la labor que han realizado en bien de la comunidad. Héroes de
medalla.
¿Dónde le dejé, forastero? Si, ya, camino
del Parque temático. Olvídese también de la Cartuja, ya tendrá tiempo de ir,
durará más que la propia Triana al paso que vamos. Bien, coja el carril
lateral, el de intemperie, tuerza a la derecha, luego a la izquierda… ¿Que se
está alejando? Eso lo sé yo, pero ahora el puente que hay que enfilar es el del
Cachorro… Si al menos pudiéramos aconsejarle que aparque, respire y se tome una
cerveza –mejor, una tila-, pero ¿dónde deja el coche…?
Como no queremos abandonarlo a su suerte
recapacitamos. Lo único sensato que se nos ocurre es que contrate un chófer
nativo, un guía de agencia o vaya detrás de un taxi que le enseñe el camino,
con el riesgo de que lo pasee antes por toda la ciudad… Otra solución sería que
telefoneara al amigo de Triana y que éste vaya a rescatarlo a la Palmera. ¿Que no desea molestarlo? ¿Que quiere darle una sorpresa? ¿Sabe usted una cosa? Creo
que es más saludable que aplaque su afán por conocer el barrio universal y deje
su visita para después del cerco. ¿Que no comprende esta incomunicación? ¿A
nosotros nos lo va a decir? ¿Pancartas de protestas? ¿Manifestaciones? Estamos
en Triana, forastero; ya nos conocerá algún día de estos…
Este texto
es parte de un artículo que escribimos en El Correo de Andalucía el 6 de
diciembre de 1993; han transcurrido más de 19 años. En una de las inútiles
reuniones de la comisión de “Hecho en Triana”, le pedimos al entonces delegado
de Urbanismo del equipo de Monteseirín que ya estaba bien de cerco, y como no
tenía otra salida, se marchó prometiendo un semáforo de entrada a Triana desde
el Paseo Colón. De esto hará 6 ó 7 años. Y resulta que ahora, en estos días de
viento, nos ha llegado la noticia de que se ha aprobado en la Junta de distrito
el dichoso giro a la izquierda, el mirar y el poder entrar al corazón del
barrio por el camino lógico, el de toda la vida antes de Pellón.
Y nos
preguntamos: ¿Pero es que dependía de la Junta del distrito? Si es así, apaga y
vámonos… En fin, que más vale tarde, aunque sea muy tarde. Ahora llamaremos al
amigo de Cádiz, si es que aún tiene edad para conducir, para que venga a
conocer Triana; lo que no sabemos es cómo le vamos a explicar la tardanza en
reparar el disloque.
(Otro asunto
que planteamos es la construcción de una rotonda en ese mismo cruce tan
complicado de atravesar como peatón. Un día, Dios no lo quiera, uno de esos
conductores que lo cruzan a setenta por hora –cuántas veces lo hemos repetido-,
se despistará y se llevará por delante a los pacientes transeúntes que esperan
en una isleta intermedia a que el semáforo les dé paso. Si esto ocurre ¿de
quién será la culpa?).
Ángel Vela Nieto.
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