Portada del libro "Helios Gómez La Révolution Graphique" |
Continuación del capitulo "Triana: El Barrio del Arte" del libro "Helios Gómez La Révolution Graphique.
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Rebuscando en la obra de Helios Gómez y cuya culminación puede ser la Capilla Gitana, podemos encontrar un cierto vestigio religioso inspirado en el espíritu de su barrio donde la Semana Santa, El Corpus Christi o la Romería del Rocío tienen un carácter distinto a la de la propia Sevilla. Así, en esta época, durante la Semana Santa procesionaban numerosas hermandades de penitencia entre las que destacamos La Esperanza de Triana, El Cachorro, La O y La Estrella. Desde 1813 Triana dispone de una hermandad rociera que fue fundamental en el devenir de la Romería del Rocio. Y, por último, la procesión del Corpus Christi, en Triana “Corpus Chico”, le confiere al barrio el auténtico sabor de pueblo.
Pero el aspecto, este definitivo, que marca el
espíritu de Helios Gómez es el ambiente
cultural y artístico de Triana; el solar
del mundo que más artistas ha parido. Pocos barrios han podido contribuir al
engrandecimiento cultural y artístico de España. Tal es así que, la mayoría de las
veces, tanto esplendor puede alterar la realidad por entenderse que es el
resultado de una auténtica exageración chauvinista y vanidosa. Pero sin
embargo, basta un repaso a la bibliografía, discografía u otros medios de
conocimiento general para demostrar que el arte del toreo, del flamenco, de la
danza, de la canción, de la pintura o del cine
tiene en esta orilla una nómina de artistas fundamentales.
Recurriendo de nuevo a la maleta que heredó su hijo Gabriel, nos
encontramos con dos toreros trianeros coetáneos de su padre: Francisco Vega de
los Reyes “Curro Puya” y Joaquín Rodríguez Ortega “Cagancho”. Todo parece
indicar que ambos diestros tuvieron una relación personal con Helios Gómez:
coetáneos, vecinos, gitanos y probablemente compartiendo otras aficiones. El
exilio de nuestro artista seguramente no impidió el contacto entre éste y los
mencionados toreros debido a su contrastada
afición taurina hasta el final de sus años. En la época que tratamos, el
arte del toreo era dominado por un trianero: Juan Belmonte “El Pasmo de
Triana”, dos generaciones mayor que los dos diestros mencionados. Él fue el
auténtico creador del toreo moderno. Hasta él, los toreros iban buscando al
toro, convirtiendo la lidia en una auténtica guerra donde se limitaban a acompañar al toro en la
embestida. Se hablaba de los terrenos del toro y del torero y la suerte de
matar, de picar y de banderillear eran las más importante de la lidia. Con
Belmonte todos los terrenos de la plaza eran del torero, del toro ni un puñado
de arena. Los pies hay que enterrarlos en la arena y dejarlos quietos, ahora
sólo se mueven los brazos y el toro va a
donde quiere el torero. A partir de aquí podemos hablar del arte de torear; el
riesgo y el trabajo se convierten en valor y dominio. Han sido innumerables los
toreros trianeros desde el siglo XVIII hasta la época actual y algunos, como
los mencionados Belmonte, Cagancho y Curro Puya, fundamentales en el desarrollo
de la lidia actual.
Haberse criado en la Triana de principios de siglo XX fue
la gran suerte de Helios Gómez para impregnarse, en primera línea, de otro
filón de belleza propia de este barrio: nos estamos refiriendo al Arte
Flamenco. Aquí tiene su cuna y Meca ya que
es donde todos los artistas flamencos de la época pasaron para impregnarse de este arte tan
singular y misterioso. Sin lugar a dudas, una de las consecuencias de la
simbiosis que ocurre con la llegada de los gitanos a Triana es el gran milagro
del Arte Flamenco. A buen seguro que no podemos hablar por separado de una
raza, de una tierra ni de un oficio sino de la mezcla en la dosis adecuada de
los componentes mencionados. Una
particularidad, casi un enigma por resolver, son las dos vertientes flamencas
que se producen en una extensión tan -relativamente- reducida: los cantes gitanos, rancios, procedentes
fundamentalmente de las fraguas de los Montes Pirolo y Marianillo, representados
por sus tonás, siguiriyas, soleares y tangos y, en contraposición: El Cante
Alfarero; con la soleá alfarera del Zurraque, sin parangón en el mundo
flamenco. En aquellos años de principio del siglo XX en Triana era imposible
que el Flamenco pasara desapercibido para sus vecinos pese a la intimidad que
le conferían, las fraguas, las tabernas y los corrales de vecinos, escenarios
por excelencia de este arte en aquellas fechas. La taberna “El Baúl”, en el
Monte Pirolo, era donde los toreros llevaban a sus amistades para el disfrute
del Flamenco. Pese a que en Sevilla existían numerosos cafés cantantes, en
Triana no fueron muy prolíficos, salvo algunas excepciones. Los ecos de los
legendarios nombres de los Caganchos, Frasco el Colorao, Los Pelaos, Ramón “El
Ollero”, La Andonda o el Fillo debían sonar todavía por el arrabal y no fueron
ajenos a los sentidos de Helios Gómez, que supo plasmarlo a lo largo de toda su obra y concretamente en La Capilla Gitana que
sintetiza a la perfección un cuadro flamenco donde la Virgen de la Merced luce
majestuosa como una gran “bailaora” gitana.
Continuará
José Luis Jimenez
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