Al salir me he cruzado esta
mañana con gente joven que llevaba una flor en una mano y en la otra un regalo,
no hay duda, San Valentín sale, como yo, de paseo y lo mismo visita
alguna joyería, que entra en las floristerías para engalanarse de flores rojas
o se endulza aún más en alguna pastelería, casi todos los comercios les abren
las puertas, incluso algunos bares de copas se estaban adornados con globos
rojos en forma de corazón, raro es que los ferreteros no se hayan hecho todavía con candados especiales para este día. el amor se ha envuelto, definitivamente, en papel de
regalo, sin que se sepa lo que hizo el mártir romano para sustituir a la
atrayente Afrodita, pero al igual que jalowín, en muy poco tiempo, han calado tanto
las nuevas costumbres entre la gente, que muchos se enfadan si no reciben hoy,
aunque sea un detallito, que yo con poco me conformo.
Vaya, he visto el anuncio de una
película de cine y he pensado que era un cristo, es que ya estamos en cuaresma,
me digo para perdonarme el despiste, el próximo domingo, mientras muchas
poblaciones cercanas siguen inmersas en los carnavales, en Sevilla tendrá
lugar, si el tiempo no lo impide, el Via Crucis Magno para celebrar el Año de
la Fe. Por iniciativa del arzobispo, catorce pasos saldrán de sus capillas para
dibujar en la Avenida la pasión y muerte de Cristo. No hay música, no hay
nazarenos, ya lo advirtió Juan José Asenjo en una entrevista el pasado mes de
septiembre: «creo que sigue siendo necesario insistir por activa y por pasiva
en la genuina identidad cofrade, en los aspectos más espirituales de la pertenencia
a una hermandad, de manera que los aspectos externos, culturales folclóricos o
costumbristas no ahoguen lo que puede y debe ser una vía preciosa de vida
cristiana y de compromiso eclesial». Menos mal que por fin llega alguien de
fuera a decirnos cómo hay que sentir la Fe, ya está bien de emocionarse con las
saetas y las marchas, que el incienso y el azahar no nos distraigan de la
verdad, y yo que pensaba que en estas tardes soleadas y templadas bastaba con
sentarse en la calle a ver pasar el cielo azul, mirar hacia un lado y sentir la
alegría de unos ojos conocidos que te miran, para comprender el milagro de la
vida, dejar pasar el tiempo hasta ver aparecer esa luna creciente, una luna
inmaculada con las puntas hacia arriba, que llevaban en sus pies muchas diosas
precristianas, que simbolizaban el amor o la fertilidad, tradiciones…
Rafael Martín Holgado
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