se
ha empeñado el tiempo en recibir al invierno con unas mañanas grises, que no invitan
a salir de casa, te pasas el día mirando por la ventana en espera de que el sol
termine por deshilachar el tejido de nubes y se coloreen las calles con su luz,
pero todo lo más que puede verse de vez en cuando es un círculo blanquecino sin
fuerza, sin embargo quedarme en la casa me cansa, me falta aire, necesito ver alguna cara conocida,
escuchar el ruido de los carritos que se aproximan a los colegios, formar parte
de ese andar diario de los primeros compradores, por eso me encamino por Santa
Cecilia hacia la calle San Jacinto, inmensa desde que han afeitado a los árboles,
y la encuentro llena de muñones vegetales que se estiran como si quisieran escapar de la molesta humedad que rocía el espacio, pero no hace frío, tan
sólo siento el frío que emana de la
Casa de los Artesanos, un frío triste de escarchas y
desconchones, de ausencia sentida, de recuerdos rotos, de Historia herida…
en
estas mañanas grises no hay más cielo que esas estrellas apagadas, falsas, que de
noche pretenden llevarte al oriente de los comercios, mientras avanzo no dejo de
mirar los ladrillos de la fachada del Protectorado, que sin las miles de hojas
y ramas de las tipuanas, lucen por hileras, en incansable orden, pero también
son capaces de doblarse aquí y allá para crear adornos geométricos, y de
disponerse en diferentes planos, hasta que aparecen los volúmenes tras el juego
de las luces y las sombras, esos ladrillos me parecen el triunfo natural de la
humildad, del trabajo diario, callado, responsable, de la gente de bien...
al
llegar a la iglesia giro a la izquierda por Pagés del Corro y quedo sorprendido
por un enorme reclamo publicitario que han colgado de los balcones, Noches de
TRiana, suena bien, me suena a tangos del Titi, a noches cálidas alrededor de
una candela, dan ganas de traspasar esa puerta mágica y aparecer en las noches antiguas
de TRiana que no pudimos vivir, un tiempo de miseria que el tiempo ha vestido
de gloria y cultura, pero los viajes al pasado no tienen ofertas, esas letras
pintadas de rojo carmesí me hacen pensar, seis horas, parece mucho, acaso no
tendría usted otra promoción de hora y media, lo digo por la siesta...
Rafael
Martín Holgado
He llegado de un reunión navideña y corralera donde he dado un salto atrás en el tiempo y me he dado cuenta de que somos los mismos del siglo pasado con la misma candelá y los mismos pestiños y aguardientes y los mismos cantes y las mismas miradas, las mismas ojeras y las mismas bolsas colgadas del párpado inferior y me he sentido a gusto y le he dado las gracias a un Devé por no haber faltado y después cuando he abierto el puto ordenata me he encontrado con estos gigantes con muñones cegatos, con este Sr. con cara cuadrada y sombrero partiendo en dos el motor de explosión de una furgoneta hortera y con este edificio con traumas versallescos y conventuales, unos fósiles de estrellas de mar y trilobites triquinoides, un picadero sin equinos y unos días tristes sin chichas ni limoná y todo en una gama de tonos grises.
ResponderEliminarDesearía coger un chinchín, una botella de anis La Asturiana vacía y una cuchara para hacer música con el mango en los relieves de la botella y una pandereta y cantar: " En la puerta de un rico avariento llegó.............."