Esta mañana he cruzado el puente de Galata sobre el Bósforo y por un instante mis ojos han buscado la zapata de siempre, el perfil de una capillita conocida, cuya torreta tanto se parece a los mil alminares que llenan el espacio que ahora admiro.
Estambul es la ciudad de las ciudades, un gigantesco puzle de la historia, un mosaico fluido de personas y vehículos, las grandes avenidas están abarrotadas, repletas de un movimiento incesante y caprichoso, en algunas calles las múltiples tiendas y los puestos ambulantes ofrecen una variada mercancía: mucha ropa, pañuelos, baratijas, recuerdos para los turistas, frutas y montañas de frutos secos, tampoco faltan los locales donde comer o tomarse un té, varios hombres beben sentados a la puerta de un café, a pesar del ajetreo, puedes sentir mientras paseas una extraña calma, una tranquilidad impropia de una gran ciudad, pero aquí las calles están vivas y te impregnas de humanidad, para nosotros resulta muy fácil integrarnos en este ambiente, nuestros ojos están acostumbrados a los puestos de sandías y melones, a los cartuchos de arvellanas verdes, son las nueve y cuarto y de los múltiples minaretes van brotando las llamadas para la oración, hasta un gitano que yo conozco saldría a la calle sin importarle si va a llover o no.
Esta mañana he visitado la mezquita Azul (hasta el nombre es bonito) y su hermosa cúpula acerca más que nunca el cielo a la Tierra, más tarde he visto la iglesia de S. Salvador de Chora, en sus mosaicos se relata la vida de María, pocas veces una escena religiosa está tan cargada de amor como ese abrazo eterno entre S. Joaquín y Sant’Ana, esto sí que es sentirse como en casa, acaso es casualidad que me encuentre una pipa de esta guisa…
Aquí os dejo un pequeño minuto de mi paseo por Estambul: unos frutos secos, una lista de tapas con kalamares, como los del Miami, y una muestra de azulejos del Palacio de Topkapi, simplemente para impactar, que no sólo existe TRiana.
Rafael Martín Holgado
Rafaé, como prometistes lo estas contando aunque sea someramente, no sé si es solo una pequeña muestra de tu cuaderno de campo o es que vienen por partes.Serán bienvenidas, por ejemplo la referente a la Kapadokia, lugar que me fascinó y del que tengo un recuerdo inusual -crucificado en bronce comprado a un viejo chamarilero- de una zona olvidada salvo por pequeñas aldeitas y perteneciente a un país laico pero predominantemente islámico. Te lo mostraré y pediré tu valiosa opinión.
ResponderEliminarRafa, supongo que el cenicero de la bailaora viene contigo pa Triana ?para cuando la primera en El Ancla? Jose Luis Jimenez
ResponderEliminarImposible, José Luis, no me llegó a decir ni el precio, sólo decía muy caro, muy caro e intentaba venderme las cachimbas que estaban al lado (ahora me doy cuenta que escribí pipa en vez de cenicero). Esta mañana ya he cumplido en el Ancla y me he enterado que andas más p'allá de la raya. Nos vemos.
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