domingo, 8 de mayo de 2011

DESDE MI TORRE NAZARENA

              

         Este pasado y esplendoroso Domingo de Ramos en el Puente de Triana, sin saber el por qué,  llegaron a mi memoria los dos Antonios uno con  “estos días azules y este sol de la infancia” y otro con su Semana Santa: Teoría y Realidad. Son Machado y Núñez de Herrera. Por eso hoy quiero recordar estos días azules y este sol “antiguo” de la infancia  como mi humilde homenaje a estos dos hombres que marcarían en mí un antes y un después tanto en la poesía como en la Semana Santa.

                                                                      EL   BASTÓN

Estaba tocando el tambor con dos palillos del espaldar de una silla rota sobre una lata, vacía, de las que habían vendido, en una tienda de ultramarinos antigua de la Plazabastos, sus aproximadamente 3 kgs. de caballa en aceite, al perreo, poco a poco, al peso en tazas, platos, jarrillos o cuencos  –échame el cominito y un poquito más de aceite- llevados por los clientes  a la misma tienda.
El escenario era el patio del corral de San Joaquín en la calle San Jorge frente a la Plazabastos, la lata amarrada a la cintura con una guita, un  niño delante simulando un crucificado y dos o tres más con las manos semicerradas como si fueran  cornetas, entonces las marchas antiguas que imitábamos  eran las de la antigua policía armada, para eso teníamos un vecino que tocaba en la banda y ensayaba en el patio.
Cuando estaba en lo mejor del redoble, que no lo superaba ni el bajito de la banda de la Cruz Roja, oí la voz en grito de mi bata: ¡Antonio!. ¡ Venga que te tengo que arreglar que está saliendo la Estrella!.
Me negué en vano, porque la promesa de comprarme un bastón me llevó al huerto. Camisa y pantalón corto, que frío en las corvas por la noche, de estreno unos calcetines –quién no estrena el Domingo de Ramos se le caen las manos-  y para rematar el arreglo me roció con la mitad del cuarto de colonia barata por toda la ropa y el pelo, y a la calle requetepeinado y con la raya como la antigua Raya Real

Era uno de estos días azules y con este sol antiguo de la infancia.

A mi no me gustaban los globos, ni los cocos, ni las almendras garrapiñadas, solo su antiguo olor  arrebujado con el de las fritangas de los calentitos y con el de los sahumerios de incienso. No me gustaban los piñonates, ni las arropías, ni los peros caramelizados, ni las arcatufas remojadas, ni los chochos enfriados con nieve, ni las arvellanas, ni las pipas  de calabaza. A mí solo me gustaban los bastones. Y me siguen gustando. De siempre.


El bastón estaba hecho con una vareta blanca decorada con pinturillas rojas y verdes y terminada en una porra de madera, como un trompo al revés, sin púa, incrustado al final de la vareta. Los vendían de dos tamaños según la estatura del niño. En mi mano sudorosa se despintaba  la colorina y en la bulla me secaba la mano en el pantalón y la camisa. A la vuelta, mi bata, decía : “No te tenía que haber comprado el bastón hay que ver como te has puesto el pantalón y la camisa de fuchina”.
Este Domingo de Ramos azul y de sol antiguo no se que me pasó que  volví desde el puente a casa a por uno de ellos, tengo dos, y preparé una excusa por si  alguien conocido preguntaba algo sobre que hacía yo con un bastón de niño. Se lo he comprado a mi nieto, le diría.
Estuve toda la tarde y parte de la noche con el bastón en la mano, encontré a infinidad de conocidos y nadie nos echó, ni al bastón ni a mí,  puñetera cuenta, no se si no repararon en él o no  quisieron preguntar, tan solo cuando recogí a mi nieto lo primero que hizo fue pedirme el bastón y se lo dí. En esos momentos su manita era la mía.  
Cuando llegamos a casa instintivamente miré su mano y su ropa,  quizás con una oculta esperanza de que el bastón fuera intemporal, pero no, ni las manos ni las ropas estaban tintadas de fucsina. La fuchina antigua, a través del tiempo, se había hecho un  todo con la vareta y no se quería separar de ella. 

Antonio Fernández Cachero

3 comentarios:

  1. Qué relato más jugoso. También yo me he visto con el dichoso bastoncito que nos tenía atontados a la chavalería de entonces.¿Qué le veríamos, si era lo más simple del mundo? ¡Qué estampa, Antonio! Me ha dado la risa "azul" de la nostalgia.

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  2. A.Fernández de Cachero M.9/5/11, 11:14

    ¡Gracias, Ángel, con el bastoncito nos veremos, si Dios y la Virgen Santísima lo permiten, otra vez. Gracias por las flores que me echas pero de nostalgia nada por que lo hemos vivido y que nos quiten lo bailao.

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  3. Es verdad, Antonio; nuestra generación tuvo la suerte de vivir como chiquillo la mejor década, los cincuenta cuando toda Triana era un parque infantil. Y qué podemos decir de los sesenta, nuestro tiempo dorado de juventud... Por ahí no podemos quejarnos.

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