jueves, 7 de abril de 2011

PROYECTO DE UN PUENTE DE PIEDRA

PROYECTO DE 1629

Como remedio definitivo a los problemas que ocasionaba el puente de barcas, se pensó en la construcción de un puente de fábrica. Fueron varios intentos, pero el más importante fue el realizado en 1586, en el que se solicitó a Felipe II licencia para repartir la cantidad necesaria para un puente de piedra, en cuya construcción estaba dispuesta a aventurarse la ciudad si tenía la certidumbre de que las demás ciudades y lugares del Reino  ayudarían, al igual que Sevilla lo había hecho cuando se trató de levantar una obra similar en otras partes, aunque la idea no pasó de tal.

El segundo intento se debe a don Diego Hurtado de Mendoza, primer vizconde de la Corzana, Asistente de la Ciudad entre 1629 y 1634, hizo el intento que más posibilidades tuvo de levantar  un puente de piedra, asunto tratado en múltiples ocasiones por el Consejo de la ciudad. A iniciativa suya, Andrés de Oviedo, Maestro Mayor de Obras del Consejo, amigo de don Gaspar de Guzmán, conde-duque de Olivares, al que pidió apoyo en la corte, trazó la planta y montea del puente, aprovechando también su entorno. Pensó construirlo en el Bañadero, unos cien metros aguas arriba del de barca existente, donde el río tenía menor profundidad, aunque era más ancho: 1150 pies por solo 550 en la Torre del Oro.

El puente era de sillería almohadillada, con más de veinticinco arcos, unos apuntalados y otros, los que cruzaban el río, semicirculares. Las enjutas de estos últimos, que eran nueve, se ornamentaron con motivos del Bajo Renacimiento, siendo el proyecto de bien entrado el siglo XVII. Tenía fuertes estribos, con tajamanes y dos rampas de acceso por la margen de Triana.

El 2 de Septiembre de 1631, el vizconde de la Corzana envió al conde-duque de Olivares una carta con el proyecto, impresa por Francisco de Lira, y un plano, cuyo dibujo grabó entre 1629 y 1630 Alardo de Poma. Dicho grabado se perdió y solo existe una copia de 1696 realizada por el canónigo Ambrosio de la Cuesta y custodiada en el Ayuntamiento de Sevilla.

El proyecto resolvía los problemas técnicos: poca profundidad del cauce, corriente suave y cimentación adecuada. También contenía un estudio económico que permitía financiar sobradamente los cinco mil ducados de presupuesto.

No obtante, se rechazó. Lo impopular de financiar con impuestos o gravando las mercancías de consumo y la cobardía de la Corte ante la alternativa que daba el proyectista de detraer de Cadiz o Gibraltar ingresos anuales que provenían de Sevilla, dejaba a la ciudad con su antiguo puente de barcas, que según el cronista Ariño tiene la tablazón tan desigual que apenas puede, a pie, pasar la gente, cuanto más las bestias de carga.

El Cronicón Hispalense
Recopilación del texto: Ángel Bautista Guerrero
Ilustración: Archivo Emilio Jiménez Díaz

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