Bajando las escalerillas de la plaza de
abastos por el Altozano, a la derecha, se situaba el bar de Feliciano,
establecimiento heredado de los puestos de bebidas del mercado que en tiempos
antiguos pasaron por manos montañesas como tantas tabernas en Triana. Toda la
gracia, que no era poca y que andaba distraída tras los mostradores del
pescado, la fruta o la carne, se volcaba aquí a la hora del reposo o de un
breve respiro. Hay que recordar que en este mercado remataron muchas juergas
flamencas. Por aquí pulularon los ecos de los fandangos de El Caracol
dedicados a su amigo Pastor, el carnicero, con un café calentito y una copa de
aguardiente. Aquí se fundó, a mediados de los cuarenta y por los parroquianos
más guasones, “El Mote Club”. Aquí se juntaba el arte de las dos Cavas: El
Titi, Pepe Gitanillo, Pepe Casado… La revista “Triana” recogió la
entrevista que, sentados ante los veladores interiores, le grabamos a Pepe Gitanillo
y a El Titi una mañana de sábado de 1986.
Del personal de Feliciano hay que destacar
a El Chato, Francisco Iglesias Aguilar, que entró en el Pasaje con
catorce años a principios de los sesenta. El Chato de Triana nació en el
inmediato corral de San Joaquín y por sus venas corría la sangre de artista que
iba de corredor en corredor de su casa. Uno de sus afanes fue sacar a hombros a
los triunfadores de la Maestranza, “capitalista” por afición. Y como enfrente
del bar estaba el puesto de pescao frito de Loli no era nada raro ver por allí
a cantaores de la talla de Antonio Mairena y su hermano Manuel, Naranjito,
Manuel Molina, La Lole y tantos más asiduos parroquianos.
La Manigua
Popular sala de fiestas y salón de
variedades establecido en el número 29 de la calle Betis (actual 33). Antes fue
esta casa sede de un centro republicano. Por La Manigua, inaugurada en 1941,
desfilaron la mayoría de las estrellas de la canción, del cante y la copla en
sus comienzos como artistas, probando el pulso de voz y su temple ante un
público entendido y en concursos organizados por la dirección de la empresa. En
este veraniego escenario se hicieron artistas, entre tantas y tantos, Paquita
Rico, Marujita Díaz, Carmen Florido, Lolita Arispón, Armando Gutiérrez y
Juanito Díaz. En 1951 proclamaba así su existencia: “Sala de fiestas, grandes
atracciones, una orquesta, magnífico cuadro andaluz. Espectáculos hasta la
madrugada”. El empresario de La Manigua fue un cajero de El Barranco (mercado
del pescado) llamado Miguel Jiménez. El director de la orquesta era José
Fontela.
En La Manigua fue el debut en Triana de Naranjito
y Narci Díaz. Trescientas cincuenta pesetas tenía prometido cobrar el pequeño
cantaor, pero una suspensión por ser menor de edad necesitó la intervención del
gobernador civil a petición desesperada del joven artista. “En La Manigua
trabajábamos los fines de semana -cuenta en sus memorias-, que era cuando
interesaba. Era un teatro de verano precioso; tenía dos zonas, o sea, que había
una parte de sillas para sentarse a ver el espectáculo y otra parte donde había
veladores, donde se sentaba las gentes, tomaban algo fresquito, o lo que fuera.
Durante la semana no se hacía nada, ponían música para bailar. Allí fue donde
empezamos a darnos a conocer”. La Manigua quedaba durante el invierno como sala
de bailes.
Ángel Vela Nieto. De "Triana, la otra orilla del flamenco (2)".
Muchas historias he escuchado directamente de la boca de mi tío, el Chato de Triana. Precisamente gracias a él se celebró mi bautizo, en 1986, en la misma plaza, ya que, cómo bien se habla en la crónica, trabajaba en el bar de la plaza. También muchas historias de la Peña Trianera en la que flamencos, artistas y toreros acaban en el soberao apostando a la cartas y terminando por fiestas. Me contaba muchas cosas de Curro, La Pipa o incluso Carmina.que era todavía muy joven en la época.
ResponderEliminar