viernes, 14 de febrero de 2014

EL DEDO DE RODRIGO


¡Qué viene San Valentín!


         Conocimos a San Valentín gracias a Galerías Preciados donde, decían las malas lenguas, tenía intereses doña Carmen Polo, la esposa de Franco. Fue el primer gran almacén que llegó a Sevilla trayéndonos la modernidad de las grandes orbes en el arte de la venta, el de las plantas altas y las secciones especializadas... y de algo que llamó poderosamente la atención, las escaleras mecánicas. Y tras los mostradores una legión de muchachas airosamente uniformadas, gozosas de saberse afortunadas y casi todas con rostro de Conchita Velasco. Por Galerías supimos que el santo-cupido tenía toda la cara de Jorge Rigaud, un veterano galán, sabio en amores, que nos llevó por el Madrid del cine de 1959 en un autobús de dos pisos conducido por Tony Leblanc.

         Los jóvenes de ahora creen que San Valentín es un invento de El Corte Inglés, y es que quizás no sepan que cuando el gigante español (a pesar del nombre), se quedó con Galerías, tras una breve pugna competitiva con claro vencedor, entre los bienes iba el santo más rentable. Creo que el “día de la madre”, “del padre” y del espíritu santo, que sin duda es este mártir desconocido para las parejas hasta que llegó el mencionado Jorge Rigaud, son frutos del mismo inventor. Pero, ah, “el día de los enamorados” nos marcó tanto que tuvo que volver San Valentín tres años después en agradecimiento a tanto fervor y -claro- para que no decayera el ánimo de compra los 14 de febrero. De todos los santos a los que conocimos en películas éste fue nuestro patrón aun en tiempos en que no estábamos ennoviados, porque los muchachos de aquellos años éramos una suerte de candidez romántica influenciada por el mismo medio, el que llaman Séptimo Arte, y por la música, la inigualable y cautivadora música de los sesenta.

         En nuestros recuerdos están aquellos rostros de muchachas, graciosamente femeninas y a la vez distinguidas, que inundaban de alegría el entorno de la también romántica fuente de la plaza de la Magdalena a la hora del cierre de la tienda. Cuántas Mabel Karr, María Mahor y Katia Loritz, y qué bella legión de Conchitas Velasco... Ellas eran la causa de que San Valentín mantuviera sus adeptos en Sevilla; no había más que observar la cantidad de muchachos que las esperaban: novios, pretendientes, admiradores, amigos; las niñas de Galerías eran una comunión de delegadas del santo en nuestra ciudad que, luego, se hacían ver por las tabernas del “torito” gozosas en su reunión, sentadas sobre tronos de madera y sabiéndose miradas. Dos vasitos de aquel endulzado vino acompañado de avellanas en bares de las calles Álvarez Quintero o García de Vinuesa, adobados con una canción de Salvatore Adamo escapada de cualquier aparato de radio... ahí, entonces, indefectiblemente, aparecía en la puerta y en clásica pose Jorge Rigaud con su sonrisa satisfecha y su halo celeste, con su abrigo oscuro y su paraguas a modo de bastón, pero sólo a la vista (nublada) de los enamorados.

         Ahora hemos vuelto a ver imágenes de aquella película dándonos cuenta de que la tuna que aparece en recital callejero en la última escena, interpretando la popular canción que grabaron las Hermanas Serrano, no va cantando, sino sólo desfilando con sus llamativos saltarines pandereteros; truco cinematográfico del que no nos apercibimos las veces que vimos la película en los cines de verano. Sin duda era muestra de que no estábamos más que para atender las llamadas de nuestro San Valentín, cautivos de sus prerrogativas, enganchados en rostros de vecinitas en cercanas sillas de enea; o absortos mentalmente en el de aquella muchacha que conocimos en un guateque el domingo pasado que nos cautivó con su finura y que, bailando la canción “Mis manos en tu cintura” (en Francia “en las caderas”), tras la consabida pregunta, aquella de “¿estudias o trabajas?”, ella respondió orgullosa y perfecta: “Trabajo en Galerías...”.


Ángel Vela Nieto   

5 comentarios:

  1. Qué magnifica entrada y qué magnifico cartel, con su toque sicodélico y todo, anda...Recuerdo que iba a Galerias a la Magdalena, a pasearme en las escaleras mecánicas. Tiempos.,. José Luis Tirado.

    ResponderEliminar
  2. No había entrado en el blog desde hace algún tiempo...No he podido enterarme de la muerte de Rafa Martín. Lo siento muchísimo, muchísimo. No he tenido ocasión de conocerle personalmente, ni siquiera sabía de su enfermedad. Ahora no sé muy bien qué decir, salvó que tenía un don, una sensibilidad especial en lo que hacía. Solamente enviar un abrazo fuerte a su familia, que estará destrozada, y a sus amigos. Por desgracia, entiendo muy bien cómo se sienten ahora, la soledad, el desánimo, la pena...

    ResponderEliminar
  3. Y, bueno, estoy tan despistada que he escrito mi comentario sobre Rafa en una entrada que no era...bueno, ya entenderéis mi despiste...

    ResponderEliminar
  4. Claro que si, Caty... Nos alegra ver su nombre de nuevo en este blog. Mucho ánimo.

    ResponderEliminar
  5. Ahora me doy cuenta de un "su" que no es nuestro tratamiento. Lo dicho, Caty.

    ResponderEliminar

*/