Armando Gutiérrez: Andalucía por delante.
Cuando
se llega a cierta edad los años empiezan en enero y acaban en diciembre; no es
perogrullada, ocurre que los días vuelven a tener la identidad y el peso
temporal que tuvieron en las aulas del colegio en nuestros tiempos infantiles.
Cada mañana, antes de abrir el cuaderno, el maestro dejaba bien patente en la
pizarra la fecha que había que consumir, hora tras hora, sólo que los niños no
echábamos mucha cuenta salvo que estuviéramos cerca de las vacaciones de verano
o Navidad. Pero a estas alturas del calendario de la vida uno hasta llega a
obsesionarse con el día de la fecha porque ya vamos restando cuesta abajo. Cada
noche, cuando voy a cambiar el día en mi “taco” de Benedetti, me da la
impresión de que no hago otra cosa de rápido que transcurren las veinticuatro
horas... con lo que volábamos los niños en esa eternidad...
Han
transcurrido veinte años, esos del tango, y es verdad que no es nada. Veinte
años... ¿Cuántos acontecimientos sustanciales en los primeros veinte de la
existencia...? Pues en estos no ha pasado casi nada, y el “casi” es porque se
estrena estado: el de abuelo. Existe un dicho que viene a convencernos de que
de todo hace ya mucho tiempo, que es como darle la vuelta a lo que sentimos
ahora que puede resumirse en una corta frase: todo fue ayer mismo...
Ocurre que esta mañana, en esos minutos trascendentes del afeitado, he
recordado que mi amigo Armando Gutiérrez falleció en los primeros días
de 1994; un fulminante infarto acabó con su vida de poeta y rapsoda apasionado.
Armando fue uno de esos amigos que llegan tardíamente para formar parte activa
y continuada en tu vida social cuando más se aprecia el afecto. Nos unía la
preocupación inevitable por cuanto ocurría en nuestro barrio y el gusto por la
poesía popular andaluza. Además, formaba parte de la redacción de la revista “Triana”,
de un grupo de trianeristas confesos que se juntaban la tarde de cada viernes
en Casa Cuesta.
Armando
se había casado con la cancionista Lolita Arispón, una muchacha de la
calle San Jacinto que abandonó su prometedora carrera tras la boda con quien
fue compañero en muchos espectáculos, el galán-rapsoda nacido en la calle Pureza.
También nuestro recordado amigo decidió cambiar los pesarosos viajes en trenes
por los que realizaba en su coche al servicio de una casa de pinturas. Pero
donde fuera, Armando era artista y tenía ese porte distinguido aún jubilado;
pelo largo y cuidado y siempre elegante. Así, que como no tenía grandes
obligaciones, en más de una ocasión acompañó mis viajes a localidades cercanas
en gestiones laborales. Lo recogía de su casa en Coca de la Piñera y allí lo
despedía después de una jornada llena de confesiones interesantes, porque así
fue su vida desde que, casi niño, ganó un concurso en “La Manigua”, la
sala de la calle Betis. Allí se curtió ejerciendo de presentador y recitando
sus poemas clásicos. Y en ese ambiente conoció a Lolita.
En
números de la revista del barrio quedaron sus trabajos cuajados de lirismo y
encendida pasión que alternaba con páginas de sus recuerdos de poeta de
escenario. No olvido que me hizo una relación de los trianeros que habían
trabajado con él en aquellas compañías que iban de pueblo en pueblo alegrando y
aligerando, lo que podían, el pesado ambiente de posguerra (aquí, la memoria de
“Cómicos”, la película de Fernán Gómez). Contaba Armando que actuando en un
teatro de Valladolid lo detuvieron por recitar a poetas prohibidos y que, por
tamaño pecado, dejó de figurar en los programas con su nombre de pila
cambiándolo por “Juan de Triana”.
Zeppelín,
el eterno ciclista del corral del Cura vencedor en 503 carreras, fue quien nos
lo presentó como un digno aspirante al pregón de la Velá; eran los fructíferos
años de Paco Arcas en la Tenencia de Alcaldía, y en uno de aquellos
viernes de Cuesta quedó fijado su nombre. Era su sueño desde el momento en que
se jubiló y volvió a entregarse en cuerpo y alma a la música de la rima. Y Armando
fue la voz de la Velá de Santa Ana en 1986 en el escenario ideal, el Hotel
Triana... “Aquí me tienes, Triana, con unos años de más, el pelo entre cano
y nieve...”; se quedaron fijadas las primeras palabras de su pregón que
tantas veces le repetí. Después, siguieron otros pregones; yo mismo lo presenté
en el de la Semana Santa del barrio; era tan apasionado que se esforzaba al
límite de su resistencia física en cada frase, en cada verso. Un pregonero
único que, además -hay que sumarlo- dibujaba y pintaba con maestría.
Un año,
su grupo de amigos le organizamos un homenaje al matrimonio Armando-Lolita
en un restaurante de la Cava de los gitanos. Algunos de aquellos camaradas
también se fueron..., pero todos fuimos entonces, en una de esas tardes
trianeras inolvidables, beneficiarios de la voz de Lolita Arispón después de
años sin cantar. Y les dedicamos odas de admiración entre abrazos y risas. Fue
una muestra del rescoldo que quedaba de la Triana pura de nuestros mayores.
Siguió
escribiendo y recitando hasta el último día; memorable su noche en la Peña
Trianera. Le animamos para que recogiera su obra en una antología y la idea
cuajó en el libro “Flor de papel” que quedó por siempre como testimonio
vivo de su inspiración y su alma andaluza.
Mas sus
amigos no estábamos dispuestos a dejar de verlo por Triana. Así que promovimos
la placa de cerámica que, unos años después, quedó colocada en la casa que
ocupa el solar de la que fue su cuna... “En el antiguo 16 de esta calle
creció en cuerpo y versos el rapsoda Armando Gutiérrez ...”. Y allí lo
saludamos tantas veces.
Ángel Vela Nieto
Hace poco, rebuscando entre papeles y recortes antiguos, encontré un anuncio de "La Manigua" que anunciaba un martes 26 de Junio de 1945 el siguiente espectáculo:
ResponderEliminarPaquita Rico: la trianera de bronce, Estrellita Romero y Mari Reme: bailarinas, MArgot y Chiverto: bailes acrobáticos, Paddy y Cia: mil carcajadas por minuto, Los Arizonas: los colosos de las canciones subamericanas. Negro Rafael y Machín: los mejores cantores de la actualidad y, como no, Armando Gutierrez: recitador. Y todo en calle Betis, 29.
¿Hay quién de más?
Armando publicó en la revista "Triana" varios programas de "La Manigua". Ya ves, Armando y Paquita sólo tenían que atravesar la calle Pureza para llegar a donde lucían su arte. La grandeza de Triana.
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