Ya hemos dado cuenta en este blog
de la importancia de aquellos “Sucesos” que Francisco de Ariño nos relataba
desde el corazón del Altozano que quedaron recogidos en el libro “Sucesos de
Sevilla de 1592 a 1604”. Relatos para todos los gustos: nacimientos, bautizos,
necrológicas, desbordamientos del río, autos de fe, asesinatos y otras noticias de
interés general que ocurrían en aquella ciudad en pleno apogeo donde las leyes
se anunciaban a soniquete de trompetas y
las penas se ejecutaban en las plazas a la vista de los ciudadanos.
El Altozano, desde tiempo
inmemorial, siempre ha sido el auténtico ágora de Triana. Lugar de mercadeo, de
tratos, de juegos y durante mucho tiempo única entrada al arrabal desde Sevilla
y que en tiempos de Ariño gozaba de la impresionante silueta del Castillo que
por esos años se había constituido en la
sede de la temible Inquisición.
El Altozano actual sigue
manteniendo esa función de gran plaza pública y de salida o entrada principal
del Barrio. Espacio fundamental durante
la Velá, punto de paso obligatorio de las procesiones y gran recibidor trianero
que acoge a dos monumentos esenciales y representativos de dos vertientes
artísticas fundamentales: el monumento al torero representado por Juan Belmonte
y el monumento al Arte Flamenco que
Jesús Gavira representó a través de la flamenca con guitarra en mano y pie apoyado en un yunque.
Pues este Altozano, cargado de
recuerdos en forma de placas cerámicas o de edificios ya centenarios, como la Casa
de D. Aurelio Murillo o la Capilla del Carmen, celebra este domingo, a las
10.30 h en el reloj de la Plaza Nueva, una misa en conmemoración del doscientos
aniversario de la fundación de la Hermandad del Rocio de Triana; 1250 sillas y
resto de parafernalia necesaria para que tenga lugar el acto en cuestión que
como trianeros nos llena de orgullo.
Sin embargo, sin dejar de
restarle importancia al acto descrito del próximo domingo, el Altozano tiene
que acoger mucho más actos culturales a la vez que debe convertirse en la gran
plaza donde se manifiesten los verdaderos problemas actuales del Barrio y,
llegado el caso, se terminen juzgando públicamente, como en los tiempos de
Ariño, a tantos políticos que nos esquilman o a esos sindicalistas que, no
conformes con el estado de derecho, siguen pidiendo libertad para seguir
robando.
José Luis Jiménez
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