Va de Velá
Cuando se ha
escrito tanto sobre un tema uno cree que lo que escriba de nuevo no será nada
interesante, pues lo importante ya quedó asentado. Así que para tratar de huir de la
tentación del refrito o del auto plagio contaremos las sensaciones de una
mañana, la reciente de la presentación del cartel de Juan Romero; del cartel y de
la publicación de los afortunados que serán principales protagonistas en la
edición de este año de la Velá de Sant´Ana.
Fue, como el año anterior, en las
instalaciones del restaurante Abades, que si bien levantó su horrendo edificio
en una calle que no se merece esas modernidades apátridas y a pesar de la seria oposición vecinal, ahora parece que
está pagando su culpa poniendo al servicio de actos sociales –en cumplimiento
penitencial- esa orilla del paraíso con fondo de Torre del Oro del que disfruta
su selecta clientela.
Se me viene
a la memoria los años en que acto tan trianero se celebraba en el
Bar-restaurante El Puerto, donde Federico atendía como el más cuidadoso
anfitrión a la feliz embajada que aparecía por su puerta, sin un duro, pero con
toda la calor a cuesta y todo el calor del afecto en el corazón; años de Paco
Arcas y Alberto Jiménez-Becerril, especialmente. La copa y el condumio era lo
propio de la época y de aquel histórico e inolvidable espacio ribereño. O sea,
que nada de muestras gastronómicas de la nueva cocina, tan sabrosas como
breves, sino un buen plato de arroz o de otro condumio de la clásica carta de
la casa. Cosa muy de barrio. Y no es que nos quejemos del tapeo del Abades,
generoso en el pase de bandejas, pero no es lo que recuerdo; no es aquel trozo
de arrabal y guarda el que nos recibe y se ofrece en bocaditos gustosos; es otra
Triana ya adaptada a la fría formalidad. Federico se acercaba y preguntaba cómo
estaba la paella… Y tan atento, tan puro, que podía quedar como arquetipo de
Trianero Adoptivo.
En fin,
otros tiempos y hay que resignarse aunque veamos con tristeza cómo van
tambaleándose las columnas que soportan los perfiles únicos de este barrio
impar, el que se hizo a sí mismo, el arrabal Ave Fénix tantas veces renacido.
El Puerto representaba eso, la verdadera Triana, familiar, corralera y
gitana-gaché; el Abades, la frialdad cortés de este siglo que no sabemos hacia
dónde nos va a llevar, no ya a Triana, sino al mundo. Las tradiciones de los
pueblos para que sobrevivan han de llegar envueltas en papel extraño,
disfrazadas un poco, adaptadas a una sociedad que apenas tiene criterios para
estas viejas celebraciones. Mas a todo no se puede aplicar el dicho de
renovarse o morir; no se debe, aunque sea lo fácil.
Ya hace tiempo que esta orilla dejó
de ser un lugar alejado y autóctono; lo fue plenamente hasta el puente de
hierro y parcialmente hasta muchos años después; puede decirse que hasta la era
Fraga y su apertura; hasta los Beatles y el twist que vienen a animar –qué
ironía- la expulsión (“apertura”) de un sangriento porcentaje del vecindario trianero
de raíz y, entre ellos, casi todos los flamencos. Nos cambiaron el compás.
Pero, como
entonces, hemos visto rostros felices, veteranos que, por fin, se ven reconocidos
en su hondo patriotismo, y jóvenes
ilusionados que comienzan a apreciar lo que el añejo barrio los aprecia por
cuanto representan. Hemos contemplado un cartel-cartel y escuchado con interés
las justas palabras del delegado y de quien será la voz de la Velá; tenemos los
rostros, la imagen y el eco que resonará en el Hotel Triana. Es lo importante,
la ganancia de este día que adobándolo con la noche del pregón forma ese renacer
que cada julio se repite como un milagro.
¡Viva Triana!
Ángel Vela Nieto
Casi todo cambia, Ángel. Ya lo hemos hablado: de "Los Chorritos" al "Abades" o lo que es lo mismo de las sardinas "asás" al "bacalado" con Ali-Oli de albahaca. Lo que no ha cambiado es nuestra ilusión por la Velá y por supuesto la de los galardonados.
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