Los dedos de Rodrigo
Dormía el sueño de lo injusto por algún rincón de almacén municipal desde
que otro sueño quedó clausurado, el de la Exposición Iberoamericana. Y héteme
aquí que, cinco lustros después, se le cambia la cara a la plaza de Chapina, y es
entonces cuando a don Aurelio Murillo se le ocurre pedir, como guinda para la obra urbana, la estatua
de Rodrigo de Triana que lució en la que se llamó Plaza de los Conquistadores y
que desde entonces permanecía, yacente y telarañosa, Dios sabía dónde (Dios y
don Aurelio). Y así, Rodrigo volvió a su barrio para disfrute de los chiquillos
del lugar, prestos y hábiles con los tirachinos. Y como creo recordar que ya
contamos la historia del primer Rodrigo, pasamos al segundo, a este que ahora
extiende, exasperado, su brazo izquierdo pidiendo justicia, tal y como se
despidió de Colón y de los altares de sus Reyes Católicos para nunca saberse
más de él.
Y entra en
escena Pepe Lemus, un escultor amante del Arte y la bohemia de la vida, inolvidable personaje que
para sentirse pleno necesitaba la atmósfera de Triana y un rincón en “Las
Golondrinas” de Paco Arcas. Y a él le encarga el mismo don Aurelio una nueva
imagen del marinero con mejor vista del mundo náutico y, Pepe, tan generoso
como buen artista, talla en piedra y por un precio simbólico la figura que irá
a parar al sitio al que casi todo el mundo, no trianero y por error, tiene como
frontera entre Triana y Los Remedios, como si esta frontera existiera aquí o en
cualquier otro lugar del barrio.
Es 1973
cuando se inaugura para satisfacción de todos los trianeros que se reencuentran
con el rebelde y resucitado hermano. Don Aurelio se sale con la suya sin tener
que rogarle mil veces -e inútilmente- al alcalde de turno la necesidad de la
estatua para glorificar una página de la historia de esta parte de la ciudad. Y
allí queda aupado en su palo mayor y en la orilla de la mal rotulada calle
Génova, como si no existieran nombres trianeros a quien dedicar la calle (Monte
Pirolo o Manuel Cagancho, debió llamarse). Si, allí quedó a merced de los malos
vientos. Y así, en un temporal, perdió el primer dedo, al que seguirían otros
temporales y otros dedos… De una de estas galernas de abandono le quedó una
pátina negra que no debe preocuparnos porque, al fin, él prefirió perderse por
tierras africanas… En las reuniones de “Hecho en Triana” pedimos la
restauración e iluminación de los monumentos que con tanta sangre se
consiguieron para Triana, si es que era de verdad –evidentemente, y una vez
más, no lo era- la construcción de una Triana turística. Tampoco parece que lo
sea ahora, a pesar de los oropeles del Museo de la Cerámica siempre pendiente
de inauguración.
…Y no hay
más que echarle un vistazo a nuestro pobre Rodrigo, que si en vida abdicó -por
rácanos- de Colones y Españas, ahora, en espíritu, se está pensando si por la
misma falta de cariño renuncia a ese “de Triana” que consta en el rol de la más famosa travesía.
Ángel Vela Nieto
Nuestro Rodrigo, antaño engañado por Colón y ahora olvidado y abandonado por estos nuevos virreyes que nos mandan a Triana, denota en su rostro una cierta expresión de dolor. Tal vez esa paloma perfectamente mimetizada con la propia escultura sea un símbolo de esperanza. Ya veremos...
ResponderEliminarNo hace mucho recibimos información del distrito sobre la inmediata restauración del monumento. Seguimos esperando, como esperamos aquella proclamada iluminación de la estatua de Belmonte. Son necesarias todas las palomas de la plaza de América posadas sobre el puente para que den la medida de nuestras esperanzas.
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