jueves, 14 de marzo de 2013

EL DEDO DE RODRIGO

Un Baile en Triana. Francisco de Paula Escribano. 1850
 
 
 Teatro Guadalquivir y La Perla de Triana






Como escribe don Santiago Montoto “el teatro fue pasión de los sevillanos y, por ende, el baile era por aquellas calendas como una escuela de arte dramático”. Uno de los teatros con baile estuvo situado en la Cava, en el desamortizado convento de San Jacinto: “Es un espacio cuadrilongo que contiene, además del escenario, un patio, dos palcos bajos laterales con asientos corridos hasta 52, piso principal, palco para la presidencia y 20 para el público. Hay también 94 asientos de galería figurando segundos palcos y además 80 asientos para las señoras, llamado vulgarmente el gallinero. Está previsto de vestuario, guardarropa y demás oficinas necesarias. Fue construido en 1845 por un vecino del mismo barrio. Tiene también un mediano café y mesas de billar que por falta de concurrencia se hubo de cerrar”. Así describe el Teatro Guadalquivir Pascual Madoz en su entonces contemporáneo “Diccionario de Sevilla” haciendo esta interesante consideración: “Sentiríamos que también el teatro corriera la misma suerte por falta de la protección que debiera darse a este establecimiento que tan buenos servicios podría prestar a la moralidad de un barrio, en lo general compuesto de trabajadores acostumbrados a disfrutar de las perjudiciales distracciones que les proporciona las tabernas”. Madoz pone el dedo en la llaga: no está el trianero dispuesto a ceder ante las modernidades del café y el billar; su espíritu posee otra finura, otros modos atávicos de sentirse bien, pero en cuanto al gusto por los valores del teatro que pierda cuidado el ilustre político-historiador, porque los placeres del cante y el baile los acercaría a la ilusión de la escena. Tanto es así que el mismo año de su inauguración hubo 15 representaciones mensuales.
            Pues con todo el interés de Madoz, tenemos que escuchar al también contemporáneo historiador sevillano Félix González de León, quien anota como fecha inaugural el día 4 de agosto de 1844 (un año antes del señalado en el diccionario sevillano), manteniendo una intensa actividad hasta 1847, seis años antes de su clausura. Señalemos a este respecto que, aparte del género dramático predominante, muchas de las obras que se representaban en este escenario eran de carácter folclórico o costumbrista. Se interpretaban títulos que servían para adobar el programa en los entreactos, cantables o bailables de enjundia flamenca de los que entresacamos por lo que nos afecta la obra musical titulada “La Perla de Triana”, interpretada el día de Santa Ana de 1849; pero ocurre que no sabemos a cuál de las Perlas se refiere, porque en este tiempo -luego vendrían algunas más- se representaban dos números con este título, el primero de Sebastián Irradier, “tipo de obra: canción andaluza” (a la que puso voz dos años antes la señora Jiménez en el Teatro Principal de Cádiz), y la segunda se trata de un bailable que interpretó en más de una ocasión, la pareja formada por Carlos Atané y la señora Carmen Martínez; la autoría en este caso corresponde a Fernando G. Bedoya y José Vidal. Hubo más Perlas en los carteles folclóricos de este tiempo que en el mismo mar… de Sevilla, de Jerez, de Madrid, gaditana, granadina, del Guadalquivir y hasta de Barcelona. El sobrenombre de La Perla de Triana, desde su mítico origen, persistirá adoptado por sucesivas artistas trianeras del mismo tronco familiar.
            Y sobres esta Perla trianera, misteriosa e inspiradora, encontramos una referencia en El Semanario Pintoresco Español en un relato del jienense José Jiménez Serrano, en diciembre de 1844, en el que el protagonista, en una fiesta de Cruz de Mayo, queda deslumbrado por una bailarina… “Rosa estaba hermosísima; y séase por el efecto del entusiasmo que la animaba, o porque ella reamente dominaba la danza, me pareció superior a la Perla, la envidiada bailarina de Triana”. ¿Existió realmente esta Perla de Triana o es un mito creado y animado por folcloristas? Podría ser La Perla que baila en la fiesta trianera de Estébanez Calderón. Una Perla y en Triana… tiene casi todas las razones. Además su retrato decoraba, junto a imágenes de compañeras míticas de la época, un conocido salón de baile sevillano en 1862.
            Interesa decir que otra de las obras representadas en estos años en el escenario trianero del Teatro Guadalquivir, del que seguiremos hablando hasta su cierre definitivo en 1853, es “Don Álvaro o la fuerza del sino”, donde el arrabal aparece también reflejado.
Ángel Vela Nieto (del libro “Triana, la otra orilla del flamenco”).


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