Te agradezco desde París tu
felicitación, Antonio y os deseo a ti y a todos nuestros amigos del blog bonne
année y que se cumplan tantos deseos
vuestros como puentes hay sobre el Sena, respecto al tema de la morcilla puedo contarte
que por aquí se le llama budan, pero se escribe boudin y de esta palabra deriva
el adjetivo boudine, que se usa para describir a las personas que van embutidas
dentro de una ropa más bien estrecha, curiosamente en nuestra lengua, la
Academia acaba de admitir el término morcillona, que tan bien se ajusta a un estado
muy concreto del miembro masculino, unas cuantas de esas morcillonas hubiera
puesto yo en el menú de esa supuesta comilona de hermanamiento…
En navidades París va perdiendo
año tras año buena parte de su antiguo glamour, hay muy pocas calles iluminadas,
la mayoría de sus principales monumentos se quedan a oscuras a eso de las cinco
de la tarde, la crisis, se comenta, y lo más triste es que apenas se ven esos
escaparates adornados que abundaban antes y mira que me gusta poco una tienda,
pero tenían la habilidad de atraparte en un metro cúbico de verdadero arte
pasajero, sin embargo en las zonas ajardinadas de los Campos Elíseos han vuelto
a colocar las mismas cabañas-tiendas de otros años que guardan mucha semejanza
con las que han brotado como setas en muchas plazas de Sevilla, en ellas se
venden alimentos de distintas regiones de Francia, incluso hay algunas con
productos de países europeos, en otras se venden pañuelos, gorritos de lana y
bufandas, también las hay con adornitos típicos y objetos de recuerdo, nada
atractivos, que pueden servir para cualquier ciudad y carecen por completo de
personalidad, la gente, la mayoría somos turistas, pasamos de un puesto a otro
como si fuera una peregrinación, imaginando que lo mejor está por llegar, pero
al cabo de cierto tiempo te vuelves a encontrar los mismos productos, sin duda
lo que más éxito está teniendo es la copa de vino tinto caliente y el vasito de
papel, nada de primitivos cartuchos, por dios, con cuatro o cinco calentitos de
papa del tamaño de unas buenas cigalitas, quién lo iba a decir, la principal
avenida de París convertida en un vulgar y grasiento mercadillo, donde dominan
los olores del precongelado frito, París vendida a turismo de masa, que se
contenta con eso y con fotografiarse delante de cualquier esquina para después
colgar las instantáneas en internet y sentirse lo suficientemente importante
como para refregarle a los demás donde hemos estado…
La primera vez que visité París,
hace casi treinta años, tomarte una pequeña caña sentado en cualquiera de los
veladores de los Champs Élysées, costaba como mínimo unas trescientas cincuenta
pelas, como todavía no había comenzado a trabajar andaba poco tieso, pero era
tal el ambiente que había en la calle, que uno se imaginaba que aquello era un
museo y cometía la locura de pedirse una bièr, sil vuplé, entonces la servían a
temperatura ambiente hasta en verano, a buchitos cortos, mi alma, que hay que
darle mucha coba para rentabilizar el gasto, pero la variedad de gente que por
allí pasaba era fascinante, parecía aquello un anuncio de unicef (sobre todo
para quien lo más exótico que había visto en su vida era a BiriBiri metiendo
goles de cabeza), personas de todos los tamaños y colores desfilaban vestido
cada uno a su manera formando un cuadro en movimiento realmente maravilloso y
mágico, hoy en cambio si quieres sentarte debes elegir entre pizzería,
hamburgusería o heladería para ver como desde el rubio más esblanquío del mundo
hasta el negro más negro se pasean orgullosos de su gorra yanky puesta del revés
y con la camiseta de Messi a la espalda…
recuerdo que de vez en cuando se
veía venir a lo lejos un grupo que chillaba y cuyas caras me resultaban
familiares, al acercarse un poco más se les podía escuchar, efectivamente
españoles, no cabe duda, fue entonces cuando descubrí que los españoles, por lo
general tenemos cara de españoles, bueno la forma de moverse y el ruido que
traían ayudaba un poco a identificarlos. Y en medio de aquella marabunta humana
se me ocurrió una forma fácil y divertida de ganarme la vida allí y no tener
que separarme de mi amor, pensé en buscar un lugar estratégico donde colocarme
para tocar el violín, me refiero como habrás bien imaginado, en comenzar a
cortar lonchitas finos de jamón der gueno para venderlas con unos picos y un
vasito de mosto fresquito, no me dio tiempo de hacer números porque mi novia,
siempre con los pies en la tierra y más cartesiana que el filósofo, comenzó a
decirme qe la venta ambulante requería muchos permisos, además los franceses te
freían a impuestos y para colmo el pestoso cochino español no podía cruzar la
frontera así como así, la de gente que podía haber disfrutado por unos cuantos
francos con los tres o cuatro jamones que me hubiera llevado...
sigo pensando
ahora, que son las ocho de la noche y vamos paseando por grandes avenidas y
estrechas calles, en las que hay poca gente y no parece navidad, no hace frío,
pero de vez en cuando un viento helado te golpea la cara, caminamos por el
gusto de ir cogidos de la mano o abrazados, nos encanta seguir siendo como
novios, comentando lo que vemos, queda tanto encanto en esta ciudad, hablando
de todo y de nada, sale entonces el tema de TRiana y el turismo, es verdad que
parece una fuente segura de ingresos, si se trata de vender basta con abrir
tres o cuatro anselmas, colocar unos cuantos quioscos de pavías congelados, y
en la puerta del museo de la cerámica desplegar un tenderete con caharritos
made in nisu (si su madre lo conoce) y algunas muñecas destartalás vestías de
gitana, y como toque más del lugar unos cuantos toros de cartón para que el
personal pueda inmortalizarse en plena faena, el nuevo turismo está más que
inventado, por eso no interesa rehabilitar casas de artesanos, ni mostrar
nuestra riqueza cultural, olvídate Antonio de recordar a figuras de la vida
como Belmonte ni levantar hermosos
monumentos, ya no hace falta ni la imaginación, ni el tiempo, ni el buen gusto,
ni el cariño, con que se hacían aquellos escaparates parisinos, qué más da la
historia de TRiana que tu quieres tener presente hasta en el nombre de las
calles, si de lo que se trata es de vender, barato paisa, barato.
(esta vez las fotos no son mías y, por fvor guardarme un trocito de rosco pa cuando llegue que los Reyes Magos no pasan por aquí)
Rafael Martín Holgado .
Te aseguro, Rafa, que llevo todo el día acordándome de ti. Había que cambiar la entrada del blog y llevo dos días que no me da tiempo de nada. Al final veo que mi pensamiento ha llegado a París y apareció tu entrada salvadora.
ResponderEliminarAntes que nada feliz año nuevo.
Los calentitos, que no se cómo se pedirán en París, tienen muy buena pinta ahora le falta lo fundamental: el cartucho de papel de estraza. Cómo vas a comparar la vulgaridad del vasito con las estrellitas con la del cartucho trianero. Este pequeño detalle debe de servirnos para seguir empeñados en nuestro proyecto turístico para Triana.
La fuente segura de ingresos siempre estará en lo genuino y en lo puro; lo que en definitiva siempre ha abundado en Triana.
La Cabalgata, la del Ateneo de Sevilla, la veremos pasar por la calle San Jacinto acompañados por unos papelones de pescao frito, pollo frito, chacinas de verdad y todo ello regao con un vino con nombre de infusión. Antonio Ferca nos ha prometido una docena de pestiños así que seguro que algo de rosco de reyes te dejamos.
Un abrazo compañero.
Vente pronto pa'TRiana, Rafa, que hace unos dias por aqui que no te digo ná. Un solecito, una temperatura de 18-20 grados, un ambiente a todas horas y por todos sitios....
ResponderEliminarAh, en la calle Castilla ya tienes apartado tu trozo de rosco del que a ti te gusta, que parece un plaza de toros, no sabemos donde ponerlo....
No tardes que se pone duro.
Un fuerte abrazo
Quizás haya exagerado un poco, a Paris le sienta bien el gris, lo que pasa es que dos semanas sin ver el sol afecta a cualquiera, a ese rosco lo tendré que recibir a portagayola, no queda otra
ResponderEliminarEl término morcillón/a hace tiempo que estaba inventado en el mundo taurino aunque con destrucción fonética, los revisteros taurinos de épocas pasadas en sus crónicas escribían: "El toro después de la estocada se amorcilló en las tablas tardando el entregarse al puntillero", o bien, "el toro estaba amorcillado desde su salida a la plaza".
ResponderEliminarPor eso te recomiendo que vengas lo más brevemente posible porque te puedes encontrar el trozo del rosco de Reyes totalmente morcillón. La voluntad no faltó, faltó memoria y la bandeja de pestiños no llegó a casa de José Luís a su debido tiempo. Como excusa, cosa de estas fiestas de guardar.
El gris desvaído y neblinoso solo le sienta bién al Big Ben y a las palículas de Berlanga (eje.:Plácido o Bienvenido M. M.) pero no a los puentes del Sena y alrededores. Yo también estuve por allí hace mucho tiempo, culpable: los diseños de Mary Quant que hasta me hicieron olvidar que mi mundo era el taurino, todavía era un París con restos de surrealismo y bohemia pero muy caro. Llevas toda la razón.
A una güena morcilla de la pringá de una berza no se le puede llamar boudin ni en París ni en ninguna parte der mundo o de lextranjero.¿Te imaginas pidiendo en una venta de carretera?: "Écheme un poquito más de sagi o lard, más budan y otro poquito más de morcillo", te pegan una guantá que te embarcan. En vez de: ¡Niño, échame más tocino de papá, más morcilla y otro poquito más de jarrete y a falta de éste, carne de hebra (de falda, pero no de Mary Quant). Es una herejía, joé, asín que vente pa Triana, primo.
¿Sabes si en la Francia a la pitopausia le dicen boudona o boudina?.
Ya tamos por aquí otra vez y esta tarde me han jartao de distintos tipos de roscos, me los presentaron para que los probara y eligiera el que más me gustaba, como siempre me quedé con el rosco seco de toda la vida y mira que uno de nata estaba bueno, el otro más regular y el de cabello de ángel lo comí de puro vicio, pero no me disgustó, lo que pasa es que sin relleno se siente más el sabor de la masa que es lo que realmente me gusta. Pues no tengo ni idea, Antonio, cómo se le dice en Francia a la pitopausa, pero suena muy bien eso de: lo siento, cariño, la tengo boudina boudina y no creo que sirva pa mucho.
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