domingo, 9 de diciembre de 2012

EL DEDO DE RODRIGO


Casa Rufina


    En 1872 un periodista francés llamado Luois Teste, al que podríamos tachar de esaborío, habla de la Sevilla que acaba de conocer... “Por las mañanas sólo recorren las calles las burras que llevan su leche a los habitantes y los gitanos del barrio de Triana que vienen a trabajar a la fábrica de tabacos. Estos gitanos tienen una fama de belleza que no merecen; son unos seres pobres esqueléticos, con tez de color amarillo limón...”. Pues si el viajero hubiera pasado el puente y acercado sus pasos al filo de la calle Pureza hubiera comprobado la emocionante belleza que irradiaba el alma de los gitanos trianeros.

    El primer reducto cantaor en Triana con marchamo de lugar público reconocido es Casa Rufina, “la taberna del Arquillo”, la llamó El Rubio Cagancho. El local estaba organizado al modo de los colmados de la época y situado cerca del Arquillo de la calle Fortaleza que era entrada a la zona del Monte Pirolo. Así escribe Fernando el de Triana sobre lo que considera un templo sagrado: “Rufina y Manuel era un honradísimo matrimonio que en la última casa a la derecha de la calle Pureza, tenían una tienda de comestibles y bebidas. En el interior del establecimiento habían instalados unos cuartitos de madera (…). Se pedía el aguardiente por cuartillo y a cantar se ha dicho; pero lo raro del caso era que por entonces no había teléfonos, y en poco rato se llenaba la casa de aficionados de Sevilla dispuestos a gastarse lo que fuera por escuchar lo mucho y bueno que allí se cantaba por aquellos gitanos. Aunque todos cantaban bien se destacaban muy notablemente el tío Antonio Cagancho, su hijo Manuel y Juan Pelao. De estos tres cantaores fueron dos seguiriyeros y un martinetero, cada uno en sus cantes fueron sencillamente colosales, y los tres murieron ya viejos sin pisar un escenario”.

    Si tenemos en cuenta que Fernando el de Triana nació en 1867 y él fue testigo directo siendo niño de algunas de estas reuniones, podíamos decir que  está recordando años de la segunda mitad de la década siguiente cuando Tío Antonio andaba cercano a los sesenta, su hijo Manuel miraba a los treinta, mientras que los Pelaos vivían años de su senectud, ya que Juan nació en 1807 y su hermano José con el siglo. Imaginamos que José no estaba para mucha juerga y por ello no se le destaca.

    Fernando el de Triana conocía muy bien Casa Rufina e insiste, matizando... “Voy a hacer una descripción del templo sagrado de los cantes fragüeros por aquella época, o sea, donde se reunían los mejores cantaores de la raza cañí y por donde desfilaba toda la buena afición de Sevilla el día que había juerga, que la había con tanta frecuencia. Solía empezar de esta o parecida forma: Dos de los asiduos contertulios que se encontraban en el Monte Pirolo o en el Puerto Camaronero se decían: ¿Tomamos unos ochitos, compare? Le tomaremos. Diremos a Casa Rufina, ¿no? ¿Entonces adonde vamo a dí?”.

    Repasando guías “Zarzuelas” comprobamos que el colmao existió hasta los años cincuenta del pasado siglo cuando, desde décadas atrás, lo regentaba Manuel Álvarez San Juan, aunque ya carecía de la aureola que el casticismo ilustre de Fernando pondera en su afamado libro “Arte y Artistas Flamencos”. El cantaor Emilio Abadía le habló a Manuel Lorente, de ABC, de la añeja taberna: “En Triana se cantaba mucho en la calle Pureza, en la última casa de la acera derecha. Allí había una tienda y una taberna que fue auténtica cátedra del cante”.

    El tratadista Domingo Manfredi se refiere a Casa Rufina con estas palabras: “Dentro no se puede entrar nunca, porque los gitanos no cantarían y se marcharían con el cante a otra parte. Cantan para ellos solos y para nadie más. Por fuera del mostrador, atentos, en silencio, todos oyen con religiosa atención...”.

Ángel Vela Nieto
(Del libro “Triana, la otra orilla del flamenco”).  

3 comentarios:

  1. Te lo cuento,Ángel, también se lo conté a Rafaé Infantes y creo que lo refiere en sus conferencias. Yo era un chavorrillo. Casa de mis agüelos por parte de mi bato. Tío Antonio da un quejío desde dentro, desde las entrañas. Mu gitano. Y mi bisagüela que solo le quedaba un ojo y que veía mu malamente pero que oía hasta por los agujeros de la nariz, salta con voz tempestuosa desde la cueva de su velo negro: "Antoñito, rey, que sepas que esas cosas no son pa las tabernas, eso es pa nosotros na má". Era de otra época, de generaciones antiguas. Domingo Manfredí había oido campanas.

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  2. Es verdad, Antonio; Mairena y otros más refieren la intimidad de los cantes de los gitanos trianeros y se hace mucho hincapíé en sus círculos cerrados. Hay hasta quien culpa a este hermetismo de la pérdida de cantes o de formas primitivas. Cantaban para ellos solos. Nosotros mismos lo hemos visto de chicos: en la Cava de los gitanos las juergas -no las fiestas de los patios- tenían una exclusividad racial, salvo excepciones que podían ser los gachós aficionados conocidos. En la otra Cava, donde se cantaba tanto o más en las tabernas, no se miraba a quien llegaba para escuchar; es más, se escuchaba a todo el que supiera viniera de donde viniera. Por eso la mayoría de los aficionados que se acercaban desde otros barrios o pueblos cercanos tiraba pa los civiles.
    Que me hubiera gustado conocer a tu bisagüela, "la de la cueva negra de su velo" -qué bien dicho-; la de cosas que sabríamos de lo que ahora tanto nos interesa...

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  3. Si Ángel, pero lo hermético, lo desconocido, lo que no se tiene, lo difícil de conseguir es lo que se desea y se valora. Incluso los niños no quieren los juguetes que tienen a mano. Es la ley de la vida de los humanos y la gitanería siempre tan sabia, con cultura de siglos, lo sabía y no lo daba así como así, para eso estaban otras cosas con menos categoría, según ellos. Los gitanos daban lo suyo con cuentagotas y a quien ellos querían, se lo merecían y lo entendian.
    No he visto -creo que tú tampoco- "juergas" como tal, las "juergas" se celebraban en los reservados de las Ventas y ahí se buscaban los artistas el pan de cada día para los chavorris aguantando lo que no estaba en los escritos, y ni por la hora ni por la edad nos dejaban entrar en esos cuartos. Si hemos visto "fiestas" en reuniones,bautizos y casamientos. Yo muchas, sobre todo en la Cava de mis gentes.
    Creo sinceramente que antes de nacer nosotros dos se habían abierto las puertas claveteadas del hermetismo y se cantaba y se bailaba hasta en las esquinas.Hasta la Alboreá la han dejado salir, cantada,bailada y grabada, ¡que ya es algo!. Para que no hablen. Está el arte gitano desde hace cerca de cien años de puertas abiertas.
    No se han perdido cantes, están ahí importantísimos y dificilísimos, se han perdido muchos cantaores trianeros y cantaoras trianeras que los canten, pero está Esperanza Fernández enseñando por donde van lo tiros. Hay que tener cabeza, raza, sensibilidad y un carisma especial para que salga bien y se transmita. Es mejor ir a lo fácil, a lo que puede hacer casi todo el mundo del entorno flamenquin, aunque no se tenga compás, ni falta que hace, y así no se mete la pata. Participación multitudinaria y generá de la ciudadanía flamencona.

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