martes, 2 de octubre de 2012

EL DEDO DE RODRIGO: La Cujiñi


    
     Triana en el misterio del flamenco podría ser el subtítulo. Este nombre corresponde a esa Triana empañada por el tiempo y la carencia de investigadores. Se trata de una bailaora legendaria llamada Aurora La Cujiñi, y sobre ella leemos en el Diccionario Flamenco de José Blas Vega y Manuel Ríos Ruiz:“Sevilla. Siglo XIX. Bailaora. La referencia que existe de esta intérprete se debe a Gustavo Doré, comentando en 1862 un dibujo que sobre ella hizo Cheman: Aurora, nombre que lleva una de las bailaoras gitanas más famosas de Sevilla: Aurora La Cujiñi, que en idioma gitano quiere decir La Rosa. Sobre su leyenda -sigue el Diccionario-, el citado dibujo y el Café El Burrero, el escritor inglés Cunninghame Graham, compuso su relato Aurora La Cujiñi, a Realitie Sketech in Seville, publicado en 1898”. Es todo.

     Recordemos que cuando Davillier y Doré visitaron, aquel año de 1862, la academia de Luis Botella, en la calle Tarifa, contemplaron varios retratos que adornaban las paredes, eran bailaoras y entre ellas estaba La Perla (debe tratarse de la misma de “Un baile en Triana”), La Nena y Aurora La Cujiñi. El viajero Graham fue asiduo de las noches del Burrero, “un café cantante entre oscuro y como una cueva”. Allí trabó amistad con un colega, Pierre Louys, autor de la Concha Pérez de “La Femme et le Patin”, otra “Carmen” a la que en el cine puso cuerpo una esplendorosa Brigitte Bardot.

     Pero vayamos a la historia. Una noche viendo el inglés a una bailaora en el escenario observó a un viejo gitano que exclamaba de forma mecánica: “¡Salero...!”. Pero no estaba satisfecho con la fiesta, así que evocaba las glorias de una antigua bailarina, muerta hacía tiempo, llamada Aurora La Cujiñi, jurando que desde entonces no se había visto la verdad del baile flamenco, opinión en la que coincidían otros calés. Mas de pronto una bellísima joven emergió de la noche oscura vestida como una gitana antigua y ejecutó un baile profundo, sensual y hechicero antes de desaparecer. Los gitanos del Burrero sabían que era un fantasma, pero todos aplaudieron y jalearon su baile, porque bailar era su gloria y su condena. “¡No hay más que un Dios, no hay más que una Aurora La Cujiñi...!”, exclamaba el viejo gitano. Apareció, bailó entre el delirio de los presentes y desapareció en el tumulto. El entusiasmado espectador le contó al mister la historia de La Cujiñi, una gitana maravillosa que bailó mejor que nadie, antes de morir trágica y misteriosamente.     

    Graham cavila y asienta que La Cujiñi “regresaba del trasmundo a bailar cada vez que el olor de la sangre (de las corridas de toros) y del azahar se fraguaban en el aire”. El escritor Fernando Iwasaki, que da fe del trianerismo de la bailaora, fue quien nos descubrió esta historia incluida en su libro “Sevilla sin mapa”. Paréntesis editorial, 2010) y, tras su lectura, recurrimos a él en breve intercambio de correos: “Como la novela -nos constestó- está ambientada a fines del siglo XIX, no sería temerario pensar que la bailaora que inspiró aquel relato fuera de Triana, pues la Cava trianera era territorio de artistas, toreros y músicos gitanos”. Además, añadimos nosotros, en los párrafos en inglés del texto original que añade Iwasaki se alaban a las bailaoras gitanas de Triana.     Un nombre que añadir al de Angustias Cruz, la misma Perla de Estébanez Calderón, más aquella otra Perla de Triana contemporánea que inspiró números bailables (y que puede ser la misma), o Amparo de Triana, la generosa compañera del dramaturgo Joaquín Dicenta, cuya vida podía ser argumento de una película, y tantos nombres que colman de secreto encanto a esa Triana en el misterio del flamenco.

 Ángel Vela Nieto
(del libro “Triana, la otra orilla del flamenco”)

1 comentario:

  1. Interesante y casi desconocido relato, Ángel. Estamos deseando tener ese nuevo libro que seguro aclarará muchos aspectos desconocidos o enterrados de la historia flamenca de nuestro barrio.

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