domingo, 11 de diciembre de 2011

EL DEDO DE RODRIGO: UNA POLEÁ EN TRIANA


         La tarde de este viernes pasado, a partir de las tres, se hizo de otro tiempo. El tramo de la calle San Jacinto, polémicamente peatonalizado (trabalenguas), ha cumplido con su obligación. Ya que ha costado lo que ha costado, de dinero y de quejas, de manifestaciones y de huidas de políticos, que sirva como espacio escénico hasta que, por lo menos, tengamos un teatro como Triana merece. No hace mucho, y en este blog, escribí positivamente de la calle (sin ruidos, claro) como la hemos visto y disfrutado hoy. En aquella ocasión fue La Lole la que sin anunciarse sorprendió al personal transeúnte, en día y hora inadecuadas, con un recital que colmó de felicidad los espacios inmediatos. Quería la artista demostrar que el interés por el flamenco puede contra todos los inconvenientes; que la gente responde, sonríe y participa con su entusiasmo. Pero llovieron los comentarios de quienes no estaban de acuerdo en que los flamencos actúen en plena rúe, porque consideran que su arte merece escenarios más serios, con más clase; un buen teatro, vamos; lo que no tenemos, ni bueno ni malo.
         El distrito ha preparado un completo programa navideño (“Triana por Navidad”) y, dentro de él, una muy ingeniosa y oportuna “I Poleá Flamenca” que ha reunido en el corazón de la calle a los miembros de una de las grandes familias flamencas locales: los Montoya. En este caso La Lole oficiaba de atenta y activa espectadora; pero estaban Manuel Molina, la hija de ambos, Alba, La Negra y sus hijas Carmelilla y Angelita, la hermana del inolvidable Juan Montoya, Carmen, Juan José Amador, José Acedo, Antonio Moreno y Paco Vega (hijo). Todo un patio de corral de cuando Triana era la que soñamos que vuelva a ser o, al menos, que se le parezca. Hablábamos hace unos días de que solemos enterarnos de la proximidad de las Pascuas gracias a los anuncios de las “zambombas” jerezanas quejándonos, a la par, del olvido de nuestra música y costumbres navideñas. Y ha ocurrido lo que tenía que ocurrir, y menos mal que me lo recordaron a tiempo para vivirlo.
         Huelga decir que en Triana nadie durmió la siesta ese día; toda entera se había volcado en San Jacinto, hasta los extraños vecinos que se quejan de estos “ruidos”. Un éxito rotundo endulzado por esa pregonada poleá que fue servida por la confitería Filella, a un euro la ración, y que desapareció en la primera ofensiva. Luego la antigua casa de dulces trianera ofreció sus variadas exquisiteces para estos días. Nunca, desde aquellas noches de Velá de los ochenta en la plazuela, habíamos visto, entre el público, tantos artistas del barrio juntos, tanta Triana flamenca, para que nadie la dé por muerta como demasiadas veces -con pena y rabia- hemos escuchado y leído.
         Nos ha gustado la idea de la poleá, porque es un plato muy de aquí; recuerdo que en mi patio las vecinas solían hacerla para sobrealimentar a los más chicos, y todos queríamos ser “los más chicos”. Y es que la zambomba -ese instrumento, supuestamente musical, tan gráfica y literariamente navideño- pocas veces pasó el puente, y cuando lo hizo fue para que comprobáramos lo raro, por no decir horrible, de su sonido. Así que, de momento, en Triana se ha sabido ponerle nombre a una tarde de otro tiempo que puede ser para siempre.          Justo es resaltar dos nombres: Manolo Alés, director del distrito, y Antonio Ortega, el conocido periodista flamenco, autor de la idea de “la poleá” y presentador de un grupo de artistas que, recién comidos o por comer -dada la hora-, nos regalaron lo que el aire de una tarde distinta presagiaba. 


Ángel Vela Nieto


2 comentarios:

  1. Estoy de acuerdo contigo, Ángel, en lo positivo de este evento. Esperemos que tenga continuidad en el tiempo y sea un verdadero encuentro navideño para los trianeros y visitantes en general. Sólo un par de puntos negativos que espero se mejoren para el próximo año: ni la hora ni el lugar son los adecuados. La calle, en general, desprestigia este tipo de eventos.

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  2. Pues en la tierra de las "zambombas", aparte de las fiestas íntimas en las peñas flamencas, es en las calles donde se manifiestan, en las plazas de los barrios, y ahí las tenemos, no se puede dudar del éxito. Hoy hablar de villancicos es nombrar las "zambombas". La calle, amigo José Luis, nunca puede desprestigiar actos populares, y nada más popular que la música navideña.
    Ya viste la cantidad de gente que disfrutó de la actuación de nuestros artistas. Fue, para mi, uno de esos actos, tan escasos hasta ahora, de reafirmación de la personalidad de un lugar único.

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