domingo, 6 de noviembre de 2011

VEO VEO: UNA TORRE DE CUENTO


Si me preguntaran sobre mi jardín sevillano favorito no dudaría, los Jardines de las Delicias, donde no me importa mancharme los zapatos de albero caminando por el tranquilo paseo entre naranjos que corre paralelo a la Palmera o por las redondas glorietas, donde las esculturas duermen sus blanco sueño y las fuentes nos hablan. Como calle, elegiría una que hay en Triana, cuyas casas se asoman alborotadas, como niños en juego, con sus diversos tamaños y colores al río. Me encanta el ladrillo, alma de la Giralda y base de las posteriores construcciones mudéjares, elemento simple, éste, que se ha seguido utilizando  y que con tanto acierto vistió a la expo del veintinueve.
Ahora, en la otra expo se está levantando una polémica torre, el primer rascacielos de Sevilla, ciento ochenta metros hacia el espacio de hormigón, gigante con piel de vidrio y acero, un proyecto del argentino César Pelli, arquitecto que ha diseñado famosos edificos, como las Torres Petronas en Kuala Lampur o la Torre Iberdrola de Bilbao.
No sé si con esta extraña crisis es el momento adecuado para realizar una construcción con un presupuesto de trescientos cincuenta y tres millones de euros, pero que supone más de cuatro mil puestos de trabajo directos, duda que no podré despejar con la opinión de los economistas, cuyos análisis cada día se parecen más a las previsiones meteorológicas de los años sesenta.
Aunque se trata de un proyecto de arquitectura sostenible adaptado a las condiciones climáticas de nuestra ciudad y que va a crear no sólo oficinas y aparcamientos bajo un gran centro comercial, sino también un nuevo espacio público ajardinado, dos meses más tarde de salir premiado, en marzo de 2007,  Icomos, una organización internacional, no gubernamental, cuyo cometido es velar por la protección, realce y apreciación de los monumentos y sitios histórico-artísticos, emite “un comunicado expresando su preocupación por el proyecto de construcción de un rascacielos muy próximo al conjunto histórico (80 metros), especialmente al arrabal histórico de Triana y al monasterio de la Cartuja, y, sobretodo, con un gran impacto sobre el paisaje global de la ciudad y sobre al menos dos de los bienes sevillanos inscritos en la Lista del Patrimonio Mundial: la Catedral-Giralda y el Alcázar.
En febrero de 2009 se crea la plataforma Túmbala  que también se manifiesta contra la construcción de la torre. Hoy en día está formada por muy diversos  colectivos que agrupan profesores, ecologistas, arquitectos, antropólogos, y asociaciones vecinales. Tres meses más tarde Icomos-España se dirige a la UNESCO para solicitar que Sevilla se declare patrimonio en peligro y ante la denuncia de este organismo, La UNESCO pide al estado español que cesen todos los trabajos de construcción, que comenzaron en marzo de ese mismo año, hasta que no haga una evaluación completa del impacto del proyecto. Seis meses después, y sin haberse paralizado las obras, un informe del gobierno concluye que la torre no tendrá impacto visual sobre los monumentos, sin embargo esta organización, en boca de su vicesecretario, el profesor de la Universidad de Sevilla, Victor Fernández Salinas, continua metiendo miedo sobre la alta posibilidad existente de que expulsen a Sevilla de la lista de la UNESCO, pero pasa más de un año y este organismo no se pronuncia en ninguna de las dos reuniones mundiales que ha mantenido hasta el momento. En el mes pasado desde el ayuntamiento se reabre de nuevo la polémica cuando el alcalde declara que “sería capaz de parar” la Torre Pelli si pone en riesgo  la condición de Patrimonio de la Humanidad, aunque reconoce que cuenta con todos los requisitos legales. 


Dicen los miembros de la plataforma Túmbala, que la torre debe ser destruida por ser “un símbolo de la especulación económico-urbanística y la desmesura”, añadiría que se trata de un templo levantado para adorar al dinero, dios de la actual sociedad capitalista, pero no creo que sea una razón para impedir su construcción, la Torre Pelli también será el símbolo de una Sevilla moderna, un anzuelo más para atraer ese turismo cultural que busca las joyas de la arquitectura más vanguardista, estrategia por la que tan claramente han apostado otras ciudades españolas como Bilbao y Valencia.

Por otro lado, como dice Icomos-España, “el paisaje de la ciudad, ante la ausencia de relieves abruptos internos, se aprecia fundamentalmente desde las riberas del antiguo cauce del Guadalquivir, desde lo alto de algunos edificios emblemáticos (siendo el más destacable sin duda la propia Giralda) y desde la cercana cornisa del Aljarafe (pequeña meseta situada al oeste de la capital”. Efectivamente, cuando uno entra a Sevilla por el lado de TRiana, queda sorprendido por la silueta de la hermosa torre que se alza sobre nuestra ciudad, pero no parece que la Torre Pelli vaya a ser tan molesta como cualquiera de las muchas columnas de las gradas de la Maestranza, seguro que no quedará la Giralda escondida tras el rascacielos. Y respecto a esa otra visión desde las riberas, no puedo imaginarme como se vería el conjunto histórico artístico si destruyeran los edificios de cinco plantas, cinco, que se encuentran en la avenida, frente por frente de la catedral.  



Mañana lunes, por fin, dos expertos de la UNESCO comenzarán a evaluar la polémica torre, ojalá su informe definitivo sea positivo para que callen las voces que piden su destrucción, las mismas voces que se quejaban, antes de que Aníbal González levantara la Plaza de España, de la altura de sus dos torres, y que afortunadamente, ya nadie escucha.

Rafael Martín Holgado.


6 comentarios:

  1. Este tipo de obras siempre resultan polémicas. Mi punto de vista es que aunque contribuya positivamente a la imagen de la ciudad, al igual que las "setas de la Encarnación", se están pagando con dinero público y con más de 5 millones de parados me parece más interesante invertir en industrias que favorezcan la creación real de empleo estable.

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  2. Rafael M.H.7/11/11, 11:24

    Estoy contigo, José Luis, en que ese debe ser el verdadero debate, sin embargo ambas obras son hijas del espíritu de nuevo rico que habitaba en España hace tan sólo dos o tres años, cuando íbamos a sobrepasar económicamente a Francia y Alemanía, cuando nos sentíamos orgullosos de que España consumiera más de la mitad de todo el cemento de la unión europea. Desconozco si una obra de tal calibre se puede parar, si con los trescientos cincuenta y picos millones se pueden desarrollar industrias o ayudar a las pequeñasempresas y autónomos. Pero lo que no me parece acertado es que nuestro alcalde diga que le molesta la altura de la torre, porque si es una cuestión de gusto, ya conocemos lo que pasó con la torre Eiffel hace más de un siglo.

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  3. Las ciudades tienen que progresar. La Giralda, emblema y orgullo de nuestra ciudad, fue una obra del siglo XII, que incluso tras la posterior conquista cristiana sufrió cambios importantes y desde luego no creo que este nuevo edificio sea una molestia para nuestra torre patrimonio de la humanidad. Lo más grave es qué cuando el edificio lleva construida diez plantas estamos a la espera de un informe de la UNESCO para determinar el impacto ambiental del edificio sobre el patrimonio más destacado de la ciudad. Insisto en que a mi lo que me molesta es la falta de inversión que hemos tenido en Sevilla durante las últimas décadas y que ahora se refleja en el número de parados.

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  4. Rafael M.H.7/11/11, 16:24

    Bueno, lo de saltarse las normas es sencillamente de cárcel y no es una metáfora. Lo ocurrido con la biblioteca de la universidad de Sevilla diseñada por la arquitecta iraní Zaha Hadid debería resolverse con, por lo menos, un responsable o los que sean, de la universidad o del ayuntamiento, da igual, que corra con todos los gastos que ahora deberamos pagar los sevillanos para destruir lo que está hecho. Así que, no sólo no invierten, sino que encima nos hipotecan. Y esta noche el debate. Pa llorá y no parar en un mes.

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  5. Yo, Rafael, viviendo tan cerca, no puedo evitar una cierta inquietud verla crecer cada día en terrenos de un barrio que necesita de todo menos esa torre desmesurada. Ya tuvimos suficiente con que la Expo sólo se acordara de Triana para ponerle nombre a otra torre que fue un despilfarro. Me parece un desprecio absoluto a las necesidades verdaderas, un capricho faraónico de los que aún creen -con la que nos está cayendo encima- que somos el país más rico del mundo, mientras acaban con las señas de nuestra identidad.

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  6. Rafael M.H.9/11/11, 11:07

    Pone la leyenda en boca de los canónigos de la catedral: «Hagamos una iglesia tan hermosa y tan grandiosa que los que la vieren labrada nos tengan por locos».
    Pero más que una leyenda, parece una maldición. Una ciudad capaz de levantar una maravillosa Expo para después dejarla morir, a imagen de lo que hace cada año con esa pequeña ciudad de farolillos y caballos, una ciudad que se ordena y va limpiando al paso de sus cofradías, pero que en el día a día le cuesta tanto estar bonita, que es capaz de organizar un mundial de ajedrez o una final de tenis, sin que estas actividades tengan después continuación, que trae grandes óperas, mientras racionaliza el flamenco cada dos años, que da poca salida a tantos jóvenes cómo se están formando en los conservatorios y deja en la eterna calle a las bandas, que construye kilómetros y kilómetros de carril bici (para mí necesarios)sin importarle si se arrincona a los caminantes, que peatonaliza calles sin pensar por dónde saldrán los coches, que construye hermosas torres (esperemos)pero luego desatiende su patrimonio histórico. Así somos, pero no porque lo llevemos en la masa de la sangre, sino porque nos da la gana, no se hereda la megalomanía, no, se aprende. Si en vez de un rascacielos, Cajasol hubiera decidido hacer otra Plaza de España, todas las voces que ahora chillan se hubieran transformado en lastimosas plegarias de alabanza, sin importarles el dinero ni la funcionalidad.

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