martes, 15 de noviembre de 2011

EL DEDO DE RODRIGO: BLOG INDIGNADO


         Uno está más que seguro, por demasiadas experiencias, que escribir en tono de queja o de protesta tratando de “salvar” algo que merece la pena, no sirve en la mayor parte de los casos para nada en este mundo en el que reina el ego con su mundial imperio. Y si ese “algo” se llama el barrio en el que has nacido, crecido y aún respiras en él desde la misma acera que conservan las huellas de tanta gente querida, entonces has perdido el tiempo, ese tiempo tan escaso del que disponemos queriendo abarcar tantas cosas en un día que cada vez se nos encoge más.
         Los señores elegidos por los partidos que, a su vez, eligen los votantes de manera tan engañosa, fórmula interesada que no piensan cambiar por mucho que se les exija hacerlo, han conseguido, después de una desastrosa metamorfosis de la democracia y sus representantes, que no creamos en casi nada (pongo el casi para huir del absolutismo). Primero, porque no se molestan en leer ni escuchar nada que les pueda chirriar en los oídos, que enturbie sus horas de “preocupación” por el pueblo que, en mayoría, lo ha elegido.
         Hago esta reflexión porque al ponerme ante el teclado con varios asuntos por delante, me he preguntado queriendo ser práctico: ¿Más quejas? ¿Más protestas? ¿Más de lo mismo? Y una definitiva: ¿Para qué?, las dos palabras que los malevolentes profesionales de la política desean que prevalezcan como lema de una sociedad domesticada, capaz sólo de colmar los innumerables veladores de los bares o las plazas de botellonas. Qué gran logro el de esta Triana moderna convertida, como ya hemos dicho en alguna ocasión, en una barra hostelera universal.
         ¿Para qué...? Pero no escarmentamos, aunque como ahora nos embargue una profunda tristeza y apenas nos quede vigor en la punta de los dedos. Si no lo hicimos después de cuatro años escribiendo en el mismo tono en páginas de El Correo; si resistimos también tras dos años en otro medio similar, quejándonos siempre, protestando siempre, alertando (¿a quiénes?, otra buena pregunta) de los males endémicos de un lugar único que, sin alimento, es fuente nutricia y milagrosa de la ciudad.
         ¿Creen ustedes que nuestro clamor ante el máximo responsable político municipal de hace unos días va a servir para algo? No somos tan ilusos, ¿verdad? ¿Que levante la mano quien piense que ha podido llegar al alcalde o al delegado del distrito? Nadie, claro. Así andamos. O sea, que pasarán otros cuatro años y seguirá sangrando la herida del solar del cuartel de los civiles; que no tendremos tampoco en este periodo el espacio cultural tan necesario y, por supuesto, que el precioso y depreciado edificio de la antigua Casa de Socorro continuará albergando la nada para un barrio que lo necesita para hacerlo suyo. Así que andamos como es habitual, entre la obligación como ciudadanos que ama a su ciudad y a su barrio, o caer en esa red del ¿para qué? que tan felices hace a los que están obligados a desvivirse por atender las necesidades de la sociedad cuyo bienestar le han confiado.
         Este blog, nacido para que se oiga la voz de Triana tan falta de ecos, para ser punta de lanza directa a la diana de los problemas que sufrimos como entidad total, más allá de los inconvenientes de cada parte, languidece, pierde vigor y algo hay que hacer. Hay otro camino y es convertirlo en un escaparate de su historia y su gente -que en parte hemos hecho también- como aquella revista “Triana” que el anterior delegado raptó y enmascaró para acabar liquidándola. Es otra forma de meter por las narices, a quienes corresponda, la gigantesca identidad de este costado y que, por eso mismo, habría que prestarle toda la atención. Por supuesto que tampoco por esa vía vamos a conseguir nada pero, al menos, podemos satisfacer curiosidades a quienes les interese saber de este lugar tan importante y tan desolado.
         ¿Indignados? Cómo vamos a estar...  

 Ángel Vela Nieto.  



3 comentarios:

  1. Rafael M.H.16/11/11, 11:42

    La única forma que se me ocurre de animarte a que sigas escribiendo y, sobretodo, denunciando, es confirmarte con este comentario que estoy de acuerdo con las tres reivindicaciones que haces para el barrio (desde mi ignorancia de si son las más prioritarias o no). Y como las elecciones se nos caen encima haré más tarde una entrada sobre el tema, al menos para desahogarme.

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  2. Escribo estas cuatro palabras para que sepas que tus líneas las leemos muchos trianeros y que, al igual que tu, pensamos en la Triana que se nos escapa de las manos. Por ponerte un ejemplo: el local de cerámica Santa Isabel, o el de Montalvan, o el solar del cine alfarería, o aquellos corrales o casas de vecinos que se caen y se hace una casa estilo naif. Quién va a luchar por Triana sin no somos nosotros.

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  3. Ojalá fueran sólo los tres casos que señalo. Efectivamente, ¿cuántos años lleva el local de Cerámica Santa Isabel cerrado? Se trataba en su origen de un antiquísimo tejar que conservaba sus hornos y rincones que nos trasladaban al siglo XIX. ¿Qué pasará con Cerámica Montalván, la única que resta, con Santa Ana, de las que dieron fama a Triana? Y la misma inquietud podemos tener con el solar del que fuera cine Alfarería (los solares en Triana son un desastre que presagian otro desastre aún mayor).
    En cuanto a lo que están construyendo sobre nuestra Triana, la que conocimos en estado puro, sólo puedo decir que cuando paso por mi Cava de los civiles procuro hacerlo de forma que tenga ante mi el edificio de la monjas y el corral Sánchez; lo único que permanece. No conozco mi calle; lo último, esa horrible pareja de edificios (uno de ellos sobre la casa donde nací) la ha convertido en un horror. ¿Y decían los del Ayuntamiento de entonces, cuando acabaron con el cine Avenida(año 2000, que en la futura urbanización habría un espacio ajardinado donde se instalaría el nuevo cine cada temporada. Cómo se quedan con el pueblo y cómo terminan con sus tradiciones...
    Por eso, amigos, las profundas dudas sobre el valor efectivo de nuestro tiempo vertido en estas preocupaciones con las que procuramos evitar lo que parece inevitable.

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