miércoles, 16 de marzo de 2011

TRAS LAS RAÍCES DE TRIANA: GINKGO, EL ÁRBOL SAGRADO

Se considera este árbol la especie viva más antigua de la Tierra, un fósil viviente de una familia cuyos parientes existieron hace más de cien millones de años, cuando se extendían por todo el hemisferio norte. Actualmente sólo crece de forma natural en algunos valles del este de China, sin embargo es frecuente encontrarlo en muchos pueblos de China y Japón por ser un árbol sagrado, que se planta cerca de los templos como protección contra el fuego y para alejar a los malos espíritus.


Hoy he blanqueado con mi cámara el cielo para romper este gris plomizo, gotas incansables de lluvia caen en mis labios como lágrimas perdidas, a veces de dolor, pero también de emoción, de recuerdos hermosos. Dos gotas se han posado sobre el objetivo y aparecen entre las ramas, para distorsionar un presente que ya ha pasado. Por mi orilla preferida, a esas horas que la gente se mueve dirigida por su trabajo y quehaceres, vagabundeo entre los árboles en busca de ese instante mágico para ver como se estremecen y aparecen las nuevas hojas. Pero la vida se va meciendo lentamente, como un buen plato de cuchara, las yemas no explotan, como tú deseas, a una hora exacta, se van retorciendo sin tiempo, metamorfosis sin pausa, hasta mostrar brotes siempre nuevos, distintos, naturaleza embaucadora…


 El ginkgo, desnudo, se alinea con farolas y bancos en medio del paseo. De sus ramas largas y un poco empinadas surgen muchas ramas cortas, como pezones cerrados, y maravillado admiro como algunos se han abierto para dejar salir unas minúsculas hojas. Son ahora un insignificante punto de color, pero representan el gran poder de la vida, la tranquila continuidad.


En un par de semanas se poblará de miles de hojas inconfundibles, que gracias a sus largos peciolos se mueven con facilidad, como un abanico chino, quizás pronto necesite el agradable sonido de flautas y clarinetes, de tambores y cornetas, para sentirse otra vez un árbol sagrado.



Me he acercado al ginkgo y desde lejos ya sentí que me guardaba alguna sorpresa, me he quedado luego un rato a su lado, apenas hemos hablado porque ya no hace falta, su presencia me basta para sentirme bien. Cuentan que estos árboles pueden durar cientos de años porque apenas se ven atacados por insectos, resisten a la contaminación y son capaces de rebrotar con suma facilidad, qué fácil hacerse amigo de un árbol tan urbano.

En una plaza de Hiroshima se mantiene vivo un ginkgo que sobrevivió no sólo a la fuerte sacudida de la bomba que le cayó cerca, sino que además no se vio afectado posteriormente por las mortales radiaciones. No sé si otros ginkgos habrán sido capaces de salvarse del último terremoto, de esa lengua de mar salada que asesina y salvaje ha cabalgado por poblados y campos, de esas nuevas radiaciones que han abandonado las centrales nucleares y se reparten invisibles, como el insano y pestilente aroma del dinero.

Rafael Martín Holgado. 

5 comentarios:

  1. Hola, estupendo artículo como siempre. Disculpadme, compañeros, si me paseo poco por el blog estos días, pero estoy en pleno proceso de escolarización y la cosa tiene guasa.

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  2. Rafael M.H.16/3/11, 16:30

    Gracias, Caty y que el insti no te chupe demasiada sangre.

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  3. Interesante este árbol, Rafa. Sin saber por qué, siempre me pareció un árbol desubicado. Ahora, por tu culpa, termino mis paseos conversando con estos árboles trianeros.

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  4. Rafael M.H.17/3/11, 16:31

    Este es uno de mis árboles preferidos,lo conocí en los tiempos de la facultad y me siento muy reflejado en él, así que ya lo considero de la familia.

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  5. En ese caso lo terminaré queriendo como a un buen amigo.

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