Faíco, un gitano trianero en Berlín
(Faico, artista de la Cava de los gitanos, fue uno de los
más grandes bailaores de su tiempo. Toda una leyenda. De él habla esta curiosa
crónica).
Antonio
Azpetua escribió un día de 1929 en ABC un artículo titulado “¿Quien sabe de
dónde vienen los gitanos?”. Menciona un café en el Berlín de 1916 por donde
habían pasado españoles como los escritores Ramiro de Maeztu o Luis Araquistain,
y en su honor lucía en el local una bandera española, la única que había
respetado la guerra del 14. Se hallaba sentado interesado en noticias de la
confrontación europea cuando se le acercó “un muchacho algo torero en el porte
y en el traje. Era moreno verde aceituna y los labios tenían ese tinte violáceo
de los marroquíes, los indostánicos y los mulatos”. Después de pedir permiso se
sentó a la mesa. Era el bailaor Faíco, venía de “las Rusias”; la guerra
le había sorprendido en Petersburgo donde bailaba con la troupe de María
la Bella (Faíco ya había actuado con ella en la compañía de La Argentina en
Londres en 1914). Consiguió llegar a Berlín dando un penoso rodeo; naturalmente
maldecía la guerra que tanta fatiguita le había hecho pasar.
Y aunque
nada tenían en común, la españolidad fue suficiente para que salieran del local
con idea de estirar las piernas y deambular por la ciudad. De pronto les
sorprendió la presencia de un grupo de gitanos que destacaba por su llamativo
aspecto. El trianero Faíco le aclaró con naturalidad a su nuevo amigo la
nacionalidad de aquellos sujetos, eran húngaros. Pero de pronto el bailaor se
agarró al brazo de su compañero para advertirle lo que acababa de descubrir...
aquellos extraños hablaban caló, preguntándose: “¿Habrán estao en
Sevilla?”. También a los húngaros les había llamado la atención el bailaor y se
volvieron varias veces para observarlo y hasta se pararon para dejarlo pasar.
Algo le
dijo el más barbudo que lo electrizó -sigue contando el cronista- y se enfrascaron
en una conversación, cruzando cortas frases, asentimientos e incluso risas. Al
despedirse, el más viejo de los húngaros le zampó un beso que dejó a Faíco como
si viera visiones. Al salir del asombro pudo satisfacer la curiosidad del
amigo... “ No han estao en Sevilla y hablan como nosotros. Mire usté que es
raro”. El amigo quiso aclararle que ellos y él procedían del mismo lugar de la
tierra. “Oiga usté, yo soy de Sevilla -replicó el trianero- como mi padre, mi
abuelo y mi tatarabuelo, tos de Sevilla...”. Sin ganas de porfía el flamante
camarada le dio una somera explicación de su antiguo origen que de ninguna
manera aceptaba. “Mire usté, yo soy sevillano por los cuatro costao, españó, lo
má españó que hay. ¿Hay argo má españó que un gitano?”.
El
periodista sin querer darle toda la razón, le recordó que acababa de entenderse
con gente que no era española... “Eso si que es raro...”. Y le hace observar
que suelen tener las mismas costumbres, que son nómadas, que ofician en lo
mismo... tratante de ganado, fabricante de cestos, herrero, músico, bailarín,
echadoras de cartas las mujeres... Y Faíco no tuvo más remedios que acceder con
mala gana a esas coincidencias. “Pero, ¿no me dirá usté que también son
toreros? A lo que replicó el compatriota que lo mismo equivalía a la habilidad
que ellos tienen para hacer bailar un oso, que todo era jugar artísticamente
con animales. Naturalmente, Faíco, no podía tragarse la comparación... “Cómo va
a ser lo mismo...”.
Azpetua
tuvo que admitir la realidad de que los gitanos habían marcado con su carácter
a Andalucía, y Andalucía había marcado a España, y explica: “Así el garrotín
gitano, baile que expresa el miedo, la superstición y la sensualidad, se ha
hecho español, mientras que el aurrescu es vasco, la sardana catalana y la
muñeira gallega. La jota disputa al baile flamenco su calidad de afirmación
española pero no viene sino en segundo lugar como representativa”.
Y remata
el plumilla su curiosa crónica periodística: “Se marchó Faíco de Berlín. No sé
si quedó convencido de que él procede de ese lugar misterioso del que salieron
los gitanos hace muchos siglos. Lo único que yo sé de los gitanos es que desde
niño me sentí atraído por ellos, que me infundían miedo y simpatía a la vez,
que tenían una cierta habilidad para engañar a un cristiano acerca de la edad
de un burro. Con todo esto no se puede escribir un artículo. Pero los manes
de Faíco me han salvado”.
Ángel Vela Nieto
Curioso el apunte sobre Faíco, creador del baile por farruca. Qué difícil debió ser bailar flamenco en Rusia en años donde los bolcheviques comenzaban la revolución. Precisamente este año se ha inaugurado el primer Festival Flamenco de San Petersburgo, posiblemente consecuencias de las semillas que ya dejaron aquellos flamencos.
ResponderEliminarLa obra de Chaves Nogales "El maestro Juan Martínez que estuvo allí", historia de un bailaor en "las Rusias" de la revolución, bien pudo estar inspirada en la experiencias del bailaor Trianero tan injustamente olvidado por los flamencólogos..
ResponderEliminar