Descubriendo a Twitter
¿Qué podían
enseñar los hijos a los padres de entonces? Si acaso la música de Los Beatles o
de Elvis que le resbalaría a éstos por el tobogán del desinterés, tan apegados
por siempre a Los Panchos y Pérez Prado. La “modernidad” no iba con ellos, pero
hoy todos, abuelos, hijos y nietos estamos atrapados por la misma red que
obliga a estar al día. Así que tuve que recurrir a una de mis hijas para que me
dijera que era lo de Twitter de lo
que tanto me hablaban los amigos. Y dicho y hecho.
Descubrí las
“redes sociales”, al menos una de ellas; si antes los que querían mantener su
voz y sus opiniones en Internet no tenían más camino que abrir un blog, ahora
se puede telegrafiar todo lo que uno quiera en conversación o en plan
soliloquio, siempre en el mejor ejercicio de síntesis gramatical, ni una letra
más. ¿Y qué he visto? Muchas caras conocidas, gente importante enganchada al
sistema; un racimo bien apretado de periodistas que avanzan en títulos sus
próximas crónicas. Y me he reencontrado con algunos amigos que, como todos,
tratan de epatar, de ser ingeniosos o certeros en las opiniones sobre cualquier
asunto más o menos trascendente. Es la actualidad la que prima: en política, en
deporte centrado casi exclusivamente en fútbol, pero lo que más me ha llamado
la atención es la apretada y entusiasta proliferación de capillitas.
El nuevo
periodismo da la impresión, al menos en Sevilla, de que sólo tiene cuatro vías
para la supervivencia: la política, el balompié, las cofradías y los sucesos
escabrosos; se ve en las televisiones locales, y aquí, en twitter, es más
palpable aún. Política, fútbol y cofradías copan el ochenta por ciento del
contenido de la jornada. Uno se entera de lo que se cuece o se va a cocer en
estos ámbitos, al par que apreciamos un cierto recreo poético-coplero que parece
que se ha puesto de moda; las letras de soleares se suceden como en el
cancionero de Demófilo. El definitiva, todo el mundo busca que lo suyo se retwittee o se señale como “favorito”. Y
nada digo del marcador de “seguidores”; la vanidad o el triunfo en esta cosa se
mide por ahí… “Pues yo tengo tropecientos seguidores…”.
Triana está más que representada,
esto es, que entidades o particulares se centran en lo que ocurre en esta
orilla, pero, ay amigos, lo sabemos todo de las hermandades y estamos requeté informados
de los pasos que han salido y los que están por salir; todo sobre los hermanos
mayores y menores… pero falta la crítica, el sentido profundo del estado del barrio,
falta el compromiso formal y, por lo que se ve, el conocimiento de la historia
y el presente de Triana más allá de lo banal, lo rutinario, lo intrascendente.
Igual que observamos en su día que ocurría con los blogs trianeros, en twitter se repite la historia. Cofrades,
periodistas, seguidores del Pepé y del Pesoe, diarios cibernéticos y similares
se ocupan sólo de lo mismo que la Junta de Distrito cuando se reúne.
Y uno hace
lo que puede para cubrir el ancho hueco, y lo hace con la esperanza de que se
lea, y hasta se adoba con alguna letrilla, que estamos en tierra flamenca... Y
ahí andamos (anímate, José Luis Jiménez) como un “moderno” más. Antes sólo
mirábamos los blogs interesantes, ahora hay que sacar tiempo para atender al
clamor de este nuevo patio de corral de vecinos en noche de verano.
Ángel Vela Nieto
Sí, lo más parecido a un corral de vecinos. Yo estoy empezando, a ver si me sitúo y le cojo el pulso.
ResponderEliminarYo lo que no llevo bien son los nombres azulitos esos de la almohadilla...
ResponderEliminarLas redes sociales, además de convertir internet en un corral de vecinos están terminando con la intimidad de las personas, con el café con los amigos y con las conversaciones de verdad.
ResponderEliminarPasamos de hablar en la cabina de teléfono con la puerta cerrada a ir con un pinganillo a grito pelado por la calle, y ahora a no tener intimidad.
Aún es peor el caso de aquellas personas que se dedican a poner sus fotos en internet comentadas por ellos y sus amigos y después quieren escoger quien puede o no verlas, el máximo de la más pura hipocresía.
Precisamente si te cuelgas en un lugar dónde cualquiera puede verte es porque eso mismo vas buscando, que te miren, lo que nos convierte en exhibicionistas.
A través de la red te enteras de a qué hora está una persona conectada, con lo que la excusa de no te pude contestar porque no tenía internet se ha jodío, de la música que escucha, la clase de amigos que tiene.
Algunas personas siguen la actividad de sus ex-parejas, morbo puro, o de las nuevas parejas de sus ex-parejas, para intentar sacarles algún "cyberdefecto", enfermedad mental o tal vez masoquismo.
Los padres intentan seguir el rumbo de sus hijos, sobre todo de aquellos a los que no se les conoce rumbo.
Y mientras que cualquier persona puede colgar de forma totalmente impune una foto tuya en su facebook, se sigue atosigando a las empresas con la ley de protección de datos.
Cada vez entiendo menos esta bola redonda que llaman mundo y a sus integrantes.