Demófilo: 120 años de su muerte
Era el siempre recordado Alberto Jiménez Becerril delegado de Triana, y
atento a las sugerencias que recibía relacionadas con el histórico barrio de su
responsabilidad, en seguida puso en marcha la maquinaria. El centenario de la
muerte del trianero consorte, Antonio Machado y Álvarez, el renombrado Demófilo, no podía pasar desapercibido
en el barrio donde falleció, casa número 35 de la calle Pureza, domicilio
de su cuñado, el marino Rafael Ruiz, que
fue quien lo recogió de Cádiz, en su regreso de Puerto Rico gravemente enfermo.
Hablamos del
padre del folklore andaluz y de dos de los más ilustres poetas nacionales,
Antonio y Manuel Machado… y Ruiz, por la madre de ambos, la dulce pastelera de
la Plazuela de Santa Ana. Escritor estudioso e investigador, “amigo del
pueblo”, fue en las cuestiones materiales un hombre infortunado a pesar de su
excepcional categoría intelectual, y esta situación lo llevó tan lejos para
prácticamente no volver. Así que se dispuso en Triana de un par de jornadas
para celebrar la efeméride, el sábado 13 de febrero y el domingo 14 del mismo
mes del año 1993. Dos días inolvidables que quedaron en los anales de la
moderna historia de Triana, porque la noche del viernes, y en la Casa de las
Columnas, se celebró un encuentro poético entre el grupo sevillano “Gallo de
Vidrio”, donde militaban poetas de renombre en la ciudad, y un manojo de
entusiastas -“francotiradores del verso”- vecinos del barrio de la gentil Ana.
Claro,
jugábamos en casa y con Emilio Jiménez Díaz de coordinador del acto, pero no
hace falta decir quienes merecieron los mayores aplausos. Formaban en el equipo
trianero gente como Armando Gutiérrez, Manuel Pacheco, Manuel Lozano, Antonio
García Barbeito, Manuel Lauriño, Rafael Sánchez Segura y servidor; además de
Emilio. Y de la otra orilla llegaron los Cenizo, Porlán, Rodríguez Baltanás…
que leyeron poemas de un libro que acababan de publicar y que nada tenía que
ver con el homenajeado. Nosotros, los “francotiradores”, llevamos versos frescos,
palpitantes, dedicados a Demófilo y, naturalmente, a nuestra paisana. O sea,
que nos lo trabajamos y de ahí el sonado triunfo que celebramos en un cercano
bar.
Al día
siguiente, mañana luminosa y blanca de sol de invierno, se inauguró una placa
sobre la fachada de la casa donde dio el último suspiro el gran Demófilo. Y ahí
quedó su recuerdo. Y nosotros volvimos al mismo bar y al mismo brindis por el
providencial folklorista y su esposa… “Fue
una tarde fluvial de primavera/ que bailaran en el río los delfines…”. Sí, nos
acordamos del encuentro de la pareja sobre el puente de Triana contemplando un
insólito espectáculo.
Este 120º
aniversario debería sellarse con otra placa en la Plazuela donde perviva la
memoria de Ana Ruiz… “Hijo, ¿queda mucho
para llegar a Sevilla…?”. Y qué lejos quedaron los dos…
Ana Ruiz y Demófilo |
Ángel Vela Nieto
¡¡¡Gracias por esto!!!
ResponderEliminarEnhorabuena.
Saludos.
Gracias a ti, Mari Carmen, por el dinamismo y amor a Sevilla que demuestras en tu blog.
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