sábado, 11 de mayo de 2013

EL DEDO DE RODRIGO



        Demófilo: 120 años de su muerte


            Era el siempre recordado Alberto Jiménez Becerril delegado de Triana, y atento a las sugerencias que recibía relacionadas con el histórico barrio de su responsabilidad, en seguida puso en marcha la maquinaria. El centenario de la muerte del trianero consorte, Antonio Machado y Álvarez, el renombrado Demófilo, no podía pasar desapercibido en el barrio donde falleció, casa número 35 de la calle Pureza, domicilio de  su cuñado, el marino Rafael Ruiz, que fue quien lo recogió de Cádiz, en su regreso de Puerto Rico gravemente enfermo.

            Hablamos del padre del folklore andaluz y de dos de los más ilustres poetas nacionales, Antonio y Manuel Machado… y Ruiz, por la madre de ambos, la dulce pastelera de la Plazuela de Santa Ana. Escritor estudioso e investigador, “amigo del pueblo”, fue en las cuestiones materiales un hombre infortunado a pesar de su excepcional categoría intelectual, y esta situación lo llevó tan lejos para prácticamente no volver. Así que se dispuso en Triana de un par de jornadas para celebrar la efeméride, el sábado 13 de febrero y el domingo 14 del mismo mes del año 1993. Dos días inolvidables que quedaron en los anales de la moderna historia de Triana, porque la noche del viernes, y en la Casa de las Columnas, se celebró un encuentro poético entre el grupo sevillano “Gallo de Vidrio”, donde militaban poetas de renombre en la ciudad, y un manojo de entusiastas -“francotiradores del verso”- vecinos del barrio de la gentil Ana.

            Claro, jugábamos en casa y con Emilio Jiménez Díaz de coordinador del acto, pero no hace falta decir quienes merecieron los mayores aplausos. Formaban en el equipo trianero gente como Armando Gutiérrez, Manuel Pacheco, Manuel Lozano, Antonio García Barbeito, Manuel Lauriño, Rafael Sánchez Segura y servidor; además de Emilio. Y de la otra orilla llegaron los Cenizo, Porlán, Rodríguez Baltanás… que leyeron poemas de un libro que acababan de publicar y que nada tenía que ver con el homenajeado. Nosotros, los “francotiradores”, llevamos versos frescos, palpitantes, dedicados a Demófilo y, naturalmente, a nuestra paisana. O sea, que nos lo trabajamos y de ahí el sonado triunfo que celebramos en un cercano bar.

            Al día siguiente, mañana luminosa y blanca de sol de invierno, se inauguró una placa sobre la fachada de la casa donde dio el último suspiro el gran Demófilo. Y ahí quedó su recuerdo. Y nosotros volvimos al mismo bar y al mismo brindis por el providencial folklorista y su esposa… “Fue una tarde fluvial de primavera/ que bailaran en el río los delfines…”. Sí, nos acordamos del encuentro de la pareja sobre el puente de Triana contemplando un insólito espectáculo.

            Este 120º aniversario debería sellarse con otra placa en la Plazuela donde perviva la memoria de Ana Ruiz… “Hijo, ¿queda mucho para llegar a Sevilla…?”. Y qué lejos quedaron los dos…

Ana Ruiz y Demófilo


Ángel Vela Nieto

2 comentarios:

  1. ¡¡¡Gracias por esto!!!

    Enhorabuena.

    Saludos.

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  2. Gracias a ti, Mari Carmen, por el dinamismo y amor a Sevilla que demuestras en tu blog.

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