TÓRTOLA VALENCIA (I)
“Tórtola es una
hermosa mujer. Es alta, delgada, de formas delicadísimas, de perfiles correctos
y bien definidos, pero la nota extraordinaria de Tórtola son los ojos, sus
negros y profundos ojos...”. Un tenaz reportero -ella siempre huyó de los
periodistas- nos la retrata en 1912: “Suponemos que su nombre no es Tórtola
Valencia. Es cierto, mi nombre es Carmen Valenzuela. Nací en Sevilla, mi madre
era gitana y trianera. De chiquita me llamaron Tórtola. A los ocho años me
llevan a Londres donde permanecí hasta los catorce, volviendo a España”. Son
sus palabras, pero no debemos fiarnos mucho de ellas.
Carmen Tórtola Valencia es el verdadero
nombre de esta bailarina excepcional nacida el 18 de junio de 1882, en Sevilla,
barrio de Triana. Fue hija del catalán Florenc Tórtola Ferrer y de la andaluza
Georgina Valencia Valenzuela. Su más reciente biógrafa, María Pilar Queralt,
dejó en un Maganzine, dominical del periódico El Mundo, lo siguiente:
“Contradictoria, enigmática y libre, Carmen Tórtola Valencia nunca rebeló
demasiados datos sobre sus orígenes y su intimidad. Se sabe que nació en el
sevillano barrio de Triana. Su nacimiento está lleno de incógnitas a las que
ella misma contribuyó con continuas fantasías que tan pronto la convertían en
una humilde gitana, como en hija ilegítima de un sacerdote o un grande de
España. De niña viajó con sus padres a Londres, posiblemente huyendo del cólera
que se cernía sobre la península, y cuando éstos emigraron a México ella permaneció
en la capital británica con una familia de la alta burguesía que le procuró una
completa formación. Aprendió seis lenguas así como música, danza y dibujo (…).
Se presentó en un musical de Londres como La Bella Valencia; era una jovencita
de cara redonda y formas opulentas que no dudaba en explotar sus orígenes
españoles en números falsamente folklóricos”.
Estamos ante la figura de una bailarina
sólo comparable en fama a la Pávlova y a las pocas que se podían alinear con
ellas en la Europa de su tiempo, por
demás tiempo de grandes figuras de la danza. Y como este es un libro
esencialmente de flamencos, asentamos que el Diario Popular de Málaga, del 22
de febrero de 1913, publicaba la despedida de Tórtola Valencia del Teatro Lara
donde había cosechado un impresionante éxito. Al día siguiente actuaba en el
mismo escenario La Niña de los Peines. Añadamos que un año antes y en una
sesión de bailes en Madrid, Jacinto Benavente se despojó de su americana y la
arrojó al suelo, animando a los demás invitados a que también lo hicieran.
Después ofreció el brazo a Tórtola Valencia para que bailara con él un
garrotín. Era el día de Nochebuena de 1912.
Dijeron de ella, después de interpretar la
composición “Gitana”, de Granados, que era una belleza bailando flamenco por su
gracia y hermosura, por su cuerpo y su
rostro. Así que no fue por capricho snob que se convirtiera en la musa de la
intelectualidad española alcanzando, como antes apuntamos, cotas altísimas de
popularidad en Europa y América; su belleza y la voluptuosidad de sus danzas
exóticas cautivaron al público más diverso en las primeras décadas del siglo
XX. Rubén Darío, encendido admirador, la llamó “la bailarina de los pies
desnudos”. Un muy selecto grupo de intelectuales compuesto por Valle Inclán,
Pío Baroja, el mencionado Darío e Ignacio Zuloaga, promovieron su venida a
España tras una larga ausencia. Era la idea que hiciera su presentación en los
salones del Ateneo de Madrid...
Ángel Vela Nieto
(Del libro “Triana, la otra
orilla del flamenco”).
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