domingo, 14 de octubre de 2012

EL DEDO DE RODRIGO: CASA BERRINCHE

Plaza del Altozano, año 1896. Al fondo, en la esquina de la actual San Jacinto con San Jorge, se encontraba Casa Berrinche
    Puede que este apodo se deba a gente del toro, pues más de un picaor de pasadas épocas lo llevó a los carteles, y hasta hubo un cronista taurino que firmaba como “Don Berrinche”. Casa Berrinche fue una oscura, húmeda por causa de las arriadas y suponemos que maloliente tabernilla, que existió hasta los años veinte del pasado siglo; cayó con la casona que la albergaba. Un nonagenario amigo, vecino de la Cava de los civiles, superviviente de una Triana completamente desaparecida, comentó hace ya bastantes años a quien esto escribe que el apodo del propietario de la añosa taberna que abría su puerta al mismísimo Altozano, era la justa medida de su carácter, de sus malas pulgas; sin embargo, parece que nada le molestó cargar con semejante apodo toda su vida. Sus parroquianos le trataban con tanto respeto que lo llamaban don José. Luego supimos que era Sánchez de apellido. Y para justificar su fama nos contó nuestro amigo que llegó a dispararle un tiro de escopeta en una pierna a uno de sus habituales que, quizás por cabezonada de borracho, orinó fuera de su sitio después de advertido.

    Casa Berrinche se mantuvo mucho tiempo hundida sobre la rasante de la plaza en el vértice que forman las calles San Jacinto y San Jorge, y de este singular establecimiento existen referencias escritas dada la importancia de su enclave. La casa fue levantada a principios del siglo XVIII y derribada en 1926 cuando la remodelación del Altozano impulsada por la Compañía de Tranvías que planeaba la nueva línea de Camas. Entonces era su propietario Emilio Gordillo Ochoa, otro personaje popular del barrio y fuera de él, seguidor y amigo del Rodríguez de la Borbolla de entonces, y que luego abriría “El Sol Saliente” (no Naciente) en la zona de la Alameílla, entre las bocacalles de Pureza y Betis.

    Se tienen  noticias de que en Berrinche se reunía gente taurina y flamenca, y que allí cantó, en una de las épicas juergas, Manuel Cagancho aquella elocuente toná: “Estando en el Altozano/ comiéndome unos piñones,/ oí una voz que decía/ tira pa los Callejones”. O sea: “Sinando en el Altozano/ jamelando mis piñones,/ juné una gole plañiendo/ por aqueyos callejones”, que es como purifica esta famosa letra un lingüista experto en romaní. Pero sabemos que los gitanos de Triana en ese tiempo no solían hablar ni cantar en caló. Y cosas del flamenco que ya añadimos: alguien creó un quinto verso para esta copla, adaptándola a otro palo; es el que dice, rematando: “… que viene la policía”.

    Así se mantuvo el derrengado edificio de Berrinche, a medio hundir como una barca varada en la orilla del alzado mar del Altozano, y por ello la ocurrencia del ingenioso periodista Agustín López Macías “Galerín”, vertida en uno de sus jugosos libros-guías que titulaba “Sevilla en broma” con los que alegraba la primavera de la ciudad: “Casas típicas hay en Triana, por ejemplo la de Berrinche, que tiene el balcón en el zaguán”. Lo cierto es que nunca se repuso del embate de un tranvía que perdió el rumbo (y los frenos) en la empinada cuesta abajo del puente incrustándose en sus ya castigados muros un sonado día del año 1912, suceso que llegó, bien ilustrado, a las revistas gráficas nacionales.

Riada del año 1892. En primer plano la Esquina Berrinche. La calle San Jacinto conservaba sus soportales.

Ángel Vela Nieto.
(del libro "Triana,  la otra orilla del flamenco")

2 comentarios:

  1. Buenos recuerdos si senor.................
    a. vargas

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  2. Rafael Laffón, en su libro "Sevilla del buen recuerdo", nos describe a la perfección el lugar, además de otros lugares de Triana de donde era vecino el genial poeta.

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