lunes, 28 de mayo de 2012

TRAS LAS RAÍCES DE TRIANA: LOS ÁRBOLES DE LA RONDA DE TRIANA



La ronda de TRiana está engalanada de una punta a la otra y en ambas aceras de los árboles más tranquilos que se usan en jardinería y digo lo de tranquilo porque son de los últimos en llenarse, primero de hojas y después de flores, de hecho con los calores que ya hemos pasado y es ahora cuando comienzan a verse los capullos blancuzcos de sus pequeñas flores.

Estos árboles tienes grandes hojas compuestas, como la que vemos en la fotografía, que tiene once foliolos, aunque las hay que tienen hasta diecisiete. Los foliolos son de color blanquecinos por el envés y tienen una pequeña capacidad de movimiento, de manera que cuando les pega fuerte el sol se doblan hacia arriba y exponen sus caras más claras para reflejar los rayos y no quemarse. Ligero parpadeo de foliolos, sutil guiño al astro rey, lo mismo que hacemos cuando buscamos la sombra, que en eso de dar de lado a las molestias de la vida, sabemos por el sur un poco. 


Los frutos del año pasado aún permanecen, aunque ya secos, en las ramas, se trata de unas legumbres carnosas, que se estrangulan alrededor de cada semilla y parecen como  cortos rosarios.

Las flores se disponen en panojas y son del tipo bilabiadas porque sus pétalos se abren en dos planos, hacia arriba y hacia el frente, en su interior quedan los estambres y el pistilo escondidos, preparados para las visitas de las abejas.


Estos árboles, aunque originarios de China y Corea, son llamados acacias del Japón porque en este país se cultivan mucho. Dicen que algunas noches, de esas surrealistas que aún se dan por TRiana, las más viejas acacias del Japón comienzan a mover sus ramas como si bailaran por soleares y sus flores, quizás borrachas de luna y cantes, despiden tímidamente el inconfundible aroma del adobo frito, mientras desde el suelo tres o cuatro amigos saltan como locos para intentar coger los botellines verdes que brotan entre los frutos.  

Rafael Martín Holgado.

1 comentario:

  1. Pues sí, llevas razón, esa noche paseaba por allí en un Phaeton enganchado con cuatro mulas castañas pero sin el macho vara, y le dije al cochero:"Pare Vd., por favor". Me apeé con el globo que me habían regalado en una pizzería y un yogurt de lentejas que me habían dado de postre y empecé a saltar a ver si cogía un botellín, pero no, al final se enganchó el globo en las ramas y me jarté de llorar. Éste es el camino,Rafaé,y con una sonrisa saltar a ver si cogemos botellines aunque estén vacíos.

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