lunes, 15 de agosto de 2011

EL DEDO DE RODRIGO: INSOMNIO AGOSTEÑO


                  Pues hasta ahora el terrible verano que nos vaticinaban los vendedores de aparatos de aire acondicionado -qué lejos los ventiladores Numax- no está resultando tan devastador; más bien discurre como todos los sufridos, quizás más liviano y considerado con las carnes humanas que otros. Lo que ocurre es que ahora no tenemos cines de verano al lado de casa salvo los pocos afortunados que viven cerca de la Diputación, y la televisión nos aburre y por eso le echamos más cuenta al termómetro; antes, ya con el No-Do nos refrescábamos y hasta podíamos quedarnos helados con las cosas que decían que pasaban en una España que no conocíamos.
         Y como no es cosa de tener el aparato del aire encendido toda la noche, mientras nos quedamos dormidos, a veces en trabajoso intento, hacemos estación mental en una sucesión de pensamientos que, por querencia lógica de calendario, nos lleva a las cosas de aquellos veranos de las terrazas cinematográficas. Hasta trece cines llegaron a funcionar simultáneamente en este lado del río. En torno a los clásicos de todas las calores de posguerra, calores de chinches y sandías, de picadillos y polos de nieve, de azoteas y techos de estrella... pues girando alrededor del Avenida, Alfarería, La Estrella, San Jacinto... tenían grata presencia los que abrían cada junio con más o menos voluntad de eternidad, aunque muchos de estos también llegaron a lucir el distintivo de “clásico”; entre ellos Los Rosales, San Telmo, Gran Vía, Evangelista... que alternaban con el Valencia, Tejares; luego el Giralda, Santa Cecilia, San Gonzalo, Astoria y Emperador en su versión veraniega...
         Cines, cines, cines... como canta Luis Eduardo Aute, cines por toda la geografía del arrabal; allá donde blandiera su aire salvaje un descampado, allí una pantalla, cabina y taquilla. Las gentes de más edad, padres de familia, acudían al que le cogía más cerca, a “su” cine, era la primera cartelera que se consultaba y rara vez se alejaban demasiado, salvo para ver “Lo que el viento se llevó” o “El último cuplé”, de “estreno en Triana”; porque, como en el centro de la ciudad, aquí también se “estrenaban” las películas y así se anunciaban como gancho, detalle nada banal, pues viene a recordarnos la identidad “capitalina” de este arrabal de barrios.
         Y recorremos con la memoria cada uno de ellos, tan parecidos en su morfología y atractivos. Porque hemos de dejar claro que aquellos eran verdaderos cines de verano, éstos de ahora son desalmados sucedáneos. Había que darle la entrada a un portero uniformado como un heladero, pisar albero regado, contemplar las lucecitas de colores que adornaban la terraza y enmarcaban la pantalla para hacer grata la vista durante la espera, y respirar el aroma de las plantas y árboles que cercaban la terraza y que, al par que ahuyentaban a los parásitos, perfumaban el ambiente; no tenían veladores enemigos atacando por la retaguardia; al cine se venía comido de casa o preparado con un discreto bocadillo de tortilla y un bucarito de agua para la sal de las pipas y los altramuces (“chochos”, le decíamos) o, también, para la digestión de los higos chumbos degustados en la puerta; el ambigú para lo justo, nada de ruidos “terrestres” en el parnaso.
         Se iba al cine para disfrutar de la película y poder contarla al día siguiente en los corros de la plaza del Altozano, para incrementar el conocimiento en la materia -la cultura más amiga-, para gozar a piernas sueltas de un mundo en technicolor al que estábamos invitados durante la sesión. Y se salía con el rostro del galán puesto y el corazón temblando por la estrella de turno. ¿A que nada de esto ocurre ahora en los actuales y mal llamados cines de verano? Ya no hay cines ni actores como aquéllos, ni es posible soñar chascando un “serranito” y metiendo el tenedor a tientas en la ensalada. La vulgaridad también se apropió del paraíso.
         Bueno, hay que dormir...

 Ángel Vela Nieto

4 comentarios:

  1. Preciosa entrada para traer al recuerdo la magia y el encanto de los cines de verano.
    Para mí fué todo un descubrimiento (ya que venía una vez al año a visitar a mi familia,y en el Norte no existía). Aunque de renacuajo... me sorprendía hasta de un simple búcaro.

    Si es evolución que baje Dios y lo vea...

    Gracias D. Angel vela.

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  2. NO SE MERECE EL OLVIDO UN CINE TRIANERO,QUE MARCO A MUCHOS CON SUS MATINALES Y SECCIONES CONTINUAS, TERMINO COMO LOCAL DE ENSAYOS DE UNA COMPAÑIA DE TEATRO ENTRE ESTO Y SUS DIAS DE CINE FUERON MUCHAS TARDES DE PROYECCIONES,CON UNA CARACTERISTICA QUE LOS QUE ASISTIAMOS NO OLVIDAMOS, TENIA UNAS VENTANAS EN LOS LATERALES DEL TECHO QUE SE ABRIAN POR MEDIO DE UNAS CUERDAS QUE MANIPULABA EL ACOMODADOR. EL NOMBRE DE ESTA RELIQUIA FUE "CINE ROCIO" Y ESTABA UBICADO EN LA MISMA CALLE. CREO QUE TRAS SUS PUERTAS ACTUALMENTE CERRADAS SIGUE EXISTIENDO.

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  3. SOY DE LA PUERTA DE LA CARNE PERO A LOS SIETE AÑOS MI FAMILIA SE TRASLADO A LA CALLE NIEBLA NO-96. EN LA FRONTERA ENTRE LOS REMEDIOS Y TRIANA.DESDE ENTONCES VIVI EN TRIANA-LOS REMEDIOS.FUI A LOS CINES AVENIDA,SAN GONZALO,SANTA CECILIA,ASTORIA Y ALFARERIA.QUE ENTRAÑABLES RECUERDOS DE AQUELLAS NOCHES ESTRELLADAS Y CLARAS,DE OLORES,RUMORES Y BRONCAS.DE TRIANA A FIN DE CUENTAS. SALUDOS TRIANEROS Y ESTOY A VUESTRA DISPOSICION. BELLAS ARTES BARROSO.C-TORDERA,5.BLANES.GERONA.

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  4. Pues aquí tiene un pedazo de Triana a su disposición.
    Recordar es revivir.
    Y ya aprovecho para contestar al anterior comentario: Claro que no hemos olvidado al Cine Rocío, lo que ocurre es que era de invierno. Tampoco, y por lo mismo, nombramos a otros, por ejemplo al también histórico Triana Cinema. Hablábamos de los cines de verano.
    La nave del cine desapareció y en su lugar levantaron una singular casa de vecinos. La pena es que siempre tiene la puerta cerrada.

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